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Domingo 20 de septiembre de 2015

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Revista Dominical

Cuadro 6: Cupido y Psique niños de Bouguereau

...El mito entre el amor y la psique

20 sep 2015

Marcelo Arduz Ruiz

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En la mitología romana, Cupido es el dios del amor en todas sus variantes, que tras experimentar cierto proceso de mutación llega a nuestro tiempo idealizado en un infante desnudo y alado, provisto de arco y carcas, que dispara sus saetas a los mortales para despertar en ellos la llama del amor o la pasión; llegando a cumplir rol similar en la versión cinematográfica moderna, un modesto motorizado color rojo: el clásico Volkswagen, más conocido en el oriente boliviano como "peta" (o tortuga).

En la vertiente etimológica, su nombre proviene del latín Cupídus: deseo ansioso y apasionado, que en una derivación alude al antojo de favorecer y agradar en afán de inmortalizar el amor. Aunque de modo general se lo considera benéfico, en la acepción latina también se emplea la palabra con cierto caris negativo, por un comportamiento a menudo travieso al tratar de complacer a la veleidosa Venus, ya sea como casamentero o disparando flechazos sin atenerse a la predestinación, es decir sin ton ni son, representado a veces con los ojos vendados. En el mito romano se opera cierta deformación a partir de la divinidad griega Eros, el hijo del Zeus y Afrodita, eternamente joven y de extraordinaria belleza, pero inconstante en sus afectos.

Su madre, la celosa diosa del amor, indignada ante la belleza de la menor de las hijas del rey de la Hélade, llamada Psique, ante la cual la gente acudía en masa para verla, admirarla y hasta idolatrarla, como castigo decidió encargar a su hijo Cupido le dispare al corazón una flecha para hacerla enamorar del más feo y despreciable de los mortales, pero sucedió lo que menos ella esperaba, pues en cuanto su hijo vio a la princesa quedo perdidamente prendado de ella, y disparando la saeta al mar encargo al viento de la Aurora (Céfiro) la llevara a un refugio escondido en el bosque (a la manera actual de un motel perdido en la jungla de cemento y asfalto), donde amparado por las penumbras le declaró su amor y haciéndole jurar que jamás contara a nadie lo sucedido, desapareció misteriosamente del lecho al despuntar el alba.

Preocupado por las fugas nocturnas de la hija, el rey decidió acudir ante el oráculo que predijo tendría por esposo un monstruo que atormentaba tanto a los mortales como a los dioses, por lo cual encargó a las hermanas le convencieran creer que lo que imaginaba magnífico palacio atendido por misteriosa servidumbre, era un antro y el que al despuntar el alba desaparecía en realidad era un monstruo, recomendándole que no lo volviera a tratar.

Atormentada por el comentario, un día la hermosa Psique quiso cerciorarse que su enamoramiento no correspondía a la aterradora realidad comentada por las envidiosas hermanas. Mientras Cupido dormía despreocupadamente, acercó al lecho una lumbre y con gratísimo asombro pudo enterarse que su amante secreto era nada menos que el más hermoso de los dioses, pero para desgracia suya ese momento la lámpara derramó una gota caliente que al caer en la espalda desnuda del bello Cupido lo despertó. Tras reprender a la joven la curiosidad con que incumpliera su palabra a riesgo de perderlo para siempre, enfurecido desapareció prometiendo no volver a verla.

El abandono sumió a la princesa en terrible desasosiego, a tal punto que optó por quitarse la vida arrojándose al caudaloso río, pero salvada por el dios campestre Pan, bajo su conseja se armó de valor para buscar a Cupido ansiando la perdonara, pero con tan mala suerte que en el camino se topó nada menos que con la madre, quien la hizo su esclava y cruelmente le impuso los más humillantes trabajos, ordenándole un día a bajar a los mismos infiernos para pedir a Perséfone alguna pócima que renovara sus encantos.

El encargo no tenía otro propósito que Psique sirva de festín al can Cerbero, pero la bella joven atenida a una voz angelical que escuchó (la del mismo Cupido que la continuaba amando en secreto) portó dos monedas para el balsero Caronte y en las manos dos tortas de pan moreno para distraer a la terrible bestia. Solamente así la princesa pudo entrevistar a la mismísima reina de los infiernos y salir ilesa de los reinos de Hades, pero afuera picada por la curiosidad se le ocurrió abrir la cajita que le entregara Perséfone y un vapor soporífero la desmayó.

Y ocurrió lo que menos imaginara: despertar entre los brazos de su amado Cupido, quien no queriendo soportar tanta maldad hacia la joven por parte de su madre, pidió a Zeus convoque a todos los dioses para juzgar el caso; y siendo el fallo favorable para la sufrida princesa (o Cenicienta, lo mismo da) se le concedió el don de la inmortalidad recuperando tras muchas pruebas la inocencia para siempre junto a Cupido.

Al final se cuenta que en la mansión del Olimpo, la misma Afrodita reconciliada con la bella joven, tomó parte en las danzas que se celebraron en su honor. Una vez más se constata las maravillas que puede obrar este sentimiento en el corazón de los simples mortales y los dioses, en lo que podríamos decir un adagio más cercano a nuestro tiempo que al mismo mito: "el amor tiene sus razones que la psiquis humana no puede comprender!"?

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