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Domingo 02 de agosto de 2015

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Cultural El Duende

Entrevista a Carlos Coello Vila

02 ago 2015

A principios de enero de 2014, el académico de la lengua, Blithz Lozada Pereira entrevistó al recientemente desaparecido lingüista y profesor universitario, don Carlos Coello Vila en su domicilio de Cochabamba

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Primera de dos partes

Blithz Lozada Pereira (BLP): Le agradezco, Dr. Carlos Coello, por recibirme en su casa en esta ciudad de tan buen clima, gracias también por concederme esta entrevista. ¿Cómo ha estado Ud. Estimado doctor, especialmente de salud? ¿Está mejor?

Carlos Coello Vila (CCV): Yo he tenido problemas de salud desde el año pasado, me han detectado una degeneración macular. Me pusieron unas inyecciones intraoculares en la parte posterior del ojo, de ambos. Poco he podido superarla, y pierdo la vista progresivamente, sobre todo en el ojo izquierdo. Eso dificulta mi trabajo, por lo que tengo que agrandar la imagen de los textos en la computadora para poder bien. Yo he perdido mucho la visión, lo mismo le ha pasado a nuestro colega Paulovich de la Academia Boliviana de la Lengua, a esto se suma la edad.

Para mí es una pasión leer, pero no puedo hacerlo mucho. Desde que llegué aquí a Cochabamba me puse al día en mis lecturas que antes fueron momentáneamente dejadas de lado. Así leí, por ejemplo, los siete tomos de En busca del tiempo perdido de un tirón. Y así muchas otras lecturas. El médico dice que mi problema no tiene nada que ver con la lectura. Mi problema de miopía que tuve durante mucho tiempo, al parecer es una causa de la situación ahora. Cuando la letra es muy pequeña, hay problemas, pero qué se va hacer, ni modo, sigo con ayuda.

BLP: ¿Usted está de acuerdo en que la ciencia y la tecnología, la ciencia lingüística por ejemplo, sea un medio imprescindible para el desarrollo del país? En su opinión,¿sirven los conocimientos científicos para superar la marginalidad?, ¿qué cree sobre los saberes tradicionales, las lenguas autóctonas? ¿Es posible encontrar valor científico al margen del folklorismo y el pachamamismo?, ¿la educación debe ser científica? ¿Qué opina de la enseñanza del inglés?, ¿qué saberes habría que proteger con patentes, proyectándolos como conocimiento universal? ¿Qué dificultades existen para llegar a la estandarización y la normalización de las lenguas originarias?

CCV: Países como Brasil y México tienen muchas lenguas originarias, más que nosotros, eso es un hecho. En el lenguaje, en inglés y en música, es muy poco lo que se aprende en la escuela y en el colegio. Hay algunas ideas que disminuyen nuestro acervo cultural, en lugar de aumentarlo, eso es una lástima. Algunos trabajos lingüísticos son caprichosos, son folklóricos y solo muestran las pugnas entre aymaristas y quechuistas. Además, hay que tener cuidado del saqueo cultural y lingüístico en nuestro país, especialmente de parte de entidades extranjeras.

Nosotros hablamos el español que llamamos más frecuentemente en nuestro medio, castellano. Pero el español no es una unidad monolítica. Ni siquiera cabe hablar del español de España frente al español de América porque en América hay un conjunto grande de glosas que es un verdadero rompecabezas. Por supuesto, la tarea de la Real Academia Española de la Lengua y de las academias asociadas es buscar una lengua en común, una unidad lingüística de comunicación válida para todos, por lo que es necesario normalizarla. Se necesita normalizar la lengua y los trabajos científicos en lengua tienen ese propósito. Las academias asociadas en los últimos veinte años, han hecho la gramática y la han presentado en distintas extensiones y profundidad. Tenemos por ejemplo, la gramática española en dos tremendos volúmenes; tenemos otra versión más reducida e inclusive hay la versión para muchachos escolares. Y lo propio ocurre con el diccionario. Antes los diccionarios recogían, en lo posible, todas las voces que encontraban, tanto de España como de América, pero lo de América estaba muy pobremente representado. Al final, se hizo esta obra Diccionario de americanismos que es una presentación simpática, hermosa y sumamente plástica de las diferencias que se dan en cada uno de nuestros países, tanto con referencia al léxico, como con referencia a las semejanzas. Así se forman isoglosas porque en varios países, sobre todo limítrofes, el léxico utilizado coincide, y curiosamente, entre países que están muy distantes geográficamente, tienen también léxicos bastante similares. A mí me ha llamado mucho la atención las similitudes, por ejemplo, entre los léxicos de Honduras y Bolivia; es decir, existen similitudes muy grandes. También compartimos esto con México, algo con Argentina; con Perú, ni qué decir. Así se dan casos de coincidencias entre el centro y el sud de América que resulta un poco extraño.

