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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Seremos abono, más tendrá sentido - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
Algunos dicen que fue cocinar, otros que fue enterrar lo que hizo al hombre hombre, mujer a la mujer. Aunque enterrar es otro abuso torpe del lenguaje. Donde dice enterrar debería decir encavernar o quemar o entregar a las aguas o colgar de una rama, y deberíamos decir: que lo que terminó de hacer de aquellos monos animales diferentes fue la decisión de ocuparse de sus muertos, decidir que esos montones de materia que carroñeros comerían o el tiempo pudriría merecían un destino mejor porque había deudos o dioses o espíritus que así lo demandaban.
Los ritos funerarios cambian con los tiempos y, en cada cual, hablan de su cultura: nada más contemporáneo que el paso del cementerio urbano -donde filas y más filas de nichos se amontonan según el modelo de los edificios de viviendas - al cementerio country club -donde los muertos viven en las bucólicas parcelas de un barrio privado-. Pero las verdes praderas son, como casi todo últimamente, un privilegio: un planeta superpoblado sólo soporta tales coqueterías si las practican pocos. Lo cierto es que somos demasiados y nos morimos casi todos, así que los muertos tienen cada vez más problemas para encontrar su lugar en el mundo.
La cremación es, hoy, la solución favorecida: convertir al abuelo en una cajita de cenizas que queda tan emotiva en el estante de la sala, a la izquierda del televisor. Pero la quema de señoras y señores produce mucho gas de efecto invernadero, y la conciencia ecololó se preocupaba; ahora, se dice, ha encontrado por fin una muerte que la satisface.
La tendencia apareció, faltaba más, en Estados Unidos, y lo cuenta el New York Times. Allí -en Seattle, of course- una arquitecta de 37 años, Katrina Spade, armó una empresa, Urban Death Project -Proyecto Muerte Urbana- que ofrece una forma nueva de la vida eterna: abonar, igual que en esta vida de consumo, sólo que en su significado primitivo: ser abono.
El mecanismo es simple: el cuerpo yerto se tiende sobre leña y se cubre con leña. Entonces el nitrógeno de la carne y los huesos se combina con el carbón de la madera para llevar la materia a unos 140 grados y "cocinarla" y producir la mejor tierra.
La idea tiene antecedentes fructíferos: ya muchas granjas norteamericanas hacen compost con los cuerpos de sus vacas, ovejas, cerdos muertos. Pensar que nuestros restos pueden terminar igual que los de otros animales es un paso interesante: desandar el camino que nos llevó, hace tantos milenios, a inventar los ritos funerarios.
Pero la señora Spade ofrece algún paliativo: una torre funeraria donde los deudos llevarían a su difunto y lo acostarían en una plataforma, con sus maderitas. Allí, bajo el cuidado de sus empleados, unas pocas semanas de bacterias y enzimas convertirían a mamá en 80 litros de humus de primera -que sus deudos podrían usar, si les place, para abonar una planta, algún árbol, y asegurar su permanencia verde-. Y todo por un precio muy inferior a cualquier otro rito: no más de 2.500 dólares, unos 2.350 euros.
La idea es casi revolucionaria: de cómo convencernos de que los muertos están muertos, que somos pura materia natural -camino de pudrirse-. El problema es que hay que vendérsela a los vivos. Es incómodo pensarse en un cajón plomado, hoguera despiadada, hoyo profundo; no es fácil imaginarse fermentando entre leños con el noble propósito de mejorar las alcachofas. Aunque siempre se pueda recurrir, como consuelo, al maestro Quevedo: "Serán abono, mas tendrá sentido?".
(*) Periodista
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