Son numerosos los medios a los que acude un sospechoso puesto en apuro para obstaculizar el esclarecimiento de los hechos. Así, algunos imputados situados en abierta posición defensiva, dejan interpretar muy claramente su sensación de seguridad con altivez. Intentan impresionar al investigador con ironías, sarcasmo o confundirlo con un rostro presuntuoso que puede asumir un alcance de gesto de triunfo. Mantienen una sonrisa desdeñosa y sobradora, también cuando el estado de las pesquisas no les generaría en realidad ni el menor motivo para ello.
Ocurre que el imputado manifiesta menosprecio y llega a mofarse del funcionario judicial que recibe su declaración, y de sus al parecer infructuosos intentos de esclarecer los hechos, entonces, en tanto y en cuanto su testimonio sea indispensable deberá ser persuadido y llamarle a la cordura por medios legales, por lo que la actuación firme y resuelta del funcionario será apropiada ayudada por un depurado conocimiento de psicología. Así se logra establecer un contacto con el declarante que dudosamente se habría logrado con medidas duras.
El imputado también se vale del recurso de la indignación fingida, desbordando irritación y enojo cuando se le formulan preguntas difíciles y engorrosas que puedan complicarlo. La finalidad de esta fingida actitud es lograr que se lo investigue de una forma más benévola. Finge estar ofendido si no le dan crédito inmediato a sus palabras y hasta desairado, si el investigador judicial, remitiéndose a pruebas existentes le enrostra su conducta punible. Esta alternativa, con muchas variantes, es utilizada especialmente por las mujeres con gran habilidad.
El funcionario judicial hábil y experto debe ponderar en cada caso la postura a asumir frente a este modo fingido de defensa. La experiencia aconseja sabiamente que la mejor forma es mostrarse indiferente frente a una actitud fingida y calculada para inspirar compasión, o ante una fingida indignación, entonces, el funcionario judicial sin herir sentimientos despeja toda duda sobre la inutilidad de esos desplantes precitados, siendo este momento en el cual el imputado abandona su estrategia de fingimientos.
Si el imputado cambia de método utilizando la táctica esquiva en las preguntas, estos amaños se contrarrestan examinando meticulosamente, con perseverancia imperturbable y paciencia de Job, un punto tras otro, obligando al imputado a adoptar posiciones definidas y precisas, siendo lo mejor consignar las preguntas por escrito. Otras veces el imputado utiliza el desacato abierto y pasa a la franca rebeldía. En este caso la estrategia psicológica frena la insubordinación. Aunque esta, a veces, no es más que una protesta contra desatinos procesales o torpezas del funcionario judicial y se aplaca esta situación tratando al imputado con justicia. El espíritu rebelde o indómito es muchas veces la expresión de desvalimiento o desamparo y perplejidad, sumado el temor al ver o constatar internamente que el cúmulo de pruebas que lo condenan es evidente; pero si hay perspectivas de que la situación del imputado mejore al practicarse nuevas pruebas, su enojo ardiente cederá, tan pronto vea que el funcionario se dispone, cuál es su ineludible deber, a explorar estas posibilidades. Pero cuando no existen, lo mejor será persuadir al imputado a que se resigne a su situación sin salida posible, y extraiga sus consecuencias.
(*) Es Abogado Corporativo, postgrado en Arbitraje y Conciliación, Catedrático
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