En la avenida Tejada Sorzano 316 de la ciudad de La Paz, se hallaba el conventillo de doña Tomasa, una serie de habitaciones y pequeños departamentos que sucedían uno tras otro a lo largo de unas gradas apegadas a la interesante topografía paceña, donde vivían y convivían unas 20 familias de todo tipo.
Tuve la fortuna de habitar esa vecindad de niño y pasar en ella y en su barrio que la cobijaba, disfrutar la mejor infancia que puede brindar la vida, acompañado por un grupo compuesto por unos 15 llokallitos, todos de la misma edad, que sin fijarnos en ningún prejuicio social disfrutamos de la vida al máximo.
En esta linda vecindad sin embargo, no todo era color de rosa, y habían personajes y familias para todos los gustos, parejas disfuncionales, uno que otro borrachito que los fines de semana confundía a su esposa con la pelota que nunca tuvo en su niñez, unas hermanas muy coquetas que se robaban el novio entre ellas, un tinterillo muy picarón y en fin, había de todo, y entre ese todo estaban doña Chepa y don Juan (nombres ficticios por aquello del qué dirán) una joven pareja de unos 25 años recién casados que llegaron a la vivienda y enseguida congeniaron muy bien con toda la vecindad.
A razón de un aguinaldo o algo así que no recuerdo muy bien, fueron los primeros en toda la casa que se compraron una televisión, y fue un verdadero boom, primero para ver alguna vez el aparatito bobo en blanco y negro, o conocer la cara del presidente de turno gracias al último golpe de Estado. Así nomás fue, hasta que una actividad empezó a convertirse en una muy mala costumbre. Todas las mujeres del conventillo a las 8 de la noche estaban metidas en el cuarto de doña Chepa para ver la telenovela de moda, Rosa de Lejos.
Felizmente yo a esa hora pateaba pelota de trapo con todos los de la cuadra y no supe enterarme bien de lo que pasaba entre comerciales y demás escenas de la famosa telenovela.
La cosa es que muchas de las señoras ni bien terminaba la pasión televisada, volaban a sus aposentos para esperar al esposo, o atender a los niños o lo que tuvieran que hacer, pero más de una no captaba bien el favor de compartir la tele sólo por un tiempo determinado y se quedaban seguramente hasta el noticioso de media noche, ya sea porque estaba muy interesante la chismecharla o porque en casa de doña Chepa se hacía muy buen café. No tengo idea y solo especulo, pero lo que sí sé a ciencia cierta es que obviamente un joven marido como don Juan, recién casado y quizás con muchas ganas de buscar el primogénito de la pareja encontraba en este grupo de comadres parlanchinas, pero sobre todo muy indiscretas, al peor enemigo de su intimidad.
El resultado es que a muy buen criterio, don Juan, caliente (de la rabia) como estaba, después del último capítulo de la mentada novela agarró la tele, la metió en su caja y la fue a depositar quien sabe a dónde, dejando a la comunidad de doña Tomasa sin distracción vespertina y a doña Chepa más furiosa que gorila enjaulado.
Comenzaron las bregas y la pareja que era ejemplo de amor y romance, se convirtió en la protagonista de la nueva telenovela, solo que esta vez sin tele pero con episodios diarios de lo más culebreros. Entonces llegó la hora de la extorsión, por un lado la afectada pidiendo a gritos, "o traes la tele o me voy con mi mamá" y la respuesta del contrincante pregonaba, "o nos quedamos como estamos o el que se va con tu mamá soy yo". La verdad yo era muy chico para estar al tanto del lío, pero el chantaje de ambas partes dio sus frutos y ninguno ganó, ambos perdieron, las peleas ganaron y se fueron ambos (no sé a dónde) sin que pueda llegar el primer retoño familiar.
Los chantajes nunca dan buenos resultados, porque la obtención de éstos mediante la coerción, cualquiera que esta fuera, lo único que logra es que la victoria sea pasajera, ambigua y muy frágil, frente a un derrotado que va a buscar la revancha a la primera oportunidad y quizás su chantaje sea mucho más contundente o nefasto que el anterior.
El poder del dinero es, sin duda alguna, la herramienta universal más utilizada a la hora de cometer esta estrategia de extorsión y ya sea para buscar fines malos, muy malos y hasta los que lindan en lo nefasto, casi siempre logra lo que quiere. Pero el uso de este poder es peor aún, cuando quien usa esa facultad de doblegar voluntades, lo hace con plata ajena pues lo único que tiene, es el capacidad de su administración y no así el derecho para su libre disponibilidad.
Hace como un año en Argentina los medios de prensa se unieron y entre todos plantearon un recurso de amparo ante la justicia para que el Estado distribuya el dinero del pauteo publicitario de forma equitativa y regular entre todos los medios de comunicación y la ganaron. Es lo correcto y justo, puesto que quienes están circunstancialmente en el ejercicio del poder, no pueden adjudicarse para sí, su libre albedrío y criterio sobre estos fondos, porque no son de su pecunio, no son los dueños de esos recursos, sino que pertenecen a todos, y peor aún, no están en condiciones de coercionar la adjudicación de propaganda del Estado a cambio de que los medios digan la "verdad gubernamental", puesto que nadie puede abrogarse la verdad, no existe el dueño de esa verdad, esta siempre depende del color del cristal con que uno mira su propia realidad, por lo tanto, este ejercicio de amenaza gubernamental con la publicidad del gobierno a nada bueno va a llevar y solo va a traer nefastos resultados.
Ojalá los medios locales aprendan de la experiencia argentina y busquen entre todos defenderse, pero sobre todo defender al pueblo boliviano de este tipo de presión estatal.
(*) Paceño, stronguista y liberal
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.