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Domingo 13 de septiembre de 2015

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Revista Dominical

Los Musikantes de Bremen

13 sep 2015

Victoruro Sepúlveda

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Viajando por Alemania visito a mi gran amigo de la infancia Ulli Simon que vive en Bremen con quien estudiamos juntos de tercero a sexto básico y cantábamos en el coro de nuestra escuela en Valparaíso, Chile. Crecimos y seguimos vinculados con la música hasta hoy aunque en ciudades y continentes distintos. Recordamos antiguas canciones de la misa católica y las volvimos a cantar por divertirnos ahora, el Kirie y el Sanctus en latín. La voz de Ulli sigue fresca y clara como entonces y puede llegar a cantar notas muy altas.

En un paseo que dimos en bicicleta por la ciudad, me llevó a conocer la escultura en bronce junto al Ayuntamiento de los Musikantes de Bremen y me contó la leyenda originalmente escrita como cuento infantil por los hermanos Grimm.

Pero cada persona consultada en Alemania tiene una versión diferente de las cuales hago una compilación que me parece interesante.

LOS MUSIKANTES DE BREMEN

En el crudo invierno europeo y en las afueras de Bremen, Alemania, la nieve cubre los bosques de abedules, pinos, tilos y arces con esa luminosidad tenue de los días grises al atardecer. La chimenea con abundante leña calienta el ambiente de la casa dejando escapar una gruesa columna de humo por la chimenea que llega hasta el establo donde lo huelen los animales. También se escucha una conversación que se confunde con el chisporrotear del fuego y entonces el burro para las orejas porque están hablando de él.

Este burro está muy viejo y ya no sirve para el trabajo del campo, no puede llevar las cargas en el lomo y rebuzna muy fuerte en las noches despertando a toda la familia, y para colmo se ha puesto cada vez más porfiado y no obedece a las riendas, ya no queda otra alternativa que matarlo y aprovechar su carne que debe estar dura para hacer charqui y venderlo faenado a buen precio en la ciudad.

Al escuchar esto el pobre burro viejo hace un tremendo esfuerzo para no rebuznar del susto y salta la empalizada cayendo pesadamente sobre un colchón de nieve al otro lado, se sacude y comienza a caminar lo más rápido que puede siempre mirando atrás por si no lo están siguiendo. Ya entrada la noche y en completa oscuridad oye gemir a un perro, se acerca sigilosamente y alcanza a distinguir su silueta. Resoplando de cansado le pregunta el motivo de sus desventuras y el perro le contesta que sus amos ya no lo quieren porque está viejo y de tanto ladrar casi no tiene voz por lo tanto no los puede alertar de los peligros y que come mucho y como está gordo se lo pasa durmiendo gran parte del día y ya no lo dejan entrar en la casa porque tienen un bebé.

El viejo burro conmovido lo invita a caminar con él y le cuenta su historia que en algo se parece a la suya. Mientras caminaban al burro se le ocurre hacer un dúo y dirigirse a Bremen para ganarse la vida cantando y haciendo música en la calle, en las plazas y frente a las antiguas iglesias los días domingos pues sabido es que en esa ciudad quieren a los animales y aceptan de buena gana a todos los extranjeros y visitantes porque su gente es muy buena. Al perro le parece buena la idea y siguen caminando juntos.

Un gato que los observaba desde una cueva entre las piedras les sale al paso y pregunta hacia dónde se dirigen. Al contarle de sus penurias y nuevos proyectos el gato les cuenta que también el fue echado a patadas de su casa porque estuvo ausente más de una semana y regresó con las orejas cortadas, lleno de pulgas, con la cola semipelada y se lo pasaba durmiendo en los sillones y ya no cazaba ratones, entonces les pide que lo acepten para hacer un trío y ofrece sus maullidos bien afinados. El burro y el perro están de acuerdo y los tres siguen caminando alegremente llenos de esperanza.

Más adelante se les une un gallo casi desplumado con la cola chamuscada que se había escapado de la cocina de una casa donde estuvo a punto de convertirse en cazuela. Conversando y riendo los cuatro nuevos amigos descubren a lo lejos una luz tenue que salía de la ventana de una casa abandonada y solitaria del bosque. Se acercaron curiosos sin hacer ruido y descubren a unos ladrones que discutían acaloradamente tratando de repartir su botín de todo lo robado aquel día. Al gallo se le ocurre darles un buen susto para hacerles escapar y quedarse a dormir allí resguardados del frío y la nieve.

Así es como inventan subirse uno sobre otro y entrar gritando y cantando lo mas fuerte posible. Fue tan grande el espanto y la sorpresa que se llevaron los pillos al ver entrar a esta especie de monstruo que salieron huyendo y brincando de terror para nunca más regresar dejando sobre la mesa el producto de sus fechorías.

A la mañana siguiente después del reparador descanso se dieron cuenta que sus temores y angustias habían desaparecido y se pusieron a cantar de puro contento, componiendo canciones y coplas que sonaban cada vez mejor.

Desde entonces cuentan que de vez en cuando se escuchan a los musikantes entonar sus extrañas y melodiosas canciones pero no se los ve y quienes tienen la suerte de oírlas quedan extasiados con una sensación de alegría mientras caminan por las empedradas calles de Bremen.

Para tus amigos: