Eso dijeron, según el mismo Presidente, algunos ministros asustados por las proyecciones de generación eléctrica hechas en una sesión de gabinete. Al contrario yo creo que "Evo no está loco", sino simplemente equivocado, en cuatro temas en torno a la energía que rescato del informe de gestión leído el 6 de agosto pasado en Trinidad.
El primero es la admisión de la fuerte rebaja de los ingresos del TGN por la venta de gas (GN) a Brasil y Argentina (-33%). Este simple hecho debería sugerir ajustes presupuestarios dictados por la austeridad en el gasto público y la selección inteligente de las inversiones. Sin embargo, no estamos aún al borde de una catástrofe: el precio del GN oscilará en torno a 6 $/Mpc, superior al precio vigente una década atrás, con la cual al Gobierno le encanta compararse, con la diferencia que los volúmenes exportados son el doble de los de entonces. Por lo pronto, la única austeridad visible es la que se impone a los gobiernos locales y a los contribuyentes legales, sobre los cuales ha empezado un acoso impiedoso de Impuestos Internos destinado a incrementarse.
Al respecto - y va la primera equivocación - resulta curiosa la explicación que el Presidente ha dado de la baja del crudo: se trataría de un complot urdido por algunas potencias para llevar a la ruina la boyante economía de Estados antiimperialistas. Es una lástima que sus asesores no estén informados acerca de las reales causas de la baja del petróleo, principalmente la sobreoferta de crudo, incrementada ahora por el regreso al mercado de nuestros amigos de Irán.
Un segundo aspecto, con el cual nadie debería estar en desacuerdo, es la diversificación de las exportaciones de energía: no sólo GN, sino crudo reconstituido y GLP (un negocio que recién está empezando a cruzar fronteras con dudas, dificultades y yapas de sustancias ilegales). Sin embargo, y va la segundita, insistir en exportar LNG en cisternas me parece tan absurdo como su actual provisión al mercado interno.
Luego, entre la energía exportable, se ha destacado la electricidad. Pero se anuncia que la eventual energía eléctrica destinada a la exportación será generada por plantas termoeléctricas, porque, dizque, es mejor exportar electrones que moléculas de gas. Eso es cierto en teoría, pero en la práctica existen limitaciones estructurales: la existencia de una red de gasoductos ya amortizados y la falta de interconexión eléctrica regional, la urgencia de reconvertir la generación interna con energías renovables, las grandes distancias, la insuficiencia de reservas de gas, el interés real de nuestros vecinos, el precio del gas para las generadoras, entre otros. Afortunadamente no se ha mencionado a la energía nuclear como fuente exportable y eso me parece un gran avance.
Por último, se ha anunciado (por enésima vez) la pronta aprobación de incentivos para fomentar la exploración y explotación de hidrocarburos. Al margen de que la inversión llega a un país principalmente cuando existen confianza, mercados y seguridad jurídica, esa medida es algo que debía haberse hecho hace varios años atrás y no ahora con el agua al cuello y ante la apatía de los inversores.
Al respecto, me ha llegado un proyecto de decreto supremo de "promoción de la inversión" que es, cuanto menos, asombroso. De ser cierto, rebajaría el IDH del 32% al 20%, no sólo para los líquidos (como se justificaría) sino también para el nuevo gas producido, en campos antiguos y nuevos. Se trata de un giro sorprendente de la política energética de un Gobierno que ha comprometido el futuro de la industria petrolera. Ese giro, les aseguro, no es señal de locura ni cordura, sino de desesperación por seguir gastando.
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