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Segunda y última parte
BLP: A qué parte de la vida social cotidiana o especializada, referirÃa Ud. los bolivianismos. ¿Se refieren más al deporte, a la vida cultural de cada dÃa, a expresiones culturales especÃficas, la comida, el arte, o a qué?
CCV: Me parece que los bolivianismos abarcan todos los ámbitos de la vida social. Donde abundan más es en la vida de la comunicación diaria. Tiene que ser asÃ, necesariamente. Los lingüistas juzgan que el léxico de un pueblo, el diccionario de un pueblo, es fruto del conocimiento colectivo de ese pueblo. Es, en cierta forma, intransferible, pero sirve como medio de comunicación para los integrantes, dándose la inter-comunicación lingüÃstica. Entonces, claro está, si se trata de hablar una lengua estándar, más general, los términos utilizados tienen otro nivel. A nivel propiamente popular, la comunicación del pueblo, de la colectividad está constituida por esos términos. Y los sociolectos son más especÃficos; por ejemplo, el sociolecto de los militares, de los zapateros, de los voceadores de colectivos, de los recogedores de botellas -caramba, tienen sus sociolectos- se trata en algunos casos, de sociolectos que están crÃpticos o vedados para los extraños.
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BLP: ¿Hay desprecio en Bolivia por la ciencia; se trata de un tema antiguo que nos remite, por ejemplo, a Carlos Medinaceli?
CCV: De acuerdo a nuestro contexto histórico y cultural, me parece que en determinados momentos de nuestra vida histórica, el respeto y la consideración elevada por la ciencia ha sido notable. Pero, ha habido otras etapas más bajas, sobre todo si hablamos del siglo XIX, de los gobiernos bárbaros, de los caudillos y de la soldadesca: no se han preocupado de la cultura. Pero en otros momentos, la importancia de la cultura también se ha dejado sentir por el tipo de gobernantes de alta formación y de alta consideración, por ejemplo, del valor de la ciencia, la filosofÃa, las artes, etc. Hoy dÃa creo que estamos viviendo un momento muy devaluado. Si pensamos la importancia que le asigna el Estado, ni siquiera el gobierno, a las humanidades, nos damos perfecta cuenta. Por ejemplo, ¿qué importancia tiene la Academia de Ciencias en un Estado como este en el que estamos desenvolviéndonos? Ninguna. Mientras no sea una dependencia del gobierno no tiene ninguna importancia. Lo propio sucede con nuestra Academia Boliviana de la Lengua. La nuestra y la Academia de la Historia han sido puestas en la calle, en "cuantito" han podido. Sin tener ninguna visión, nada, nada. Sin interesarles si tenÃan o no un lugar donde cobijarse. Porque si nosotros estamos en la UDABOL hoy dÃa es por cuestión del azar como le consta a la gente. Ningún gobierno, en ese sentido, ha tenido la previsión, por ejemplo, de dotarnos de la estructura mÃnima.
BLP: En prospectiva polÃtica, ¿cuál es su visión del futuro, lo que tenemos va para bien o para mal?
CCV: Yo creo, por ejemplo, que esto de la descolonización se va a apagar por sà mismo, no tiene dónde asentarse. No tiene cimientos, no tiene cuatro patas para poder asentarse. Necesariamente va tener que recular, no es posible que se siga en la misma onda. El Museo de EtnologÃa y Folklore me invitó en una ocasión cuando organizó uno de sus simposios anuales, a que hablara del aspecto lingüÃstico. Hablé de la relación del castellano y las lenguas originarias, en fin. Al concluir mi intervención me hicieron varias preguntas. Una persona que asistió, me pregunto si no se podÃa dejar de lado el castellano. Yo le respondà que me parece muy difÃcil, asà como resultarÃa difÃcil que alguien dejara voluntariamente de lado, el aymara.
