Sábado 12 de septiembre de 2015
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El escolar lucía impecable, con cachetes rosados, el cabellito engominado, la boina ladeada caminando dentro del tanque de cartón, mientras sus compañeritos lo seguían vestidos como rangers alzando armas de diferentes tamaños y materiales, listas para disparar. Fotógrafos y padres de familia aprovechaban imágenes, algunas de las cuales lucieron primera plana matutina.
El desfile infantil por el Día de la Bandera fue una demostración guerrerista, a tono con un peligroso ambiente que alienta el Gobierno y que los ciudadanos amplificamos sin reflexionar. Contemplé azorada esa demostración contraria a la cultura de paz y ningún profesor me pudo aclarar de dónde venía la instrucción. ¿Del Ministerio de Educación, del Ministerio de Defensa?
Desde hace años, muchos padres dejaron de comprar armas de juguete, incluso pistolas de agua, como una contribución personal pero significativa para evitar futuras violencias y futuros imaginarios en los cuales se cree que las balas (los golpes) arreglan los conflictos personales o colectivos.
Sin embargo, en el último lustro en Bolivia hay un discurso agresivo, confrontacional, por el más pequeño motivo. Para ese estado de ánimo, la reinvindicación marítima cuadra perfectamente. Revisemos declaraciones de altas autoridades, muy lejanas de lo que se supone debe ser el espíritu de la Corte de La Haya, creada justamente para reemplazar el cañón por el diálogo.