La noticia internacional que hace más de diez días sacudió las bolsas de valores y los mercados financieros, fue la devaluación del Yuan, la moneda china que en tres días perdió su valor en 4,4 por ciento con relación al dólar y generó una ola de incertidumbre dadas las características de lo que puede ser una batalla de divisas que alterará las operaciones de Wall Street.
Para tomar en cuenta el poder competitivo del país asiático, las consecuencias inmediatas ante la devaluación del Yuan, se sintió en los sistemas financieros, como el Dow Jones de industriales o el Nasdaq del control tecnológico mundial y otros grandes mercados, donde las pérdidas en diverso grado porcentual perdieron su valor en las grandes plazas financieras del mundo, como Fráncfort, París, Londres, Madrid o Milán. El hecho es que la China genera mucha presión en materia financiera y lo sucedido recientemente es un simple ejemplo.
Ahora bien, ese hecho de alto nivel financiero en el orden mundial que pone en alerta a muchos mercados, tendría también que preocupar a países que de algún modo han estado o están relacionándose con la China, a través de recientes convenios de ayuda financiera o asistencia tecnológica o simplemente de apertura al intenso comercio que expande la industria china en mercados latinoamericanos.
Es ahí donde se toca el punto sensible que tiene que ver con nuestra economía, la que actualmente, quiérase o no, sentirá los efectos de la caída internacional de los precios de materias primas y además soportará una inusitada inundación de productos chinos, importados una parte y una mayoría introducidos de contrabando, dos opciones de un comercio que según algunos observadores favorecerá nuestra actividad comercial, mientras que algunos expertos temen porque ese negocio masivo pondrá en riesgo a muchas industrias nacionales y de manera especial a las micro, pequeñas y medianas empresas que batallan por acomodar su producción en un mercado saturado por la competencia china.
Algunas cifras sobre el movimiento comercial con la China, según el INE, anotan que existe un abismal saldo negativo, puesto que nuestro país importa (compra) productos chinos por un valor próximo a 330 millones de dólares y la relación de exportación de productos bolivianos al país asiático es mínima considerando que se trata de materia prima minera, concentrados baratos y que están actualmente bajo regulación del comercio chino, con el control de los precios bajos.
En la práctica la decisión del Banco Popular de China, es una medida de política económica del gigante asiático y significa que la variada mercadería que se importará de China se abaratará por efecto de la devaluación de su moneda, en tanto que en nuestro país se mantendrá invariable el tipo de cambio fijo dentro de la política de bolivianización monetaria, facilitando y ampliando un comercio de increíble variedad y cantidad, aunque no siempre de alta calidad, que saturará nuestros mercados y "liquidará" la incipiente producción nacional.
El efecto del Yuan devaluado tiene otras connotaciones, especialmente en las economías vecinas de Brasil y Argentina, que también devalúan sus monedas para mantener un buen nivel de sus exportaciones, reciben apoyo chino y de manera indirecta aumentarán la venta de sus productos crease o no al mercado más próximo, el de Bolivia donde el precio del dólar es invariable.
Con esas características, mínimamente expuestas y sólo como muestra de los efectos de la devaluación del Yuan en la economía boliviana, fuerte en reservas internacionales pero vulnerable a situaciones como la emergente de la economía china. Un caso que merece urgentes medidas proteccionistas para salvar toda la industria nacional.
Fuente: LA PATRIA
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