La lengua es lo más próximo que el sujeto tiene a sà mismo. El hombre es su propia lengua. Eso es innegable. No podemos negarnos a nosotros. Esa persona me dijo que el gobierno habÃa pensado en un momento prescindir del español y adoptar como lengua oficial el inglés. Me pidió mi opinión. Yo le dije que me parecÃa, naturalmente, un absurdo puesto que por decreto no se suprimen las lenguas. Las lenguas deben tener respeto de sà mismas, y entre sÃ; estarÃa bien que los cientÃficos dominen el inglés, pero eso es otra cosa. Es indispensable que el español deje el espacio natural tanto para el aymara y el quechua como a otras lenguas menores que son otras 34 para que se desarrollen. Es más, el Estado debÃa coadyuvar a que esas lenguas se normalicen, a que adquieran un vocabulario que sirva para la literatura, para la oralidad, deberÃa contribuir para que se estudie la gramática, la fonologÃa y la fonética de esas lenguas. Eso serÃa, pues, fantástico. Lo que debemos hacer es conservar esa riqueza, no acabarla, no disminuirla, no atenuarla en ningún momento; sino más bien, coadyuvar a que se desarrolle lo mismo que el español. Porque si esta es nuestra lengua de comunicación, no hay más remedio que adoptarla, como lengua oficial de comunicación de los bolivianos, por lo menos para determinados planos: el plano internacional, el plano oficial, el de las instituciones, etc. Eso no significa, desde luego, prescindir de las otras lenguas, prescindir de la comunicación de los hablantes en esas lenguas y más allá de eso todavÃa, contribuir a su desarrollo. La visión que uno tiene de su propia lengua es algo esencial para su identidad.
BLP: En su opinión, ¿a qué se debe, Doctor, que después de estudiar doce años inglés en la escuela y en el colegio, los bachilleres no tienen casi ninguna competencia comunicativa en esa lengua, es un problema de disglosia, es un problema de odio al imperialismo o es un problema de pésima preparación de los profesores?
CCV: Mire, mire Blithz, yo no voy a hablar del inglés, sino de nuestra lengua, el español. Llegamos a la escuela hablando y escuchando, por lo menos oyendo. Porque muchos no aprenden escuchando ni siquiera después de pasar doce años en colegio. En el colegio deberÃamos aprender habilidades artificiales, o sea creadas por el hombre, como leer y escribir. Ahora, después de doce años, el bachiller ¿ha adquirido esas habilidades artificiales y ha mejorado las habilidades naturales que tenÃa? La respuesta es no. No, ¿cómo se demuestra esto?
Cuando me tocó hacerme cargo del Departamento de LingüÃstica e Idiomas de la Universidad Mayor de San Andrés, que se creó el año 1973 más o menos, donde fui director durante seis años, enseñábamos a toda la universidad, a todas las carreras, "Lenguaje I" y "Lenguaje II". En algunas áreas de conocimiento dábamos ciertos contenidos; otros contenidos, en otras áreas de conocimiento diferentes, en fin. Lo esencial para nosotros era la lectura, porque es algo a lo que podÃamos llegar, lo mismo que el aprendizaje de la ortografÃa y el aprendizaje del léxico técnico. Don Mario FrÃas, por ejemplo, contribuyó con un bonito trabajo, a hacer un libro que se llamaba Léxico y ortografÃa que, junto con José Mendoza, publicamos en papel barato. Hubo otro publicado también por los tres autores, sobre lectura comprensiva. Después de varios años, con Mario dijimos "hagamos un estudio a fondo", y siendo miembros de la Asociación Internacional de Lectura, habiendo participado en varios congresos, uno de ellos en Buenos Aires, rescatamos una bibliografÃa valiosa que nos sirvió para hacer un diagnóstico del estado de los bachilleres al ingresar a la universidad en cuanto a tres aspectos del lenguaje: la lectura, el razonamiento verbal y, finalmente, la ortografÃa.
