Estaba cumpliendo mis primeros dos meses como Comandante de Puesto en Ascensi贸n de la Frontera, un pueblo hermoso, peque帽o pero divino en la provincia 脕ngel Sandoval del departamento de Santa Cruz. Este poblado de no m谩s de 400 habitantes por aquel entonces, era un punto clave en la ruta entre San Ignacio de Velasco y San Mat铆as, el lugar m谩s septentrional y distante del pantanal nacional.
Esta ciudad tiene como rasgo patri贸tico m谩s interesante el hecho de que a煤n le pertenece a Bolivia debido a que en sus arranques de locura sin igual de Don Mariano Melgarejo, permut贸 con el Brasil todo el territorio al borde de esta especie de cabecita geogr谩fica por un caballo y un t铆tulo honorario, pero m谩s bien pidi贸 conservar este para铆so puesto a que al igual que mi persona, sirvi贸 a la Patria como soldado en este remoto conf铆n.
Luego de tres semanas aproximadamente como autoridad m谩xima de Ascensi贸n, lleg贸 a mi Comando la orden de hacer mi primera patrulla con destino a El Torno, un caser铆o a 30 kil贸metros rumbo al sur, y el levantamiento respectivo de las novedades de la zona.
Prepar茅 a mis hombres, cuatro soldados, (debo aclarar que los 9 que estaban a mi mando en este puesto hab铆an sido todos ellos mis reclutas en formaci贸n cuando fui su Comandante de Secci贸n, por lo que los conoc铆a casi de memoria), de manera que opt茅 por formar a dos cochabambinos bastante empe帽osos y dos de San Mat铆as, uno de ellos mi leal, el "Trapito", un petiso que hac铆a a uno reflexionar tratando de averiguar d贸nde hab铆a metido la mitad de hombre que faltaba, pero que cuando uno le encomendaba una misi贸n la cumpl铆a a la perfecci贸n.
Partimos alrededor de las 4 de la ma帽ana, la oscuridad de la noche no ten铆a nada que ver con la temperatura que era de unos 18 grados, e invitaba a una jornada con muy buen clima. Avanzamos a buen tranco aprovechando lo fresco y que por d贸nde 铆bamos a煤n hab铆a camino bueno. Cuando aclar贸 la ma帽ana ya est谩bamos entrando a la selva y el calor y la humedad empezaban a ser el complemento ideal para aquel verde paraje al que est谩bamos ingresando.
Realmente me cuesta entender como no fui capaz de llevar una c谩mara fotogr谩fica conmigo y poder retratar paisajes que lastimosamente solo viven en mi mente y mis sentidos, como aquella alfombra de orqu铆deas azules que pon铆an en el aire un olor a vainilla profundo como los flanes que me preparaba mi mam谩 cuando hab铆a sacado una buena nota en el colegio (muy de vez en cuando para mi infortunio), o la selva de toborochis que apenas dejaban pasar los rayos de luz al punto de hacernos pasear unos cientos de metros casi a tientas, o cuando al ingresar a una especie de curichi despertamos de su letargo a un millar de mariposas amarillentas que imped铆an ver al frente pues eran tantas que no hab铆a espacio en el aire ni para ellas mismas.
Nos faltaban seg煤n lo programado unas tres horas para llegar a la meta trazada para ese d铆a por lo que decid铆 racionar un poco el l铆quido elemento pese al calor reinante que para ese momento ya rondar铆an los 42 grados.
Fue de repente que al acabarse el sendero de un pajonal tupido cuando se present贸 ante nosotros el verdadero Ed茅n, pues si este realmente existi贸 o se parec铆a mucho al lugar donde est谩bamos o al menos deb铆a hacerlo, pues se trataba nada m谩s y nada menos que del para铆so en la tierra. Una laguna inmensa de agua cristalina con vegetaci贸n pantanera a todo el rededor, garzas encima de troncos por la mitad y miles de hojas circulares flotantes en las que cientos de aves reposaban o se aprestaban a pescar. Por los cielos parabas de todos los colores del arco iris volaban en contra sentido de los tucanes que me encantaron siempre por ese hemoso perfil y su sin igual revolotear, quien haya visto un tuc谩n en el cielo sabe de lo que hablo. Caimanes y antas jugaban al gato y al rat贸n en las orillas y el ruido de monos chilladores y loros hac铆an que la paz del lugar tenga su propia armon铆a. Fue la primera vez que vi un p谩jaro carpintero que dej贸 de machacar un 谩rbol seguramente por la curiosidad que le causaban estos cinco extra帽os diferentes a lo que ve铆an usualmente. Decid铆 acampar ah铆 y llegar al objetivo al d铆a siguiente, pues no permanecer en ese lugar por una noche era realmente un sacrilegio, y como yo estaba a cargo de la misi贸n pues hice la mejor decisi贸n y realmente me fue muy bien,porque cuando cay贸 la noche y las luci茅rnagas comenzaron su fiesta en torno a nosotros el manto del cielo negro nos regal贸 el espect谩culo estelar m谩s alucinante que pudieron ver mis ojos.
