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Domingo 16 de agosto de 2015

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Cultural El Duende

BARAJA DE TINTA

Confesiones de un conspirador pertinaz

16 ago 2015

De José María Linares a su madre

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Salta 10 de agosto de 1853

Mi mamá, mi señora, mi bien y el ídolo de mi alma:

... Por ahora voy a escribir a usted con alguna detención porque es preciso hacerlo así, por dar un desahogo al dolor que me oprime, y porque quiero y debo someter mi conducta al fallo de usted... Constantemente he dicho a usted mamá mía y mi señora, que no abrigaba otra aspiración que la de restituirme al lado de usted para no pertenecer sino a usted sola, a mis buenos hermanos y mis ñatas, y en unión de mi Nieves servir a ustedes con toda la consagración y el esmero de la ternura de ambos hacia ustedes, y procurar por fin enjugar las lágrimas, que por tantos años vierte usted siendo yo, sin quererlo, la causa de las más de ellas.

Entre tanto, poco hace que he aparecido en la arena política, y esto fuera de las amarguras que debe haberle ocasionado y que las estará usted experimentando todavía, tal vez la haya hecho creer que la he tenido siempre engañada. No mamá mía y señora, indigno fuera de su amor y me castigara yo mismo cruelmente si alguna vez la hubiera engañado o tratase de engañarla. Le debo a la Misericordia Divina el desconocer la ambición; pero tengo un corazón, que siente con más fuerza que otros las desgracias ajenas, que amo con delirio a la Patria donde yo naciera, y entre otras saludables máximas he sido nutrido por usted con la de que el hombre jamás debe dejar de hacer el bien que pueda.

Nuestra Patria, como usted lo sabe, no puede ser más desgraciada de lo que es, y de algún tiempo a esta parte ha querido favorecerme, mirarme como a su salvador y hoy, invocando mi nombre en las ocasiones que ha juzgado oportuno. Además en esa Patria tan querida ¿no tengo a usted que es el ídolo de mi alma y no tengo a mis hermanos a quienes amo? ¿Cómo pues no servirla cuando reclama mis servicios? ¿Cómo no he de hacer por ella sacrificio, cuando esos mismos sacrificios son deberes, que la sociedad, la religión y hasta la naturaleza le imponen a uno?

Ved ahí, mamá mía y mi señora porque he aparecido poco ha en Chichas y porque otras veces también he asumido cierto carácter; pues en todas no he llevado más mira que la de poner término a los males de nuestra Patria, y conseguido esto, retirarme a casa a llenar los deberes, que como hijo tan obligado tengo para con usted y otros que en la condición privada reconozco y los miro como muy sagrados.

No la he engañado pues mamá mía, ni soy capaz de engañarla, cuando le he asegurado y aseguro, que restituido a nuestra Patria y desde que a esta la vea bajo un gobierno paternal e ilustrado, no he de pertenecer, ni quiero pertenecer sino a usted. Verdad es que mis enemigos, por no poder estrellarse contra mí, como lo quisieran, sirviéndoles de pretexto mi conducta, molestan a usted y la mortifican y que usted, en su extremado amor para conmigo, no ve más que mis trabajos y los riesgos a que me expongo, causándole esto grave inquietud y pesares, y siendo para mí lo uno y lo otro un tormento que me agobia, porque el menor desagrado en usted es un mal que no me es posible soportarlo; pero, mamá mía y mi señora, Dios me ha dado suficiente fortaleza para resistir a los trabajos, y como conoce lo sano de mis intenciones, me salva siempre de los peligros, y esto ruego a usted no lo olvide nunca, para que así no le falte el ánimo. Tampoco olvide usted, jamás cuán preciosa es la vida de usted como que de ella dependen cuanto la de sus hijos, el sosiego y bienestar de estos, y en especial de su pobre Pepe.

Por convenir así, dentro de dos días marcho para Chile y se lo aviso para que usted vea, que nada le oculto. Bien sé que con esta noticia voy a dar a usted un nuevo pesar, pero, por Dios, otra vez, no se me aflija y mire, como debe, por su salud con preferencia a todo. Mi viaje lo hago con doble sentimiento porque a usted va a causarle no pequeño pesar y porque me alejo de su hija Nieves, a la que amo con delirio; pero es forzoso, ha de durar poco y quizá su término sea el por tanto tiempo anhelado por mí, el de tener la dicha de reunirme con usted para que no nos separemos más... Como siempre reciba usted, el corazón de su hijo que la idolatra....

José María

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