La muestra que abarcamos era superior a cinco mil alumnos. Los resultados fueron lamentables. Realmente lamentables. Para decirle algo, en lectura comprensiva, por ejemplo, el porcentaje de lectores eficientes estaba por debajo del 30%. En ortografÃa, solamente se salvaba un 4% en los años setenta, 1975, más o menos. Los resultados los publicamos en Presencia literaria en varias entregas. Se llamaba "El lenguaje en tres aspectos: Diagnóstico y evaluación", o algo asÃ. Hubo mucha gente próxima a la universidad que nos felicitó, por ejemplo, don Jorge Siles Salinas quien nos dijo: "esto es lo que hay que hacer". Claro, nosotros comenzamos con un pensamiento de Tamayo referido a que la educación nunca avanzará si no conocemos los respectivos Ãndices. Bueno, después de un tiempo me hice cargo de un curso pre-universitario el año 1979, después de dejar el Departamento. Con seis mil estudiantes, hicimos una organización ejemplar. Cada curso no podÃa tener más de cincuenta estudiantes, en comparación a los 300 que habÃa antes. Funcionaron once núcleos en la ciudad de La Paz, de siete a once de la noche. Hicimos el diagnóstico de entrada y los resultados se repitieron. Fueron terribles, no habÃa sino ligeras variaciones. Después de seis meses de llevar solo tres materias, "Lenguaje", "Orientación vocacional" y "Técnicas de estudio", hicimos la evaluación de resultados. La diferencia fue extraordinaria, es decir, en seis meses se podÃa hacer lo que no se hace en doce años. Por ejemplo, en el diagnóstico, el 1% realizaba una buena acentuación, y cuando terminamos el curso, en cuatro o cinco clases, el 80% tenÃa dominio absoluto de la acentuación. La razón es porque se trata de un sistema cerrado, y todo sistema cerrado puede aprenderse fácilmente, mientras que los sistemas abiertos son más difÃciles de adquirir, por ejemplo, la escritura.
BLP: ¿El problema son, entonces, los profesores de primaria y secundaria?
CCV: El problema son, en primer lugar, los profesores, desde luego. Pero, en segundo lugar, son los métodos. Si tuviésemos buenos métodos, habrÃa resultados extraordinarios. Nosotros mismos creamos los métodos para la enseñanza de la acentuación y convertimos el sistema en un sistema matemático. Solamente, por ejemplo, habÃa que saber que "menos dos" eran las palabras graves que no llevan acento, nada más. Y el resto caÃa de cajón, las palabras esdrújulas o sobre-esdrújulas, llamadas asÃ, siempre llevan acento. Entonces solo habÃa que saber cuál es el lugar del acento, penúltimo o último lugar, y asà sucesivamente. Al último lugar ponÃamos 1, al siguiente, penúltimo, 2; y a los otros, 3. Tres siempre lleva acento, y dependiendo de tales circunstancias, dos o tres lleva o no acento. La clave es el método, el mé-to-do.
Pero lo que ocurrió fue increÃble, pese a los resultados magnÃficos después solo de seis meses, después de entregar al Vicerrectorado un informe de 90 páginas con cuadros, estadÃsticas, mediciones, comparación de resultados, diagnóstico y evaluación final; solo de lenguaje, en lugar de repetir la experiencia, el siguiente pre-universitario comenzó otra vez de cero. Ese es el problema, en la universidad siempre comenzamos de cero, y después se eliminó "Lenguaje" como asignatura obligatoria para los universitarios. Claro, muchos se aplazaban en lenguaje y, por otra parte, muchos querÃan la carga horaria de lingüÃstica para sus propias carreras. AsÃ, temas económicos interfirieron en pedagogÃa y en educación. No puede ser. Todo esto es ahora, igual, e inclusive se aplica también a la música, a la gimnasia. ¿Dónde brillan nuestros estudiantes? En ningún lado, ni siquiera son atletas, ni en carrera de 100 metros planos, ni en salto alto, ni en salto largo: N-a-d-a.
