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Domingo 13 de septiembre de 2015

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Cultural El Duende

Quijotismo cochabambino

13 sep 2015

Benjamín Guzmán

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Alguien dijo con mucha gracia que en el suelo cochabambino estaba enterrada la canilla de Don Quijote, sin duda para arrancar de ahí la consecuencia de que el poder fertilizador de ese fragmento óseo ha dado una producción exuberante en esa hermosa tierra.

Yo que tengo en las venas por lo menos un cincuenta por ciento de sangre cochabambina, creo que también he heredado algo de esa canilla y voy a romper lanzas con mis coterráneos para deshacer entuertos y defender doncellas.

¿Realmente Cochabamba es un pueblo de Quijotes?

Tomemos un espécimen social, el más simple: el "cholo" cochabambino, el "cholo", comparado con su similar europeo, es el mortal más feliz de la tierra. El que menos tiene su pedazo de terreno, su caballo, sus dos pollinos, su vaca lechera, su mujer y su "charango".

La bendecida exuberancia del suelo no le ocasiona más trabajo que el de abrir el surco, sembrar el grano y esperar que llueva para tener todas las subsistencias. Pues, bien, ese feliz mortal, el día menos pensado, abandona este holgado vivir y da un adiós a su patria, atraviesa inmensos territorios, con su mujer, sus hijos y sus perros y va a rendir la vida en suelo extranjero, ofreciendo el más heroico, el más solemne holocausto al trabajo.

¿No es este un quijotismo?

Y este quijotismo no es solamente del "cholo" cochabambino, sino también del hombre de las clases elevadas. El cochabambino es capaz de abandonar un palacio por salir fuera de su país.

Hagamos la estadística del número de individuos y familias que salen anualmente de Cochabamba a los demás departamentos y al exterior, y tendremos un porcentaje que supera en mucho al de las demás secciones de Bolivia, quijotismo emigratorio podríamos llamar a este quijotismo.

La historia de nuestra independencia está también llena de ejemplos que demuestran la influencia de aquella célebre canilla.

El pueblo, el sencillo y buen pueblo, se levanta un día, abandona sus faenas agrícolas, sus chacarismos y sus bueyes, funde sus utensilios de cocina para hacer armas de guerra y se lanza al altiplano andino para vencer con garrotes y cañones de plomo a un ejército europeo.

¿No es este un quijotismo heroico?

Lucen los días de paz y de libertad y los descendientes de aquellos que fundieron cañones de plomo para conquistar su independencia política, quieren conquistar también su independencia económica y hacen un ferrocarril mediterráneo, estupendo y nunca visto, pues, para hacerlo, llevan los rieles y las locomotoras a fuerza de mulos, salvando escarpadas cordilleras y caudalosos torrentes. ¿No es este un quijotismo industrial digno de admiración?

Para el cochabambino no hay país como Cochabamba, ni río como el Rocha, ni campiña como Cala Cala, ni Cordillera como el Tunari, ni talento como el de Baptista, ni austeridad como la de Granado.

Y también todo ese amor propio constituye un quijotismo sublime que trae a la memoria el pensamiento de un gran filósofo que dijo:

"El único egoísmo que yo admiro es el de aquel que dice: No hay patria como mi patria, ni madre como la mía".

Id al pueblo más miserable de Cochabamba y encontraréis que los niños se llaman Virgilio, Cicerón, Pericles, Ciro, Temístocles, Cincinato, Franklin, Washington, Napoleón. ¿Este no es un quijotismo? Puede ser, pero, por lo menos, es conocimiento de la Historia Universal y admiración por sus héroes y sus sabios.

Pequeñas chifladuras, quizás algunas veces, hasta ridículas porque han dado lugar a críticas acerbas pero que a mi juicio son tendencias fundamentales dignas de llamar la atención puesto que muchas de ellas han producido resultados inesperados.

La tendencia emigratoria es la aspiración a lo nuevo; la tendencia de crear más que los demás es el egoísmo colectivo indispensable para el progreso de los pueblos.

Todas estas son fuerzas ocultas que serán provechosas si se las encauza y dirige.

Nuestras pasiones, nuestros vicios, nuestros impulsos, son otras tantas fuerzas que mal dirigidas hacen daño, y bien dirigidas son elementos de provecho como el agua, como el fuego y como la electricidad que destruyen y matan si se les deja libres.

Nota de Carlos Medinaceli.

Cuánto habría placido este artículo a don Miguel de Unamuno, él que sobre una simple frase de Arguedas en Pueblo Enfermo, supo intuir una tan penetrante visión de psicología social en su admirable estudio "La imaginación de Cochabamba". Al genial exegeta de la Vida de Don Quijote, qué sabrosos comentarios le habría sugerido esto que con risueña perspicacia dice Benigno Guzmán sobre "el quijotismo" de sus casi paisanos, los gloriosos descendientes de "Las Heroínas de la Coronilla".

Esta amena página costumbrista estaba arrumbada ahí, en un viejo número de El Norte de La Paz, creo que de 1915 de dónde me ha parecido justo reproducirla aquí. Apréciela el buen lector.

Tradicionista cochabambino.

Fuente: "Cochabamba vista a través de viajes y cronistas, siglos XVI al XXI" de Mariano Baptista G.

Texto recuperado por Carlos Medinaceli, del periódico "El Norte de La Paz", de 1915

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