Recientemente Televisión Nacional de Chile emitió el capítulo 26 de su programa «El informante», dirigido por el periodista Juan Manuel Astorga, homosexual declarado, en el que éste abordó el tema «¿Qué le pasó a la Iglesia Católica?»; el panel de invitados estuvo constituido por el obispo auxiliar de Santiago de Chile, Monseñor Fernando Ramos, el sociólogo Eugenio Tironi, el sacerdote Fernando Montes S.J., y la religiosa Eugenia Valdés.
Como es ya habitual en los programas de las estaciones televisivas liberales y socialistas, y de los lobbies, el periodista acribilló al obispo Ramos, con los habituales temas dirigidos.
«La estrategia de esta embestida de amoralidad, consiste en utilizar el binomio «miedo y simpatía. Se utiliza el descrédito de la Iglesia, se la devalúa, se la sataniza, y, al final se la arrincona a las sacristías, para en definitiva sacarla de cualquier influencia social. Es decir «Debilitar la oposición religiosa enturbiando las aguas. Divide y reinarás.» Lanzando «a las corrientes liberales y moderadas contra las conservadoras», «en un esfuerzo por hacerse aceptar», centrando «a menudo la discusión en la "compasión". Así, cualquier persona que favorece la agenda homosexual demuestra compasión, mientras que quienes se oponen no demuestran ninguna» (ACCION FAMILIA, En defensa de una Ley Superior).
Hoy como en la Iglesia naciente, se busca expulsar del mundo la Verdad de la Fe, y no faltan tampoco «quienes elaboran algunos trucos de moral que hagan posible pecar con buena conciencia».
Don Plinio Correa de Oliveira, lo advertía magistralmente, distinguiendo en esa Revolución tres profundidades, que cronológicamente hasta cierto punto se interpenetran.
La primera, es decir, la más profunda, consiste en una crisis de las tendencias. Estas tendencias desordenadas por su propia naturaleza luchan por realizarse, no conformándose ya con todo un orden de cosas que les es contrario comienzan por modificar las mentalidades, los modos de ser, las expresiones artísticas y las costumbres, sin tocar al principio de modo directo las ideas, para pasar en una segunda etapa al terreno ideológico. Transformación de las ideas que en su tercera etapa extiende al terreno de los hechos, donde pasa a operar, por medios cruentos o incruentos, la transformación de las instituciones, de las leyes y de las costumbres, tanto en la esfera religiosa cuanto en la sociedad temporal (CORREA DE OLIVEIRA, PLINIO, Revolución y Contra Revolución).
Retornando a las propuestas del programa chileno «El informante», los panelistas en cuestión retomaron las pretensiones de la Revolución exigiendo «una conversión de la Iglesia», conversión a la que el sociólogo Tironi le otorga un sentido completamente distinto.
Jesús sembró para todos, pero no todos admitieron su semilla, invitaba al Reino. Jesús requería un cambio radical en la conducta, y no todos estaban dispuestos a entrar en ese cambio desgarrador. Este hecho que es en sí duro, calificó la misión de Jesús, de este modo vino a traer división, o a traer la espada. Los que le habían rechazado a ?l, serían ellos mismos rechazados, y otros ocuparían su lugar, con Jesús llegó el momento de la verdad. Si no os arrepentís, todos pereceréis (Lc 13, 3).
Los actos salvadores al ser rechazados se convierten en sentencia de muerte. Jesús habla del día de Juicio, como del día en que se hace pálido y se ejecuta un veredicto que los hombres emitieron contra ellos mismos: aquel que se avergüenza de mí y de mis palabras, ante esta raza adúltera y pecadora verá al Hijo del Hombre avergonzarse de él cuando venga revestido de la gloria de su Padre con los santos ángeles (Mc 8, 38).
La Palabra de Jesús se convierte en promesa y amenaza. Promesa para los discípulos que componían su séquito y para los pecadores que hallaban en ?l un manantial de esperanza y amenaza para la élite de la nación, para los miembros del sanedrín, los clérigos del tiempo, los movimientos de fariseos y saduceos, pero sobre todo los escribas. Jesús no alejaba a nadie de sí y de su salvación, eran los hombres mismos quienes al no escucharle se precipitaban al abismo de la condenación.
Empero, el sociólogo Tironi pretende una conversión de la Iglesia al mundo, una mundanización a ese ambiente malsano y pecaminoso que se respira entre las gentes que viven completamente olvidadas de Dios y no piensan sino en divertirse y entregarse a toda clase de placeres lícitos e ilícitos. El ambiente de frivolidad y de pecado que forman esas personas es lo que constituye el mundo en cuanto enemigo de nuestra alma (ROYO MARÍN, Teología moral para seglares, I).
A los discípulos de Nuestro Señor Jesucristo, San Pablo nos invita a ofrecer el verdadero culto que es espiritual y transformar nuestra mente no acomodándonos al siglo (Rom 12, 1-2). Esa es la conversión cristiana, no la que exigen los lobbies anti-Evangelio.
(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
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