La Haya: Entre una alegría pasajera y la incertidumbre futura
03 oct 2015
Adhemar Ávalos Ortiz
El fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya sobre la demanda boliviana en relación al tema marítimo trajo un hálito vivificador que ha llenado de alegría los corazones de bolivianas y bolivianos, los que acostumbrados a perder en casi todos los campos del relacionamiento internacional hemos conseguido una victoria que resalta y obliga a los chilenos, su Gobierno y población, a reflexionar sobre la naturaleza de sus acciones desde su independencia de 1818. Una cosa es pretender lograr altos niveles de desarrollo y otra muy diferente recurrir a los métodos más vergonzosos para lograrlos, incluyendo la usurpación de territorios vecinos ricos por la vía del militarismo más acendrado como sucedió en 1879 con la Guerra del Pacífico.
Pero los bolivianos deberíamos poner en su justo lugar el fallo, alejándonos del exitismo frágil y peligroso. Que Bolivia no ha ganado nada, como afirmó la Presidenta de Chile, Michele Bachelet, es una aseveración falsa que esconde la molestia mapochina, que se creía victoriosa aún sabiendo que no tiene la razón histórica de su parte. No obstante, la esencia de la demanda boliviana es limitada. Solamente, en caso de un fallo favorable sobre el tema de fondo, dentro de 2-5 años, obligaría a Chile a negociar de buena fe un acceso soberano de Bolivia al Océano Pacífico por el actual territorio de aquel país. Nada más que eso.
Los bolivianos no debemos olvidar la esencia del Himno que cantamos desde nuestra niñez en las escuelas y que plantea regresar a los puertos expoliados por el vecino: Antofagasta, Cobija, Tocopilla y Mejillones. La realidad de la demanda prácticamente cierra esta posibilidad y se abre a la cesión de un corredor al Norte de Arica. El autor está totalmente en desacuerdo con esta salida que peca de exceso de realismo y practicidad, cayendo en el comodismo economicista más espurio. No obstante, aun tal posibilidad es remota porque Chile es un país militarista y agresivo, lo ha sido por casi dos siglos, es la base de su política exterior, la que además es una política de Estado.
Tendrían que cambiar muchas cosas en la memoria de los chilenos, los que están lamentablemente mal informados sobre lo que ha hecho su casta gobernante a lo largo de toda su historia. El chileno medio sabe poco de historia, su formación es extremadamente precaria en materias humanísticas y sí de excelencia en materias que tienen que ver con el desarrollo económico, una laguna cognoscitiva que no está interesado en superar. Por lo menos la Corte de La Haya ha dejado puesto en claro que Bolivia sí tuvo costa marítima al nacer como república independiente y que muchos de los vecinos del sur niegan prepotentemente.
Si las cosas le salen mal a Chile en el fallo definitivo de la CIJ, entonces directamente no negociará nada o lo hará de mala fe, evitando cualquier respuesta favorable a las aspiraciones bolivianas y nada le hará cambiar de actitud a no ser que se produzcan transformaciones radicales en la mentalidad de su pueblo, algo muy utópico en las actuales condiciones históricas. Hay chilenas y chilenos que apoyan la concesión de una salida soberana al mar a Bolivia, pero son pocos en un escenario de chovinismo de la peor raigambre. En realidad, una golondrina no hace verano.
Lo que sí se debería evitar en Bolivia es el uso partidista del fallo, ligándolo al referendo de febrero próximo sobre la re-re-repostulación de Evo Morales a la Presidencia del Estado. El resultado del proceso de La Haya es una conquista colectiva del pueblo boliviano y el apoyo político del actual gobierno del MAS a la demanda se ha producido como desagravio ante los graves errores cometidos con el malhadado "acuerdo de los 13 puntos" y la violación de la Constitución que obligaba a denunciar (desconocer) el Tratado de 1904. Será la historia la que juzgue correctamente lo actual y lo pasado.
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