El término "alboroto" parece irreverente, pero no hay otro que mejor se ajuste a la realidad. El "mataburro" (así apodan al pequeño Larousse ciertas gentes) anota como sinónimos: barullo, estrépito, algazara. El otro día un embajador de carrera tuvo que renunciar a su cargo por haber emitido ciertas opiniones, sin reparar quién es el monarca XIV en Bolivia. No obstante, suponemos que se puede opinar sobre temas de orden público como el mar y sus derivados, aunque la sutil mordaza de la autocensura o la asfixia económica no dejen de ser la espada de Damocles.
¿Y cuál es esa realidad? Por casualidad ha debido usted, lector amigo, observar alguna vez la actitud de los litigantes en las audiencias, después de recurrir a un juez ordinario para zanjar sus problemas. El rencor activo, beligerante no cesa ni siquiera en esas circunstancias; es inevitable que se produzca un intercambio de miradas asesinas, con puños crispados y colmillos relucientes como en la jungla.
Antes de ahora, creímos que eso mismo -o poco menos- nunca podía darse entre naciones. Parece que la destemplanza emocional hace perder la serenidad y la compostura a las élites supuestamente educadas y cultas que actúan en representación de sus respectivos países. Con lo dicho, ya está a vista el tema en cuestión.
No conformes con el paquete de alegatos que cada cual entregó al Tribunal de La Haya, Bolivia y Chile se lanzan misiles verbales "sin medida ni clemencia", y también, por otro lado, despliegan otros afanes para hacer lobby; lo cual tiene en Bolivia otros nombres más directos, sin muchos tapujos. Dado el frenético empeño con que lo hacen, se pensaría que el fallo depende de cuánta bulla sean capaces de producir: a ver quién habla más fuerte y en más lugares del planeta.
Desde luego, no siempre sucede así. Ante el mismo tribunal, el litigio entre Chile y Perú tuvo otras características, pero con antecedentes históricos lejanos del mismo origen, como la guerra del 79. La diferencia está en que ambos se pusieron de acuerdo, en instancia previa, para recurrir a ese tribunal y acatar el veredicto. Por eso hubo entre ellos la más cordial relación diplomática y la buena vecindad. En cambio, Bolivia demandó a Chile para que bajo garantía del Tribunal haya diálogo, de buena fe, sobre el tema marítimo.
¿Y qué dice a todo esto el STJ? Nada. En medio de la ruidosa contienda verbal semeja una esfinge: herméticamente cerrado, misteriosamente callado. Se lo ve como ajeno, abroquelado en una alta muralla adonde no llega el ruido belicoso de los litigantes. Claro que esta es una suposición metafórica, lo real es que: o se hace el sordo o echa al canasto todo cuanto se dice sobre el presunto fallo que se aguarda.
Como parece que preocupa tanto, sería aconsejable que Choquehuanca, el Canciller, no descarte la hoja sagrada ni las arrugas de los abuelos; tal vez es allí donde se pueda leer la suerte, sin esperar el lento y pesado trámite ante La Haya.
(*) El Autor es escritor
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.