Sábado 03 de octubre de 2015
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Es lugar común repetir la frase de Bertolt Brecht, popularizada por Silvio Rodríguez: "hay quienes luchan toda la vida, esos son los imprescindibles". Sin embargo, es el caso de la Diva Arratia del Río, dirigente del magisterio que dedicó su vida a los ideales revolucionarios y a una ética cotidiana, desde su adolescencia hasta su muerte, hace un mes.
No la vi en estos últimos años, pero sabía de su persistencia para conseguir la justicia social para los trabajadores y su empeño para lograr que el Estado Plurinacional entregue una indemnización aprobada en el régimen de Carlos Mesa a los cientos de víctimas de las dictaduras militares. Supe de un documental sobre ella que preparaban unas estudiantes admiradas por su compromiso político y sindical, sin embargo no sé si lograron terminarlo y difundirlo.
Diva era hermosa, por dentro y por fuera, y podría haber dedicado su paso por este mundo a lucir sus ojos o a inspirar a su compañero de vida, el artista Atilio Carrasco, algo miembro del Partido Comunista de Bolivia. Descendía de una estirpe aristocrática, pero ya sus padres prefirieron la militancia clandestina en el Partido de la Izquierda Revolucionaria y desde niña conoció los estropicios de la persecución política en su natal Potosí.