Nadie podría dudar de que la libertad es el mejor bien que vive el ser humano, la forma más perfecta de entender que el hombre tiene libre discernimiento y que, de todos modos, debe basarse en la moral; es decir, con virtudes que se hacen valores y principios.
La moral, que tiene a la ética como filosofía, es sustantiva para que el ser humano obre responsablemente, apegado a las leyes morales que han sido dictadas por Dios y en las que basan sus fundamentos las leyes aprobadas en la sociedad, leyes sin las que sería imposible vivir y cuya ausencia implicaría, de todos modos, vigencia de la anarquía y, con ésta, de la criminalidad, la desobediencia a la Constitución y las leyes.
Cuando los seres humanos vulneran los principios de la moral y la ética, propenden a ingresar en los campos vedados del caos, un caos que puede ser político, social, económico o de cualquier índole. Sin bases morales no puede haber ni dignidad ni libertad y menos aspirar a vivir en condiciones de paz y concordia con los demás. La moral, pues, es fundamento de vida y comportamiento responsable que implica respeto a los derechos humanos, a las leyes sustantivas que rigen a una nación, a la propiedad ajena, al derecho a disentir y expresarse libremente de todos los hombres que integran una sociedad.
Cuando los traspiés políticos, sociales o económicos determinan posiciones colindantes con la anarquía, se corre el peligro de abandonar totalmente el sentido moral que debe tener la vida; se pone en peligro principios y valores y, de ahí, se pasa fácilmente a violentar los principios que rigen la vida de los integrantes de un país.
Cuando la moral es subestimada por los intereses creados y conveniencias subalternas de los hombres, no hay respeto por nada ni por nadie; no rezan ni leyes ni normas fundamentales porque rigen solamente los caprichos y las posiciones que solo saben de derechos y no de obligaciones y deberes. Contravenir los principios morales y éticos en la vida de una sociedad es atacar directamente los cimientos de paz, armonía, decencia y valores de quienes conforman esa sociedad; es, en otras palabras, violentar lo que merece respeto, consideración y apoyo; es, finalmente, usar el derecho de la fuerza.
El libre discernimiento permite actuar con entera libertad y solo sujetos a la moral y los principios, a las leyes fundamentales que rigen la vida y al respeto que merece la sociedad en que se vive. El libre discernimiento es actuar en los parámetros de lo digno y honesto, de lo justo y responsable, de lo que enaltece y honra la vida del ser humano. El libre discernimiento contribuye a la vigencia y vida plena de las leyes morales y sublimiza las virtudes del ser humano.
Vivir moralmente dignos, honestamente rectos, responsablemente decentes, es honrar a la comunidad en que se vive.
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