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Domingo 23 de agosto de 2015

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Revista Dominical

Leyenda mítico-religiosa:

Deidades pétreas en la altiplanicie andina

23 ago 2015

Aníbal Abel Alarcón Caparroz - Poeta, escritor

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Desde un punto de vista antropológico-ancestral, la naturaleza en sí, encierra varios elementos de orden físico o real con elementos subjetivos interrelacionados principalmente a la condición del ser humano, ahí nace y emerge subyacente su propia identidad aprendiendo a compartir con un sentido de solidaridad increíble a cuidar y proteger su medio de vida; es decir, lo que le rodea y lo que recoge para su subsistencia en las entrañas y lo que le proporciona la grandeza escondida en las entrañas de la madre naturaleza. Al mismo tiempo, crea subconscientemente ese algo intangible y espiritual e imaginario compartido en su mente produciéndose mediante su creencia relacionada al misticismo y reflejada a través del tiempo en lo que se ha denominado el surgimiento de nuevos mitos, dando en lo posterior más sentido en lo que se refiere a sus creencias traslucidas en un sincretismo natural, creyendo en Dios espiritual natural relacionado con el medio y sus costumbres.

Así, los elementos naturales en especial de orden pétreo en conjunción por efecto de la madre naturaleza a través del tiempo han ido labrando figuras con formas un tanto irregulares, pero con muchísima semejanza produciéndose una fusión con las leyendas y tradiciones que obtuvieron como legado de los pueblos y sus habitantes en lo posterior y permaneciendo de generación en generación y siendo parte importante de la cultura que por otra parte, es el conjunto de rasgos distintivos, espirituales, morales, naturales y afectivos que caracterizan el entorno de nuestra sociedad con grupos sociales que arraigados a las costumbres desde tiempos antepasados o milenarios. En este contexto, la mitología enlaza perfectamente con la religión, al ser en parte de "creer en algo", y ese algo es lo netamente espiritual lo que pervive y existe en el firmamento en forma subjetiva, como increíble basándose en un complejo totalmente conceptual que incluye conocimientos, creencias, arte natural; leyes de la naturaleza moral, costumbres y cualesquier habilidad adquirida o imaginada por el hombre para recrear su mente como ser que se interrelaciona con el maravilloso paisaje de la naturaleza y sus obras de su creación, erigiendo una serie de santuarios dando verdadero sentido espiritual en fusión con lo mítico, otorgando mayor sentido de creencia a un mundo de circunstancias confusas, lo que por otra parte, las leyendas para las diferentes culturas dieron vida, conocimiento y vigencia desde la antigüedad.

La riqueza de los pueblos en todo su contexto se circunscribe a la serie de acontecimientos tanto naturales como sociales dando origen a una también serie de manifestaciones culturales folklóricas y religiosas arraigadas desde tiempos milenarios con un notable crecimiento, difusión y apego relacionados a todas las esferas sociales y realizadas a semejanza de grandes y sobresalientes muestras devocionales de fe por parte de la población de cada lugar donde se había erigido, descubierto y conservado para la posteridad de un sinnúmero de elementos labrados y pulidos por la madre naturaleza.

Así las diferentes culturas fueron y han sido conocidas precisamente por su riqueza mitológico-ancestral y conservada mediante estos principales aspectos en esencia cultural y folklórica. Por lo que en el transcurso del tiempo se traduce plasmándose en historia y la historia es el fiel reflejo de la serie de acontecimientos transcurridos desde la aparición del hombre en una clara muestra de simbiosis en el acontecer y fusión con las maravillas relacionadas con la cosmovisión.

Por otra parte, la diversificación de estos acontecimientos relacionados con el mito se convierten en verdaderos relatos de tiempos fabulosos unas veces de orden social y religioso como de hechos hasta reales, fundiéndose en tradiciones para los pueblos en verdaderas alegorías que tienen como base la realidad en el transcurrir del tiempo en toda esta parte; es decir, en la extensa altiplanicie andina.

También se encuentran pinturas rupestres en paredes de piedra representadas como muestra de culturas mucho más antiguas y con data de miles de años. Ahí surge la correspondiente adoración como representación en su generalidad de tipo doméstico como los animales de raza auquénido como la llama, la vicuña, alpaca; por otro lado, el puma andino, el águila, o el búho; astros naturales como el sol (inti), o la luna (killa), en muchos casos labrados en material pétreo como se aprecia en uno que otro museo de esta zona occidental.