BLP: Sin disciplina no hay nada, doctor, ¿no es asÃ? Si el tiempo transcurre en colegio en medio de bailes folklóricos y horas cÃvicas interminables, ni siquiera los estudiantes aprenden a correr, correr en serio, para competir y ganar a cualquier otro corredor del mundo.
CCV: Asà es. ¿Por qué el Colegio Alemán siempre ha obtenido los triunfos en competencias deportivas y atléticas, especialmente, en la ciudad de La Paz? Por la disciplina. Ahora todo es folklore desde el kindergarten. El niño cierra su horizonte de visibilidad reduciéndolo al folklore, durante horas interminables. Comenzar de cero se aplica también a las reformas educativas. Nadie ha hecho un estudio a fondo de las reformas educativas en el siglo XX. Ahora mismo, este plan Avelino Siñani, esta ley no toma en cuenta nada de la ley anterior, obra como si no hubiese existido nunca la Ley 1565 de 1994 que fue muy valiosa, ya en ese tiempo dio mucha importancia a las lenguas nativas, la interculturalidad y los mapas curriculares. Ahora todo se ha convertido en folklore. Todo es folklore comenzando de la Presidencia de la República hacia abajo. Es un folklore además de tercera categorÃa. Bueno, y si vamos al plano moral, es tremendo, estamos cada vez peor. Está todo tan distorsionado, es tan lamentable que cosas que nunca antes habÃamos escuchado en nuestra vida, ahora las vemos. Presenciamos hoy el deterioro del ser humano que es increÃble. Es como para decir que el nivel actual del ser humano se halla por debajo de los animales, al grado de que decir que estamos como monos es en realidad, insultar al mono. Hemos llegado a cosas inauditas.
BLP: Si Ud. estuviese en función de gobierno, ¿qué harÃa en relación con el lenguaje?
CCV: Es muy buena pregunta. Hay que atacar sistemáticamente los problemas respecto de las habilidades propias del ser humano, partiendo de las habilidades naturales: oÃr, escuchar y hablar. Se debe partir de ahÃ. Ocurre, por ejemplo, que muchos niños que llegan a la escuela, hablo de kÃnder y pre-kindergarten, llegan con problemas de disglosia y otros problemas. Son dificultades de pronunciación o realización de sonidos de la lengua. Tengo un nieto que tenÃa un lenguaje que no se podÃa entender en nada. Le decÃa a su mamá, por ejemplo: "que-o-o-te-te-te-o-que-a-e-te-te-te-to", querÃa decir "quiero esto que es agente secreto" y nadie le entendÃa. En la escuela, sus compañeros tampoco le entendÃan, se amargaba y se dolÃa. Lo pusimos en un centro especializado en este campo y ahora está muy bien. Está en kindergarten y se le entiende muy bien, el 90%. Entonces, cultivar las habilidades naturales es fundamental. Cada etapa de la vida debe realizarse en lo que concierne al lenguaje adecuadamente. Por ejemplo, un adolescente que no sepa expresarse adecuadamente, tiene grandes problemas en la vida. Un joven o una señorita que no sepa escuchar, tendrá problemas. Hay que enseñarles todo esto, y para esto se necesita gente formada, que tenga la capacidad de imbuir en los jóvenes el amor por la expresión y por saber escuchar. Escuchar es algo que se puede medir. Se trata de escuchar para entender. Eso es lo fundamental.
Después están las habilidades artificiales de la lengua: leer y escribir. En el leer podemos señalar muchos métodos, extraordinarios. Por ejemplo, no es necesario que los niños lean tres mil palabras por minuto, ¿para qué? Que lean 270 palabras por minuto, entendiendo el 95% de lo que leen es fantástico. Que lean 400 palabras por minuto, entendiendo el 90% de lo que leen, también es fantástico. Eso es lo que hay que alcanzar. En lo concerniente a la escritura, es imprescindible que conozcan el sistema ortográfico de la lengua, y dentro de este, fundamentalmente, la puntuación para que escriban adecuadamente. También hoy existen métodos fantásticos para aprender a escribir; especialmente los argentinos han desarrollado esto. Los que deberÃan aprender esto en primer lugar, son los profesores. Para que ellos puedan enseñar.
