Jamás me olvidaré de la primera vez que vi a los hermanos Pedro y Pablo "Picapiedra", les decíamos así por sus nombres pero en realidad apellidaban Bueno, y le hacían honor a su familia pues ambos eran un pan de Dios. Me quedé admirado porque eran tan bajitos y menudos que había que mirarlos dos veces para poder verlos bien. Sietemesinos era lo menos que les decían quienes en aquellos tiempos (los 80´s) ensayaban con ellos las mejores estrategias de lo que hoy conocemos como Bullyng escolar, pues se veían tan indefensos ambos, que realmente para muchos era una tentación poder abusar de los dos de una u otra manera.
Yo no era ningún santo la verdad, y tenía una que otra víctima, entre ellos una gran persona que no diré su nombre pero que afortunadamente tuve la oportunidad de pedirle perdón de mil maneras, en una reunión de curso posterior a nuestro egreso y que nos halló ya grandes y conscientes, y con la capacidad de reconocer errores y tratar de enmendarlos. Por el contrario, los dos hermanos eran más bien mis adulados y mi primera selección a la hora de hacer trabajos prácticos o exposiciones y, es que una de las razones básicas para que los abusones lo busquen y no los dejen en paz, era lo que yo encontraba como mejor potencial, eran muy inteligentes y tremendamente trabajadores. Corchos, waskhiris, soplas, chupas, ratas de biblioteca y otros adjetivos de ese tipo les quedaban como anillo al dedo, pues eso eran justamente, y eso era lo que aprovechaba, pues mi mejor dote no estaba justamente en los trabajos largos o las lecturas pesadas, sino más bien en mis hábiles manos para el dibujo o mi dúctil labia a la hora de exponer algún trabajo. De esa manera nos complementábamos y hacíamos un gran equipo. Sin embargo habían otros como Carlos, que no soportaba ver que haya gente que se dedique al estudio, y a su entender había que castigar ese atrevimiento. Y los hermanos Bueno eran sus víctimas favoritas y vaya que habrán tolerado estoicamente ambos los abusos de él y de varios de su grupo que se deleitaban fastidiando a quienes eran incapaces de defenderse como seguramente hubiesen querido. Se preguntará amigo lector por qué los otros no los defendíamos y créame que yo mismo me hago esa pregunta hace más de 25 años y sigo sin hallar la respuesta.
Lo que tampoco podía entender, era ¿el porqué para estar "In" y ser un chico a todo dar, estudiar no calificaba?, tener más de la nota de aprobación te descalifica del grupo, hacía quedar mal a los amigos y las chicas no te pelaban. No se debía ser un cuatro ojos dedicado a los libros o los cuadernos porque a lo que había que dedicarse era a la revuelta, esa era la que rendía frutos inmediatos que todos los jóvenes de todos los tiempos buscaron y buscarán siempre para su deleite e instantáneo disfrute.
Habían pasado 18 años ya de nuestro egreso y los compañeros de curso en muchos casos solo éramos un recuerdo, pues muchos, después de recibir el título, no nos habíamos vuelto a ver nunca más. Ese era el caso de Carlos, que luego de peregrinar por cuatro carreras universitarias y no poder anclar en ninguna de ellas, tener 4 hijos en dos damas distintas y no conseguir un buen empleo por su falta de conocimientos técnicos por un lado y su gusto por la diversión por otro, buscando un nuevo trabajo vio en el periódico que requerían un chofer repartidor de productos de consumo masivo. Asistió a la entrevista (no tengo los datos ni de cómo fue vestido o que es lo que llevó a la misma) pero si me contaron cual fue la cara que puso cuando supo quienes lo iban a entrevistar, eran los dueños de la compañía y como usted mismo ya habrá imaginado, eran los hermanos Bueno. El final de la historia no es el imaginable, pues no fue un final feliz, ellos no podían aceptar a semejante personaje como su empleado y el ignorante de Carlos prefería morir de hambre antes que humillarse ante sus abusados, de manera que buscó otros rumbos y solo sé de él hasta esta parte.
Es increíble que los seres humanos tengamos tremenda miopía cultural y seamos pocos los que admiramos a quien se esfuerza, a quien lucha, a quien trabaja arduamente por la auto superación. Somos ágiles a la hora de descalificar las habilidades logradas con el intelecto, pues en nuestro entender es mejor haber aprendido en la escuela de la calle y la universidad de la vida.
Cuando el actual gobierno empezó a cambiar autoridades y deslegitimizar las anteriores, su mayor argumento fue el descalificar la experiencia y los estudios arguyendo que estos sólo habían servido para colonizar y someter al pueblo, y que en las universidades únicamente se aprendía a atropellar derechos. Cuando se calificaba a los postulantes a nuevos Magistrados de la justicia, valía más puntualmente el haber sido parte de una organización social, de un movimiento cívico, de un sindicato y ese tipo de agrupaciones, en lugar de haber acumulado ciencia y conocimiento, y claro, así nos fue y así nos está yendo en materia de Leyes.
Nuestro dignatario de Estado llegó incluso a decir que felizmente no había pisado una universidad y en mis adentros en ese momento me estaba imaginando por quién habría votado Carlos en las últimas elecciones.
La noche del martes 29 de septiembre, como muchos bolivianos y por suerte muchos más chilenos, tuve la fortuna de ver también a un Carlos, pero esta vez era al Lic. Carlos Mesa, ponerse cual diestro torero en la mitad del ruedo con su mejor traje de luces, haciéndole las mejores media verónicas, chicuelinas, gaoneras, tafalleras y cuanto pase se haya inventado en la fiesta brava y hasta asestarle las estocadas que realmente dolieron en el corazón de La Moneda y que, dejaron a su entrevistador cual toro embravecido pero vencido por la destreza de quien muestra el capote para el ataque pero nunca da el cuerpo.
Una y otra vez, lo docto se abrió paso a la luz de un verso ilustrado, medido, lleno de lo mejor que tiene el ser humano, el conocimiento como mayor riqueza y con el que cultivó una inteligencia que le permitió no sólo responder a cabalidad cada una de las interrogantes, sino dar una magistratura de cómo cuando la razón vence, no queda forma de usar la fuerza.
Como boliviano estoy satisfecho de los resultados logrados en La Haya y creo como todos espero que más adelante sigamos cosechando más lauros en esta larga batalla legal, pero como el mejor de los hinchas del fútbol, el martes por la noche asistí a una goleada a domicilio de 13 a 0 en el Estadio Nacional de Santiago, ante escenario lleno y con transmisión en vivo y en directo.
Felicidades Don Carlos, usted es el mejor ejemplo para quienes aún dudan que el conocimiento y la preparación, puedan dar gloriosos frutos.
(*) Es paceño, stronguista y liberal
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