La Mina y la Imagen de la Virgen. - Parte importante de la leyenda relatada por el párroco del santuario o capilla denominada "Ermita", por estar asentada colindante a la bocamina del socavón desde donde se extraía mineral argentífero antes y después del coloniaje y contando en esa época con un reducido número de pobladores en esta frígida altipampa, convirtiéndose en un lugar minero por excelencia por estar rodeada la población de varios cerros aledaños. �stos pobladores conmovidos por los acontecimientos suscitados como el hallazgo de una imagen de la virgen en las entrañas de la mina por un hombre vagabundo llamado el Chiru Chiru, abrazando la fe de esta milagrosa aparición procedieron a trasladarse en romería hacia la Ermita con cirios o velitas encendidas para iluminar el frígido, oscuro socavón, con fuerte olor a mineral y teñido el entorno de la mina con agua de copajira. Según este párroco llegado de allende los mares determinaría posteriormente que cada viernes se encendiera candelas a la virgen de la mina o del socavón y como ofrenda central procesión en una extensa planicie frente al atrio del santuario; esto, el dos de febrero de cada año, estableciéndose esta ceremonia hasta ahora por las calles y avenidas de la ciudad hasta llegar al mismísimo templo de la Inmaculada Virgencita estrella de la mañana, o Virgen de la Candelaria.

Revelador sueño del párroco del lugar. - Varias décadas después transcurría inclemente el tiempo en forma veloz, cierto año y después de haber efectuado la entrada del carnaval con reducidos conjuntos con dos diabladas y morenadas, los negritos y un conjunto de los incas, todos ingresando por la 6 de Octubre, calle Bolívar, La Plata, plaza principal 10 de Febrero, enrumbando por la Adolfo Mier hacia la explanada de la plaza Argentina y atrio de la Ermita de la Virgen del Socavón. Esta manifestación folklórica de ambos días; es decir, sábado de peregrinación y domingo de cacharpaya tenían una duración de no más de 2 a 3 horas, empezando a las 2 de la tarde y concluyendo a eso de las 5 de la tarde; luego el día lunes día del diablo, martes ch´alla en las viviendas, miércoles recorrido de la población hacia la zona Norte donde se encontraba la imponente y pétrea figura del sapo en son de venerar con decenas y multicolores franjas o tirillas de serpentina, mixtura y rociar con agua ardiente los alrededores, pidiendo más que todo mucha prosperidad para los creyentes acérrimos.

Según este novedoso y sui generis relato para esta época colmada de misticismo y plagado de ritualidades adentradas a la vez a los mitos y tradiciones cuenta la imborrable lectura de la leyenda que una vez petrificados del sapo, el lagarto, la víbora, el cóndor y las hormigas; además de la rana y sus dos crías figuras pétreas muy poco conocidas estas últimas visiblemente identificadas al frente de la Ermita, hoy Santuario de la Inmaculada Virgen del Socavón y venerada desde su milagrosa aparición.

Cuenta la mencionada leyenda en detalle que un militar de ejército recién llegado del Oriente boliviano y destinado a esta región, sorprendido y admirado a la vez por este singular acontecimiento plagado de ritualidad propia de esta altiplanicie, extrañado y con el ceño fruncido se pone a divisar de lejos, cómo la gente devota de estas deidades comparte una mesa blanca en conjunción en sagrado rito hacia la divinidad espiritual del sapo, ofreciendo a su imagen y semejanza una serie de ofrendas que por el aroma de humo que trasmina profusamente en el lugar, envolviendo en derredor un genuino y a la vez especular ambiente con el encaje mítico de un enjambre multicolor acompañado del rito de la kh´oa que contiene una serie de sahumerios y otros elementos que al consumirse en una hoguera de leña encendida para tal ocasión, desparrama en horizonte secular el clamoroso pedido de irradiar suerte y prosperidad hacia y para los virtuosos creyentes del lugar, ascendiendo tales pedidos hacia los espíritus protectores y guardianes denominados Achachilas que moran en los cerros aledaños contiguos como el San Pedro, Rumi Campana y otros.

Ominosa profecía de maldad se enciende en los ojos del militar "muy católico", al ver todo aquello, puesto que para él, todo es hasta ridículo, plagado de actos sacrílegos y vergonzosos, se retira muy molesto del lugar empezando a tejer en su obcecada mente qué hacer para borrar de contexto esta absurda experiencia vivida; su mente se llena de malignas motas desplazándose y alejándose rápidamente buscando un lugar en son de desahogo.