Sobre el bilingüismo, de igual modo. Creo que hay cosas que poco a poco la ciencia lingüÃstica ha adquirido para cómo enseñar dos lenguas. En el Colegio Alemán donde hay mucha experiencia al respecto, no les dan alemán hasta el tercero básico. Después, poco a poco, los alumnos están hablando alemán, una lengua tan difÃcil. Lo propio hay que hacer con los niños, sean de la ciudad o del campo. Que aprendan primero su lengua bien, y solo después aprendan la otra lengua, en "cuantito" sea conveniente. Eso se da solo en segundo o tercer curso. Pero ahora queremos cantar el himno en aymara o quechua, pero ni siquiera pueden pronunciar la lengua como debe pronunciarse.
El aprendizaje del lenguaje no puede acabar, no tiene fin. El lenguaje tiene un aprendizaje permanente y perpetuo, mucho más allá de los doce años de colegio. Nuestros profesores lamentablemente no entienden los conceptos básicos de la pedagogÃa. Hoy, por ejemplo, se habla de evaluación permanente. Está muy bien, fantástico. Eso hay que hacer. Eso significa un trato personalizado al niño, al joven, o al estudiante. Pero ¿cómo interpretan esto los profesores? Tengo otra nieta que ha subido a cuarto de primaria. Evaluación permanente, para los profesores significa atiborrar al estudiante de exámenes. Todo el mes debe dar exámenes mi nieta. Sus notas son altÃsimas porque las evaluaciones son repetitivas y no hay tiempo para enseñar algo nuevo. Los profesores no han entendido, la evaluación permanente se practica bien seguramente en los mejores colegios de La Paz, y no solo en colegios, sino en los primeros cursos de la universidad.
En la Carrera de LingüÃstica, por ejemplo, a pesar de tener noventa alumnos, yo formaba diez grupos de trabajo, cada uno tenÃa sus textos y bibliografÃa. TenÃan que leer, hacer una sÃntesis, exponer y después, yo me pasaba el trabajo de formular un centenar de preguntas. Era grupo por grupo; fallaba uno, pasaba al otro con la misma pregunta. Hasta que alguien respondÃa y se reiteraba la respuesta. Eso valÃa con puntos a favor. Los resultados eran muy buen aprendizaje de un alto número de estudiantes. Esto contrasta con la clase magistral. Por ejemplo, al enseñar Saussure, Jakobson, hablar de las funciones del lenguaje y otros contenidos, resultaba que más de 70 se aplazaban y aprobaban la materia, apenas 15 estudiantes. En el mismo curso el siguiente año ya no eran 90, sino 200 estudiantes. Yo me pregunté y al final me planteé hacer de alguna forma distinta y es la que le digo: explico la lección de una forma sencilla, les doy los textos para que aprendan, para que estudien, que hagan sÃntesis en grupo, que expongan respondiendo las preguntas. Asà se volcaba la tortilla: quince aplazados y alrededor de 75 estudiantes aprobados. Es cosa de buscar la forma. Esto no acaba ni al salir de la universidad. El aprendizaje del lenguaje no acaba nunca en la vida, es constante, porque todo se aprende en el lenguaje, constantemente, es el conocimiento infinito, siempre nuevo, es algo inacabable donde está la luz del saber.
BLP: Bueno, doctor, muchas gracias por la entrevista.
CCV: Para despedirme le regalo este libro (Mucho más que una heroÃna) del que yo hice las primeras páginas que tratan de una localización espacial y temporal. El Prólogo lo hicimos con Stephan Pfänder. Se trata de la recuperación del pasado cochabambino a través de la experiencia de vida de una familia.
Fin