No es ninguna novedad que la sal de consumo humano y la que se utiliza de manera diaria, tiene deficiencias en su composición, especialmente carencia de yodo en porcentajes recomendables por organizaciones internacionales de salud además de las deficiencias de aseo en su recojo, secado y envasado, aunque las empresas que comercializan el producto aseguren que cumplen con todas las normas exigibles.
Se ha realizado análisis del producto y comprobadamente sólo algunas de más de un centenar de empresas "saleras" cumplen con requisitos que garanticen su consumo, la mayoría, en algunos casos, es sal sin tratamiento, recogida en los salares y envasada, constituyéndose peligroso su consumo.
Oruro con el salar de Coipasa y Potosí con el de Uyuni, son los mayores centros de acopio de sal, tratamiento y distribución del producto en mercados nacionales e inclusive se sabe de algunas empresas que exportan la sal boliviana a países de Europa y del área sudamericana, excepto Argentina y Chile que procesan directamente su producción salina, pero bajo estrictas normas de seguridad, de ahí que en nuestro país y especialmente en supermercados se venda "sal de mesa" de esos países.
El asunto de la sal natural proveniente de nuestros salares, tiene ahora un grave problema y es que después de prolongados análisis en los pasados cinco meses cuyos resultados hizo conocer el Instituto Tecnológico de Alimentos (ITA), que trabajó por encargo de la universidad estatal de Chuquisaca, estableció que la sal que consumimos tiene un alto grado de plomo, que lo clasifica como un producto de alta peligrosidad para la salud, clasificado en la "alerta roja".
El estudio pertinente señala que por cada kilogramo de sal, el contenido de plomo es de 9,48 miligramos promedio, cuando lo permitido por el Ministerio de Salud es sólo de 2 miligramos, el desfase comprobado en más de 20 muestras de sal de igual número de comercializadoras, el grado de plomo es alarmante y la ingesta diaria estaría ocasionando un grave daño a la salud, especialmente en mujeres embarazadas.
Por los datos que al respecto maneja la Organización Mundial de la Salud (OMS), se establece que el plomo es un metal tóxico, su presencia en ambientes naturales contamina el medio ambiente y su consumo a través de la sal u otros alimentos ocasiona graves daños en la salud de las personas.
Frente al hecho comprobado de la existencia de plomo en la sal de consumo ciudadano, las autoridades nacionales de salud están obligadas a tomar recaudos para evitar problemas de salud y lo primero que han hecho es ordenar a los servicios departamentales de salud, ejercer estricto control en cada jurisdicción para verificar la calidad de sal que se venden y se ingiere corrientemente.
Se estima necesaria una acción directa en los sitios donde se acopia el producto, para verificar las condiciones en que se realiza ese proceso y las instancias siguientes de secado, refinación, uso adecuado de cloro y una certificación especial del Ministerio de Salud, avalando a las empresas que cumplan con las normas exigidas y retirando del comercio la sal contaminada.
Un detalle no menos importante es que se verifique el contenido de yodo en la sal para consumo familiar, ya que el año pasado sólo 11 envasadoras de sal de más de cien empresas cumplían el requisito. Las empresas que acatan regulaciones de salud deben ser conocidas públicamente, así como las irregulares advertidas y suspendidas.
Fuente: LA PATRIA
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