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Domingo 13 de septiembre de 2015

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Cultural El Duende

Allen Ginsberg, un viejo beatnik

13 sep 2015

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De las entrevistas difíciles, la que hice a Allen Ginsberg ha sido la más complicada y también la de menor fortuna. Lo entrevisté en New York, en el hotel Saint Moritz, durante una convención del Pen Club que se hizo famosa, entre otras razones, porque ahí se inició la publicitada polémica que protagonizaron Gunther Grass y Mario Vargas Llosa. Aquello, la convención, era un verdadero coto de caza. Uno podía charlar, como si tal cosa, con Arthur Miller, Susan Sontag, Saul Bellow, Norman Mailer y muchísimas otras luminarias de las letras. Pero en esa brillante multitud, yo vi en Ginsberg un brillo especial. El heredero de Whitman lucía una barba salvaje, como en los buenos tiempos de la beat generation, una camisa rojo escarlata y una corbata plateada. Ginsberg resplandecía como un viejo sabio fuera de la ley.

Pienso que sería farragoso enumerar todos los problemas que se sucedieron desde el momento en que Ginsberg aceptó la entrevista. Dichos problemas fueron superados, pero hubo uno que no tuvo solución. Descubrí una interferencia en el audio de la cinta de video, cuando ya el poeta había partido. En suma, salvo un cortísimo tramo, nuestra conversación era ininteligible.

Quizá resulte demasiado sentimental dar a conocer este inconexo fragmento. No puedo evitarlo. Es el amor por el hijo tullido.

(zumbido)... es cuestión de saber, de sentir que a uno le salen mariposas de la barba.

Ginsberg, ¿cómo se escribe un poema?

Bueno, eso es algo que yo también me pregunto. Puedo decirte solamente que a mí me ocurren cosas; son cosas que vivo y sueño. Y creo que, de alguna manera, me llegan noticias de tales cosas. Porque, en realidad, yo no escribo poemas. Apenas soy un secretario que toma notas; algo dentro de mí, una voz, me dicta todos los versos de mis poemas.

¿Qué fue la beat generation?

Un grupo de amigos que vivieron en New York, unos patas de barrio. Amigos espirituales, con mucho sentido del humor y un gran ánimo belicoso; amigos que buscaban la expansión de la conciencia y la liberación total. Eso fueron Jack Kerouac y Gregory Corso. Kerouac murió y Corso es hoy un viejo perro, un gran poeta que está escribiendo en estos días una impresionante obra. Pero los beatniks, también, fuimos un grupo de maricones. Yo soy maricón, Burroughs era una loca fabulosa.

¿Kerouac y Corso eran también maricas?

No, no. Ellos eran muy machos.

¿Y la poesía de los beatniks?

No existía un arte poético común. En cada uno, en cada poeta, yo podía ver una rockola de hidrógeno distinta, un modo de escupir fuego que a veces... (zumbido).

Fernando Ampuero (1949). Escritor y periodista peruano.

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