Si bien no se trata de haber estado bajo un proceso de grandes alteraciones, lo evidente es que las inevitables campañas electorales cambian la rutina de la vida diaria de la población y la someten a una presión particular que obliga en determinado tiempo a decisiones quizás impredecibles o simplemente a una ratificación ideológica que más bien espera satisfacciones futuras.
En el país hemos estado practicando este ejercicio con bastante frecuencia, tanto así que desde países vecinos nos calificaron como los “campeones de elecciones” y no faltaron otros calificativos como que “los bolivianos padecen de la epidemia de electoralitis”, considerada peligrosa si se repite con tanta frecuencia, en fin mucho se habla también de los gastos que representan estos continuos procesos que restaron los ahorros nacionales que bien pudieron servir a otros fines de orden social.
En todo caso los hechos se han presentado con inusitado entusiasmo desde las filas del oficialismo y los resultados de la “electoralitis” ha significado hasta ahora un avance en los planes de consolidar un gobierno que controle todos los poderes del Estado. Hasta ahí la idea y la práctica parecen avenirse.
La prueba de éste último domingo arrojará en horas y días más los resultados de la última consulta popular para “entronizar” los gobernadores y alcaldes, pueden ser hombres o mujeres, además de consejeros populares y otras autoridades provinciales, todo un proceso de elección ciudadana que por lo observado ocasionó marcada confusión en buena parte de la ciudadanía que no tuvo adecuada orientación previa desde el órgano electoral.
La campaña finalizó en tiempo previsto, pero las huellas de la misma, menos el sonido, quedan en calles y avenidas en muros de edificios públicos y privados, en plazas y parques y hasta en ornamentos históricos. Esa es la suciedad de la política que tardará en limpiarse.
Los resultados que pueden deparar algunas sorpresas serán parte de la nueva preocupación ciudadana, pues para unos se habrá cumplido la esperanza de tener renovación garantizada, para otros simplemente quedará la ilusión de haber intentado un cambio que no funcionará.
En el caso de Oruro, después de cumplido el ejercicio electoral, se espera un equilibrio político que más allá de las cifras facilite el establecimiento de las mejores condiciones para debatir ideas, consensuar proyectos, dialogar sobre las necesidades reales del Departamento y coincidir en objetivos de beneficio común, particularmente en aquellos que significan mejorar nuestra condición de vida, con más empleos, con garantías de inversión y voluntad de unidad.
La vida continúa, retornamos a la normalidad, pero con una esperanza de que las nuevas autoridades, trabajando mancomunadamente dejen presiones y disminuirán el tono de sus voces para escuchar la voz del pueblo que quiere soluciones de consenso para vivir mejor, ese es el anhelo generalizado.
Fuente: LA PATRIA
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