Por: Oscar Huaygua Delgado, especial para LA PATRIA
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Corría los años ochenta y en mi barrio de toda la vida, Chiripujio, asomaban casas humildes de adobe, pero para nosotros era el mejor lugar del mundo pues teníamos decenas de hectáreas de terreno para jugar a las escondidas, a la pelota y sus calles polvorientas fueron mudos testigos de nuestras primeras bocharreras, amores clandestinos y el surgimiento de ídolos de toda la vida, como el caso de Daniel Caritas, el "Zurdo", un excepcional boxeador que tiene en su haber cuatro campeonatos nacionales y un guante de bronce.
En ese entonces, mi barrio atraía a todo tipo de vecinos donde también se cocinaba los apodos más ocurrentes: A Mario Alanoca le decíamos "avión" por sus dotes excepcionales de futbolista y una verborragia imparable en la cancha. También tenía otros como "Manga" y "Muñante" porque un día se apareció con su pelo ensortijado y alguien le gritó: Muñante. Se había rizado el pelo como el legendario jugador peruano Juan José Muñante.
En la zona vivíamos personajes como el Chino, Renfijo, Chato, Lacandón, Gallinas, Caimán, Toro, Abuelo, Tragos, Qauqas, Clavelo, Diablo, Cone, Chalo y otros que hoy viven desperdigados en el interior y exterior del país.
A Daniel Caritas lo llamábamos "Zurdo" porque era zurdo, pero por esas paradojas de la vida utilizaba la mano derecha para pelear en un cuadrilátero. "Los zurdos no sirven en el ring", le había dicho su entrenador.
Se entrenaba casi todos los días en el gimnasio del estadio "Jesús Bermúdez", de la mano de su profesor Gerónimo Callejas. Dentro de esas frías paredes se forjó junto a otros campeones como Segundo "chino" Encinas y Freddy Foronda, club al que le pusieron el nombre de Ángeles Azules.
El "zurdo" era un ídolo para todos nosotros pues era un campeón en letras mayúsculas. Lo veíamos trotar todos los días por el cerro de la Víbora y por el camino de tierra hacia el Puente Español.
Para que sus amigos siguiéramos sus pasos, alquiló una pequeña tienda en la casa de Abraham Aguilar donde habilitó un gimnasio rústico donde había pesas, un par de guantes de boxeo, una bolsa de pegar y una tabla abdominal. Por eso, en algún momento, todos los chicos queríamos ser boxeadores como él, pero en cuanto recibíamos los primeros golpes en el rostro abandonábamos los entrenamientos con sigilo, cabizbajos y casi inmediatamente queríamos ser futbolistas como el "avión".
Pero en nuestro barrio también se forjaron algunos campeones del boxeo como Hilarión Gómez (Hilaco), Willy Renfijo, ?dgar Castulo, Fernando Juchani, Ernesto Espinoza y otros gracias a las enseñanzas del "Zurdo".
-Zurdo, vamos donde el barrio vecino porque nos vamos a sacar la m..., le suplicábamos para que nos acompañe porque podía desequilibrar cualquier pelea callejera con su pegada mortal.
-No, vayan nomás ustedes changos, nos decía. Todos sus amigos de barrio soñábamos para que formara parte de las piñas que solíamos tener con muchachos de zonas circundantes a Chiripujio. Cuántas veces hemos suplicado para que le rompa la madre al Mono o al Emo, dos fortachones que vivían cerca de la Samco.
El "Zurdo" siempre se negaba porque lo suyo no eran las peleas callejeras, sin reglas de ningún tipo. Lo suyo era el cuadrilátero donde daba cátedra de boxeo pues lanzaba derechazos mortíferos, tenía unos movimientos finos y un rostro cobrizo a prueba de puñetes. Sin duda, nos regaló los rounds más brillantes del pugilismo orureño pues fue cuatro veces campeón nacional. Peleó en Salta, Argentina; Puno, Perú; Chile y otros países.
Rasgaba la guitarra junto a amigos del alma como el Gerardo Renfijo (Clavelo), Willy Renfijo, Mario Alanoca, Mario Quispe (Cone), Cindo Solíz y otros. Clavelito, clavelito, me he de ir por el camino más triste/ya no me haz de ver/ Me he de ir/ya no he de volver/en la puerta de tu casa/ya no me haz de ver, cantaba sin cesar.
Era un deportista multifacético pues también era un futbolista excepcional. Todos los amigos del barrio solíamos entrenar en el extenso terreno baldío que era Chiripujio y otras veces en la canchita que teníamos frente al mercado Roberto Young. La Iglesia San Pablo nos quitó el predio y luego nos cobraba por utilizar sus canchas de fútbol de salón y básquetbol.
En mi barrio había futbolistas como el "Avión" que militó en equipos como 31 de Octubre, Itos, San Isidro y otros; Raúl Lozano, el "Conan", un cochabambino de ojos azules que se afincó en Chiripujio y militó en Ingenieros; Miguel Alfaro vistió las casacas de Real Potosí y Nacional de Potosí.
"Jorge Castellón (Pluma) del Club Rocky y Daniel Caritas (Ligero) del Club Ángeles Azules noquearon espectacularmente a sus adversarios anoche y se clasificaron campeones departamentales invictos", reza el primer párrafo de una noticia aparecida en LA PATRIA en los años ochenta. Un rudimentario afiche señala: Daniel Caritas, tetracampeón nacional, medalla de bronce Lima, Perú. Cancha oficial Luis Lazzo Quinteros, forman parte de sus recuerdos que guarda celosamente en su casa de la calle Illampu y España. También hay fotografías de sus memorables peleas en el extranjero, Oruro, La Paz y otras ciudades.
A mediados de los ochenta se retiró del boxeo como un campeón. Se bajó del ring después de tocar el cielo con las manos. Lo que vino después es otra historia pues se fue a la Argentina a trabajar en talleres de costura donde cada día sus esperanzas de irse a EE.UU. se desvanecían.
La otra vez me encontré con El "zurdo", después de muchos años.
-Estamos en la lona pues quisiera enseñar boxeo a los jóvenes, enseñar a pelear, organizar campeonatos interbarrios pero la burocracia es terrible, me rendí; las autoridades departamentales no ayudan en nada, me cuenta con ese rostro en el que los años ya le pasan la factura.
Para quienes vivíamos en los albores del nacimiento del barrio Chiripujio, el "zurdo" es un deportista con una presencia permanente, omnipresente y un legendario boxeador que desata nuestras nostalgias ochenteras. Pese a que le dio muchas glorias al boxeo orureño, las autoridades se olvidaron de él, pero para nosotros es y será un eterno campeón.
(*) Periodista
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