Ese martes 11 de septiembre tenía que ser un día corriente, al menos en las tareas planificadas para la semana. Yo trabajaba en Oruro como subjefe de ciudad en el Censo de Población y Vivienda 2001. Mi hermano mayor se levantó temprano y puso música argentina para todos y a todo volumen, mis otros dos hermanos también se alistaron para la universidad, y salieron los tres muy risueños,y yo partí rumbo al trabajo. Llegué presuroso al escritorio para leer unos documentos y alistar un último informe, y unos minutos después entró la secretaria para decirnos que los jefes querían vernos con urgencia en la oficina administrativa. Debe ser una reunión más, pensé. No, no era una reunión más, aquella sería una junta que se extendería hasta el mediodía. A las 8:46:30 de la mañana el vuelo 11 de American se había estrellado en la Torre Norte del World Trade Center en la "capital del mundo", Nueva York.
Las imágenes que llegaban desde el "Estado Imperial" eran elocuentes. La cadena de noticias CNN transmitía a discreción lo que estaba ocurriendo: una posible invasión, bombardeo, un incendio descomunal, o cualquier otro incidente. Y nosotros comentábamos con sorpresa lo que veíamos con indignación, una densa columna de humo negro se levantaba de aquel edificio siniestrado. Mientras tanto, las notas aclararon que se trataba de un ataque terrorista, con aviones comerciales secuestrados y la incertidumbre de su uso perverso contra inocentes.Dieciséis minutos después, a las 9:02:59, vimos en vivo y directo, cómo el vuelo 175 de United se estrellaba en la Torre Sur, provocando una gran bola infernal que se expandió quemando los últimos pisos de las dos torres. Estados Unidos estaba bajo fuego, indefenso, vulnerable y aterrorizado. A las 9:07 le avisaron al presidente que la segunda torre fue atacada con otro avión. George W. Busch estaba de visita en una escuela primaria en Florida, desde donde pronunció un discurso apremiante informando que se trataba de un acto terrorista.
Recuerdo que el clima de esa mañana estaba templado, y yo me recuperaba de un resfrío de dos semanas que me tenía pendiente de cápsulas, jarabes e inyectables. A la oficina principal trasladamos nuestros papeles, bolígrafos y calculadoras, improvisando comodidad e invadiendo espacios para seguir con nuestro trabajo y atenderlas informaciones desde el Centro Mundial de Comercio. En un contacto telefónico escuchamos que a las 9:39:46 se estrelló el tercer avión, el vuelo 77 de American había caído sobre el Pentágono. Minutos después llegaron las imágenes del nuevo atentado, ahora el "centro militar mundial" estaba siendo atacado.
Una orden de seguridad nacional obligó a que los vuelos comerciales del país aterricen en los aeropuertos más cercanos; y con el temor de que la Casa Blanca y el Congreso sean embestidos instruyeron su evacuación inmediata. Las noticias no cesaban de llegar, y cada vez eran más malas. El Pentágono recibió el embate del tercer avión que hizo colapsar su infraestructura y que por un instante fue más frágil que cualquier casa norteamericana. Sin embargo, lo que vimos después fue más aterrador. A las 9:59:11 la Torre Sur comenzó a derrumbarse, y no tardó ni tres segundos en quedar como simples escombros, produciendo una densa nube blanca que cubrió varias cuadras de la Gran Manzana. Gente inocente de todas las razas y culturas corría por las calles de Manhattan, con heridas sangrantes y rostros manchados de blanco por el yeso pulverizado en el derrumbe. Entretanto, de los pisos superiores de la Torre Norte la gente desesperada y con pánico se tiraba al vacío para escapar del incendio que había sido provocado por la explosión de miles de litros de combustible especial de las aeronaves.
Un cuarto avión secuestrado se estrelló en un campo abierto en Pensilvania, se trataba del vuelo 93 de la línea aérea United. La tripulación y los pasajeros habían luchado con los terroristas para retomar el control de la nave y evitar otro atentado, eran las 10:03:11 de la mañana. Y a las 10:28 la Torre Norte cayó estrepitosamente, generando otro nubarrón de partículas de construcción que invadió las calles aledañas a la zona cero. La Policía solicitó el servicio de todos sus oficiales, al igual que el Departamento de Bomberos, y ambas fuerzas no pudieron abastecerse para ayudar a los heridos y socorrer a las víctimas del desastre. A las 11:04 el edificio de las Naciones Unidas fue evacuado, y el Ejército, la Marina de Guerra, la Fuerza Aérea y todos los organismos de defensa se declararon en alerta máxima,para dirigir sus fuerzas hacia la "gran ciudad".
Catorce años después, recuerdo aquella reunión única en mi trabajo, que se había extendido hasta las 13:00,la hora del almuerzo. Las noticias siguieron en las horas, los días y años siguientes, y hoy tengo en mente aquellas imágenes que cambiaron al mundo, que movieron los esquemas políticos globales y que mostraron cómo se puso en jaque al "gran país", a través de la destrucción de sus dos torres.
(*) Comunicador y educador
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