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Domingo 27 de septiembre de 2015

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Cultural El Duende

BARAJA DE TINTA

La Reforma Educativa

27 sep 2015

De Francisco Xavier de Lerchundi, preceptor, al presidente del Concejo de La Plata

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La Plata, 19 de julio de 1787

Don José Eustachio Ponce de León y Cerdeña

Presidente del Concejo:

El preceptor de primeras letras. En vista de la representación del defensor general de huérfanos, y de la que igualmente acompaña el M.G.C., dice. Que al mismo propósito tres veces ha pedido auxilio a fin de extirpar los abusos y corrupción que tocó con su ingreso al ejercicio, ahora principal objeto del piadoso celo de vuestra señoría.

Es constante, señor, que están ocupados en la enseñanza unos hombres sin instrucción, sin calidades ni conducta unos hombres que abatidos por su ociosidad o destinos del mecanismo, no podían subsistir. Estos, señor Presidente, acogidos al sagrado de enseñar, han corrompido, y corrompen las plantas más tiernas de la viña de Jesucristo. Estos, señor, estos cuya ignorancia sube de barbarismos y solecimos en lo material de las oraciones de N.S.M.G., sino también, condiciones o negociaciones sustanciales, la dominical, el símbolo de la fe nuestra, como acreditara la continuación, o progresos de la presente materia. Estos, finalmente señor, son los que a mi instrucción, permítame Vuestra Señoría las expresiones a mi caridad, y celo, roban porción de tiempo con el necesario de mi atención en corregir, y reformar tantos destinos de que vienen embotados los niños, que pasan de su enseñanza a la mía.

Pero cómo podrán señor presidente, enseñar unos hombres de bajas extracciones, que no fueron enseñados, y no tienen el menor conocimiento de nuestros sagrados Ministerios. A la verdad señor, que estas razones resaltan demasiado, para detenerme más en ocupar la atención de vuestra señoría con los testimonios de que no saben las sílabas ga, ge, gi, go, gu.

Y si esto es cierto, como he experimentado y remito al examen, ¿cómo podrán enseñar a escribir, como la ortografía si no saben hablar castellano. Dejo señor aparte la grande ciencia de la aritmética, porque esta aunque tan necesaria para el comercio, y tratos de las gentes, es forastera generalmente en esta ciudad, a excepción de los que por mí enseñanza han logrado según su total extensión.

Este es señor presidente, el estado triste, de mi oficio que mira así a Dios y al público, este cuyas causas deben mantenerse alimentando y nutriendo a los niños con la leche pura de la doctrina cristiana, con el Pan sin corrupción del buen ejemplo, y este señor en fin, el que pide de todos los triaca o preservando con el conocimiento de la moral cristiana, cuyos males he tocado muy de paso, dejando los demás a la sabía penetración de vuestra señoría, a quien según la mía, oscura para alumbrar en el asunto presente, como puedo expondré los puntos siguientes, que me parecen conformes a la reforma.

1º Que como dicta la caridad es indispensable la separación de los sexos en las escuelas, a fin de evitar los inconvenientes, que saltan a los ojos de la dormida inocencia.

2º Que para efectuar esta intención, pide el público una matrona de probidad, y demás calidades que requiere destino tan recomendado.

3º Que la nombrada, precisamente, sea dotada con la asignación correspondiente a fin de que las niñas pobres logren la enseñanza, que no podrían si les grabase con la pensión, o contribución llamada pitanza.

4º Que amas de esta, que será pública y con título en forma, se nombren algunas, hasta el número que dicta la prudencia, con atención a la copia de las niñas que conceptuase la prudente regulación, pero examinadas conforme a derecho, y destinadas al ejercicio en los barrios más cómodos para excusar las molestias e incomodidades que acarrean las distancias.

5º Que siendo este sexo naturalmente vergonzoso para ponerlo en examen público, sea oportuno nombre vuestra señoría quien privadamente lo proceda con la caridad y prudencia que pide la materia.

6º Que no siendo ajeno de mi resorte esta diligencia, y viendo del superior agrado de vuestra señoría, tomare el trabajo de esta pensión, y procederé arreglado solicitando en los barrios que mejor faciliten las incomodidades.

7º Que para practicar la presente reforma con las formalidades necesarias, conviene ante todas cosas, se les notifique a los maestros, suspendan la enseñanza, mientras sean habilitados bajo las disposiciones de derecho, sin que obsten para ello cualquier títulos, pues precisamente, y sin excusa deben ser examinados, y permitidos en la ocupación los menos malos, o los más dignos por necesidad, con los correspondientes títulos.

8º Que el número de maestros, sea proporcionado a la copia de niños de la república, que en mi concepto tiene hasta quinientos poco más o menos, pues solos los nuestros se acercan regularmente a doscientos.

9º Que los nombrados para la enseñanza, se deberán reducir el número determinado, y estos destinarlos a los barrios que faciliten las molestias e incomodidades.

10º Que cuando bacase alguno, o por muerte, o por renuncia, que deberá hacer en forma, se reemplace con otro en su lugar.

11º Que la contribución o pitanza, que deberán llevar por su trabajo se establezca con moderación, y atención a la clase, y estado de los niños, las facultades de sus padres y en lo general a la pobreza del país.

12º Que para la mejor estabilidad, se formen reglas, que necesariamente deberán observarse por las actitudes del ejercicio.

13º Que haya un diputado celador, que visite las escuelas, y conozca los frutos y adelantamientos de ambas causas.

14º Que así mismo, Vuestra Señoría nombre un sujeto que al defensor general, y a mí nos autorice en la actuación de exámenes de los que presentándose en forma, quieran ocuparse en la enseñanza.

Sobre todo, la acreditada justificación de Vuestra Señoría, tomara los medios que le dictase la prudencia, y caridad, por ser de justicia, en honor de Dios y utilidad de la cosa pública.

Francisco Xavier de Lerchundi,

Preceptor de primeras letras.

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