Cuando uno tiene la fortuna de entran en contacto de esa forma con la naturaleza y tener la facultad de entender que toda esa maravilla es obra del hacedor, se da cuenta que es tan peque帽o, casi insignificante frente a toda su obra, y que si tenemos los 5 sentidos para apreciar su magn谩nima creaci贸n, deber铆amos demostrar nuestro agradecimiento d铆a a d铆a respetando su voluntad, que no es otra cosa que vivir en comuni贸n y armon铆a con todo lo que 茅l nos regal贸 para nuestro beneficio y disfrute.
La sociedad ha ido generando a lo largo de su existencia cada d铆a m谩s y mayores necesidades, y su inteligencia y creatividad se han demostrado al m谩ximo debido justamente a la enorme destreza que muestra a la hora de satisfacerse. Las urbes crecen y con ella sus miles de necesidades para cobijar y dar confort a sus habitantes y muchas veces estas necesidades no se llevan de la mano con el medio ambiente.
Hace mucho que el hombre se dio cuenta que no puede dar curso a sus requerimientos de vida sin cuidar la naturaleza y en su ingenio ide贸 las pol铆ticas medioambientales que hoy rigen muchas culturas y legislaciones a nivel mundial. Nuestro actual gobierno lleg贸 al poder acompa帽ado de un discurso pachamamista con versos muy arraigados en la comuni贸n del hombre con la naturaleza, sin embargo en los hechos viene demostrando de varias maneras que su verso no trasciende las palabras o los papeles y que en la realidad es muy diferente, o mejor dicho muy parecido a los peores enemigos de la naturaleza.
El proyecto en la ciudad de La Paz del telef茅rico no solo ha logrado muchos adeherentes como mi persona y m谩s de un visitante, incluidos los mismos chukutasque han quedado maravillados con las vistas que se generancon este medio de transporte cuando se sube por las escarpadas laderas pace帽as rumbo a la ciudad de El Alto. No s茅 a ciencia cierta si cumple con su objetivo como medio de trasporte pero si s茅 que es una nueva y hermosa caracter铆stica de la ciudad maravillosa. Sin embargo cuando la gerencia se obstin贸 en la construcci贸n de la "L铆nea Blanca" por la avenida Germ谩n Busch (proyecto que no tiene sentido alguno ni como transporte ni como aporte tur铆stico), a toda costa, pese a la oposici贸n de la vecindad, y m谩s a煤n cuando sin respeto por la poca naturaleza que tiene la ciudad se dispuso a talar 谩rboles centenarios para su ejecuci贸n, dio una clara muestra de la enorme irracionalidad que a veces genera el poder.
No se puede justificar el aniquilar un 谩rbol con 120 a帽os de existencia aduciendo que se plantaran 20 nuevos por 茅l, es un insulto a la inteligencia humana, no existe punto de comparaci贸n. Nunca se debi贸 haber hecho lo que se hizo en la zona de Miraflores. Los humanos deber铆amos ser m谩s respetuosos con la obra del Se帽or y no necesitar tener la suerte que tuve yo de poder estar en aquella selva para maravillarme con tanta belleza. Deber铆amos m谩s bien, cada d铆a dedicarnos a que su obra se manifieste en nuestro entorno citadino con nuestra obra, creando cada d铆a m谩s espacios verdes y no destruyendo los pocos que hay.
En La Paz hay una nueva cicatriz hecha por el hombre y va a sangrar mucho cada d铆a, pues dudo que podamos hacer algo para cerrarla pronto.
(*) Pace帽o, stronguista y liberal
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