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Viajando por Alemania visito a mi gran amigo de la infancia Ulli Simon que vive en Bremen con quien estudiamos juntos de tercero a sexto básico y cantábamos en el coro de nuestra escuela en ValparaÃso, Chile. Crecimos y seguimos vinculados con la música hasta hoy aunque en ciudades y continentes distintos. Recordamos antiguas canciones de la misa católica y las volvimos a cantar por divertirnos ahora, el Kirie y el Sanctus en latÃn. La voz de Ulli sigue fresca y clara como entonces y puede llegar a cantar notas muy altas.
En un paseo que dimos en bicicleta por la ciudad, me llevó a conocer la escultura en bronce junto al Ayuntamiento de los Musikantes de Bremen y me contó la leyenda originalmente escrita como cuento infantil por los hermanos Grimm.
Pero cada persona consultada en Alemania tiene una versión diferente de las cuales hago una compilación que me parece interesante.
Este burro está muy viejo y ya no sirve para el trabajo del campo, no puede llevar las cargas en el lomo y rebuzna muy fuerte en las noches despertando a toda la familia, y para colmo se ha puesto cada vez más porfiado y no obedece a las riendas, ya no queda otra alternativa que matarlo y aprovechar su carne que debe estar dura para hacer charqui y venderlo faenado a buen precio en la ciudad.
Más adelante se les une un gallo casi desplumado con la cola chamuscada que se habÃa escapado de la cocina de una casa donde estuvo a punto de convertirse en cazuela. Conversando y riendo los cuatro nuevos amigos descubren a lo lejos una luz tenue que salÃa de la ventana de una casa abandonada y solitaria del bosque. Se acercaron curiosos sin hacer ruido y descubren a unos ladrones que discutÃan acaloradamente tratando de repartir su botÃn de todo lo robado aquel dÃa. Al gallo se le ocurre darles un buen susto para hacerles escapar y quedarse a dormir allà resguardados del frÃo y la nieve.
Asà es como inventan subirse uno sobre otro y entrar gritando y cantando lo mas fuerte posible. Fue tan grande el espanto y la sorpresa que se llevaron los pillos al ver entrar a esta especie de monstruo que salieron huyendo y brincando de terror para nunca más regresar dejando sobre la mesa el producto de sus fechorÃas.
Desde entonces cuentan que de vez en cuando se escuchan a los musikantes entonar sus extrañas y melodiosas canciones pero no se los ve y quienes tienen la suerte de oÃrlas quedan extasiados con una sensación de alegrÃa mientras caminan por las empedradas calles de Bremen.
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