Viernes 21 de agosto de 2015
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Editorial y opiniones
Algo más que palabras
Reivindico una movilidad libre en el pensamiento
21 ago 2015
Víctor Corcoba Herrero
Ante un mundo en permanente cambio, tenemos que reafirmar la importancia de una movilidad libre en el pensamiento crítico, sobre todo para enhebrar los más nítidos horizontes, en vista a que nos permitan convivir todas las culturas con sus variadas singularidades. Indudablemente, es un acto creador y una actitud creativa, tan necesaria como el aire que respiramos, si en verdad optamos a que se disuelvan las ideologías, que tanto nos distancian unos de otros, y así poder ganar terreno en la práctica del diálogo mediante el cual nos abrimos a la diversidad de opiniones y a la multiplicidad de perspectivas. Actuando, de este modo, será cómo avancemos en el respeto de los derechos humanos. Estoy convencido que cuando la universalidad de la auténtica palabra toma consistencia de vida, por supuesto germinada desde un pensamiento libre, los seres humanos ganan raciocinio, acrecentando su razón de ser, pues son la fuerza de los razonamientos lo que permanece en cada época.
Somos pensamiento, pero no ideología, por eso reivindico una movilidad libre en las ideas, para descomponer las absurdas ideologías que nos encandilan, a pesar de que nos impiden reflexionar libremente. Se corre el riego de hacer del ciudadano un seguidor de una actitud ideológica en lugar de un ciudadano abierto al mundo. Son precisamente estos modos rígidos y cerrados, los que desencadenan incomprensiones, activando la desunión en un mundo global. Estos ideólogos son hostiles y desleales, son personas contaminadas por la soberbia, manchadas por la contrariedad y poco transparentes. De ahí la invitación concluyente a pensar y a repensar por una ciudadanía más integrada e integradora, sabiendo que cada uno de nosotros tiene el poder y la responsabilidad de ayudar en la creación de un mundo más humanizado. Según Naciones Unidas, más de cien millones de personas necesitan en estos momentos asistencia humanitaria para sobrevivir. En consecuencia, debemos alentarnos unos a otros, despojados de toda clave ideológica, y así, poder solidarizándonos con las gentes más vulnerables como auténticas familias. La misma dignidad humana no es sólo garantizada por las instituciones públicas, sino que comienza por la experiencia de sentirnos amados, de crecer junto a corrientes libres de intereses.