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Detalle
en el suelo del cuarto sandalias botines
y zapatillas sobre el tocador
binchas peines aros pulseras
y en la mesa papeles
sábanas suaves amables
blancas o amarillas
siempre dispuestas
a acoger al dolor:
-en la figura del centro-
unos trazos azules y plomos
Pintarrajeados justo sobre un rosto de mujer
despersonalizándolo
Manos
Las manos de una mujer que no conozco
son las mÃas.
No las ves;
pero aún reconocerÃas el peso que carga
mi espalda.
Es un bulto que declara mi deformidad:
la consecuencia de todo el amor
que he recibido. A él se debe
que a cada momento observe mis manos
y tenga que asegurarme de que sigo
en esta tierra, en este mundo.
Imagino que la mayorÃa de la gente
debe también mirarse seguido las manos
y acordarse de que está aquÃ.
Lo supongo: todos condenados
a no alejarnos, a no sufrir un accidente
o una enfermedad incurable
que desgarre el cuerpo
con tal de no dañar a los demás.
Es una obligación que excede
las fuerzas de cada uno.
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Sin embargo, no existe otro ser
que haya cedido tanto como una madre,
siempre rodeada de plantas carnÃvoras
arrojando pedazos de su propia carne,
entregándose con placer a la faena
de hundirse en un abrazo infinito
hacia las bocas suyas.
Pareciera que no existe la libertad.
4 am
Desde aquÃ, los árboles son plateados.
no hago más que aferrarme a la ventana,
al sentimiento
que embarga la neblina que hay afuera.
Al caer la noche,
la gente tuvo que huir de las calles.
Desde donde vos estás, me llamás preocupado,
pero hay distancias irresolubles entre nosotros.
Si una carretera es el espacio que separa
a dos pueblos ¿cuál es la distancia
que aparta tu mente de la mÃa?
Habitamos dos tierras lejanas.
Quisiera hacerte mi hijo
y cubrirte de la niebla.
Pero ¿cómo se llama este viaje
que emprendemos hace tanto tiempo?
En el pozo
decaÃda
mas no como un muro
ni una ciudad codiciada
sólo un tanto alejada
de los quehaceres
a través de los cuales
emerges en esa
que creen los otros
acaso esperas que un águila
posado en tu tocador
te levante del pozo
desde donde les cuentas
libros a los amigos
si el único diálogo sostenible
es ficción
asà como el guante de Hooper
la rebelión de los campesinos
guardada entre dientes y tierra
el deseo del amor de X
las risotadas
de Carson Mc Cullers como
cintas veteadas en el aire
o el sombrero de Capote
vertiendo su conversación
cada guiño humano es ficción
sobre todo Capote engarzado a los campos
y al glamour puro movimiento y resplandor
como un cuervo en un cableado
en un desierto de flashes
además de la voz que sale de tu cuerpo
nadie puede explicar
la madera del propio sonido
ni dejar que los ojos no construyan
-ni destruyan a la vez
la infinidad de luces y formas
que hay afuera.
Herida
Abro el grifo, corre el agua,
veo los azulejos en la pared,
luego me inclino en el lavamanos celeste
y me concentro en el sonido que producen
mis manos al ser cubiertas por el agua
-como guantes. Y no sé por qué
pero igual que hace dos meses,
frente al espejo
tengo el presentimiento de que
palpo mi cabeza
y descubro que pierdo sangre
en el costado derecho,
por lo que desesperada
me dedico a buscar la herida
con mis dedos ensangrentados.
Es una rara sensación que me ocurre
estando despierta
y me recuerda a las vÃctimas de crÃmenes
encerradas en baños impecables.
Haciéndome cargo
Trato de hacer todo con cuidado.
Se me encarga
que mantenga la casa en orden
y asà lo hago. Primero con desesperación,
luego sin pensarlo
(sin preocuparme
como cuando estoy frente a la luz);
entonces barro las hojas que cubren el patio,
estiro la ropa en sogas, cocino, quito el polvo,
atiendo
a los capullos de las jardineras de ladrillos:
velo su crecimiento,
su raro sueño de puños cerrados.
Asumo mi tarea con sudor y culpa,
pero cuando boto las conservas
vencidas por el inodoro,
me quedo allà parada por varios minutos.
Es un alivio ver cómo
el agua limpia absorbe y se lleva todo.
Descanso increÃblemente
viendo cómo es succionado
el mal olor de nuestras vidas,
y emerge de eso que parecÃa vómito de niño,
una espuma similar a la del mar.
Es difÃcil estar pendiente de la suciedad,
de los restos
que dejamos en los baños,
en los platos, en los pasillos,
es como estar levantando
lo que el tiempo nos hace a cada minuto
en nuestra intimidad y
queda con telarañas en unos rincones.
Realmente es duro,
pero cuando veo esa espuma que se ha llevado
lo malo, es para mà como una canción,
una que me dará fuerzas
cuando venga la noche
y no tenga otra voz
sino esa con la que contesto el teléfono.