Más tarde encuentra ya lejos un local de atención para parroquianos donde se consumían bebidas y también algo de comida, se introduce y le pide al mozo que le traiga una botella de aguardiente y comienza a beber descontroladamente. Habiendo transcurrido muy velozmente el tiempo, ya entrada la madrugada, tambaleante y zigzagueando va andando por la tenue y silenciosa calle angosta.

En su mente obnubilada unas veces y obcecada otras va tramando un oprobioso y maligno plan�, el de destruir y hacer volar en pedazos la efigie pétrea de la deidad del sapo. Para ello, recurre a su paso a un viejo conocido de su padre, minero y jubilado, por tal razón seguro el militar de conseguir lo que busca, lo que quiere y encuentra�, varios cachorros de dinamita provistos por el minero. Luego se dirige rápidamente al lugar indicado, son las dos de la madrugada donde las últimas humaredas van disipándose, aún se siente el olor a kh´oa y menjunjes de la noche anterior de ofrendas, con la cabeza gacha se fija en la oscuridad las resplandecientes, rojizas e incandescentes brasas y se dispone a encender las pronunciadas y largas mechas del detonante, activa rápidamente con cerillo encendido y lanza una a una las dinamitas para su destrucción, segundos después emprendiendo velozmente la retirada, corriendo y tropezándose con todo lo que pisaba. Ya a lo lejos�, escucha el estruendo con explosiones seguidas que hacen vibrar el entorno del lugar dejando en pedazos el sapo. De este vil acontecimiento se entera el pueblo al siguiente día, fluyendo lacerante y conmovedora la notoria indignación de la población, llega a oídos del párroco de la Ermita del Socavón quien muy preocupado desde ese instante convoca a una homilía que junto a los feligreses celebra en el atrio que junto a la adyacente explanada, reúne un centenar de creyentes invocando a la vez se respete y se proteja toda unción típica dotada de mítica leyenda entremezclada con la fe y la religión católica.

Notoriamente compungido y a la vez susceptible de lo que pudiera ocurrir en los días venideros el párroco de la Ermita del Socavón se queda sumamente pensativo enfrascándose en elevar hacia la virgen un sinnúmero de plegarias puesto que presentía algo mucho peor. Dicho y hecho como si la virgencita de tanto ruego hacia su inmaculada imagen, hubiese escuchado y atendido perfectamente las invocaciones del párroco, al mismo tiempo esa noche aprovechando el profundo sueño del párroco le transmite otra posible desgracia, ya que de veras la intención del referido militar "apuntaba", a hacer desaparecer otra deidad mítica petrificada.

La Rana y sus dos Crías: Relato del sueño por la Virgen al Párroco.-

"Tú que estás atento en la inmaculada bendición e invocación a Dios, con tus ruegos hacia él, nuestro señor y conforme a que la fe que profesas como mandato divino en proteger mi santidad, el santuario y todo cuanto está poblado en nuestro alrededor, evita la destrucción de vuestra deidad lítica, petrificada que está al frente del Santuario; que sin su protección y cuidado se cierne sobre la población un cataclismo e inundación de toda la Villa".

Asustado y sobresaltado despierta el párroco, aguarda desesperado que amanezca y desde las primeras horas del nuevo día convoca mediante el repique de campanas en la mismísima torre del campanario a una homilía para hacer conocer a la feligresía el sueño casi real con atento relato por el cual la población en un santiamén se entera de lo que pudiera ocurrir. Al tercer día de constante vigilia se aparece el susodicho militar con dinamitas en la mano presto para hacer volar la efigie lítica de la rana, pero cuando ya está a punto de comenzar este segundo sacrilegio al encender la primera mecha, el párroco lo detiene abruptamente y en su enojo y marcada ira le dice: "Retírate en nombre de Dios y la Virgencita del Socavón, da la vuelta y vete por el sendero que escogiste; vete y desecha la perversidad".

Este es el relato de la leyenda que da eterna vida, que perdura y se transmite de generación en generación para hacer conocer mediante el texto inserto y plasmado en papel, tinta y letras de hechos imperecederos que hicieron y que hacen historia y leyenda de los Urus (Oruro).

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