Esa fue una consigna que entre muchas otras lanzó nuestro Primer Mandatario y secundado con igual intención, aunque con diferente apreciación por el Vicepresidente, señalando ambos el deseo de "gobernar escuchando al pueblo", lo grave del caso es que se trata de muchas voces, con diferente timbre y variados postulados pero emitidos en busca de respuestas objetivas.
Escuchar al pueblo, seguramente es la tarea más difÃcil en que se empeña un polÃtico, tratando de acercarse a sus seguidores posiblemente con muy buenos propósitos, pero difÃciles de hacerlos realidad por su diversidad, pero además por la caracterÃstica de cumplimiento que otorgan algunos "movimientos sociales" y lo hacen con carácter perentorio.
La secuencia de actividades se da en un contexto de muchas variables, la mayorÃa supuestamente cumpliendo esa promesa de "escuchar al pueblo" para atenderlo, empero muchas voces se dispersan en el escenario de tiempo y espacio, sin llegar a los oÃdos de los gobernantes, por tanto sin lograr respuestas oportunas a pedidos de contingencia.
Si hay una necesidad imperiosa para fortalecer la interrelación entre gobernantes y gobernados es practicar una de las opciones más importantes de la democracia saber escuchar y saber hablar, pero este proceso no es tan simple si además no se cumplen los otros preceptos, que recomiendan asimilar eso de "saber dejar escuchar y saber dejar hablar", pues el proceso no es simplemente que unos hablen e impongan y los otros escuchen y acaten.
El error que se produce en este ciclo de hablar y escuchar es que generalmente los que más hablan son los que tienen el poder en las manos, los que escuchan son sus seguidores, pues el resto está al otro lado del margen donde sólo pueden escuchar lo que les digan pero difÃcilmente pueden ser escuchados sus mensajes.
En la polÃtica que rutinariamente se cumple en nuestro medio, algunas voces, aquellas que tienen el mismo diálogo y similar sentido discursivo que la superioridad puede lograr respuesta, empero las voces que tienen diferentes consignas son las que no se escuchan, por lo mismo no se responden y resulta que en muchos casos son parte del coro mayoritario de la comunidad deseosa de hacerse escuchar y recibir atenciones desde el poder central, mÃnimamente de sus autoridades subnacionales.
Entre mensajes que se emiten y contenidos que se asimilan está la gran diferencia de manejar con sentido práctico el intercambio de ideas, por un lado formulando planteamientos y por el otro escuchando al pueblo, que no sólo se trata de los seguidores interesados en adular a los jefes, sino más bien de una cantidad más representativa del pueblo que vive sintiendo la carencia de servicios públicos, de fuentes de empleo, de salario justo que pueda costear la canasta familiar, de los que esperan mejores servicios de salud, educación, transporte y prioritariamente los elementales servicios básicos, agua, alcantarillado y luz. Escuchar esas voces es el gran desafÃo.
Está visto que perder el sentido de la práctica de escuchar al pueblo, puede crear una barrera de incomprensión, lo que se convierte en un conflicto de injusta relación, cuando se establece que la mayorÃa de las voces son las que tienen la razón, frente a los ruidos y alabanzas de unos pocos en busca de beneficios sectarios. Por lo expuesto, gobernar escuchando al pueblo es una tarea de alta responsabilidad, pero sobre todo de mucha práctica y equidad para escuchar al coro de la comunidad y no sólo al grupo de moda.
Fuente: LA PATRIA
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