El propósito de estas obras, del Diccionario de dudas, por ejemplo, es favorecer la comunicación compartiendo aspectos comunes. Si llevamos el agua a nuestro molino, vemos que lo que pasa con las lenguas originarias más reconocidas y extendidas, geográficamente y por el número de hablantes -que son el quechua y el aymara- es que los procesos de normalización propiamente no han empezado. Nadie ha empezado esta tarea porque todavía existe mucho desconocimiento de los usos dialectales dentro de esas lenguas. Es muy difícil establecer, por ejemplo, cuántas formas dialectales del quechua hay en Bolivia. Habría que hacer una investigación a fondo y con experiencia al respecto. Pero, con seguridad que las personas que hablan quechua en Potosí no se entienden con las que hablan quechua en Cochabamba. Su porcentaje de comprensión es bastante limitado.

Lo mismo ocurre con el aymara. A pesar de que su extensión geográfica y lingüística es mucho menor, pasa lo mismo. Los que hablan aymara en Potosí o en Oruro difícilmente pueden entenderse con un aymarista de Achacachi. Las dificultades han comenzado, desde luego, en el orden del alfabeto. Menos mal que es una preocupación que ha dado lugar a un intento de conciliación. Al principio había posiciones irreductibles. Cada uno defendía su propio alfabeto, uno se proclama como el aymarista que tenía la verdad diciendo yo soy Yapita y después apareció otro que decía algo igual. Lo penoso es que a veces, se dan cosas que son absolutamente superables, pero que no se superan; por ejemplo, los aymaristas no fueron capaces de conciliar que alguno marcaba las glotales con doble comilla y otro marcaba de forma diferente, y así aparecieron posiciones irreconciliables, cuando en verdad, no había razón alguna para que fuera así.

Desde hace treinta o cuarenta años, finalmente, creo que se ha llegado a una conciliación. Actualmente existe un alfabeto no reconocido por todos, pero llegará el momento en que todos acepten ese alfabeto. Por otra parte, es un alfabeto que corresponde al español y, en definitiva, al alfabeto del latín. Todo esto se arrastra, pero a pesar de existir dificultades fonológicas marcadas entre el español y estas lenguas, es posible encontrar las representaciones fonológicas indispensables para marcar las aspiradas y las glotales, que son los grupos donde hay mayores diferencias.

Tanto en el aymara como en el quechua, hay muchas letras diferentes al español. Existen, por ejemplo, las explosivas, como la "k", la "t", la "p" y la "ch", que tienen tres tipos. Luego están los sonidos simples que no coinciden con el español, porque en el español hay letras que no existen en el aymara ni en el quechua. Yo manejo, por ejemplo, este diccionario bilingüe de Laime y este otro de quechua, que es el que utiliza la Reforma Educativa.

Ese es un aspecto. Los otros aspectos, desde luego, son más complejos. Previamente es indispensable hacer descripciones de cada uno de los dialectos, aunque eso es factible y posible, no se lo hace porque faltan instituciones que tomen estas tareas con una totalidad, y que no sean esfuerzos inorgánicos, individuales ni independientes entre sí. Estas tareas hay que emprenderlas, y creo que en ese terreno se ha hecho poco. Por ejemplo, no se ven las diferencias dialectales entre el quechua de Potosí y el quechua de Cochabamba. Tampoco se ven los aspectos comunes, que son superiores en número a las diferencias que existen.

BLP: Digamos, doctor, una asignatura en secundaria, por ejemplo, biología que está plagada de términos técnicos como "meiosis", "citoplasma", "célula", "fotosíntesis", etc. ¿eso se podría enseñar con un buen nivel científico en quechua o en aymara?, ¿serían préstamos del español para incorporarlos a las lenguas originarias, que es lo que se hace inclusive con una gran cantidad de palabras que no tienen equivalente?, ¿vale la pena hacer eso o es mejor que, por ejemplo, los quechua-hablantes, aprendan ciencias en español?

CCV: Yo creo que sí, se puede enseñar ciencias en quechua y aymara. Las ciencias tienen su nomenclatura y esa nomenclatura es universal.

Si falta la traducción en el idioma originario, podrían ser préstamos crudos, pero también podrían ser adaptaciones. El problema es quiénes son los que tienden los puentes. El maestro es el que conoce quechua y enseña en español. Tal vez, él pueda adaptar la terminología científica al idioma originario. Pero va a haber una dispersión enorme, dadas las posibilidades de los maestros. Entonces, sería conveniente en este caso una normalización técnico-científica de los vocablos a la lengua, si fuese necesario.

Pero yo creo que no es necesario, es mejor español nomás. Además, los nombres científicos, por ejemplo de plantas y animales, están en latín. Aunque no hablamos latín, aprendemos, nosotros, esos nombres científicos en latín. El tema es hasta dónde hay que enseñar ciertos contenidos. No vale la pena aprender nombres en latín en primaria ni secundaria, es más de la universidad a nivel especializado. Nosotros, los lexicógrafos, cuando hacemos descripción de plantas y animales locales, cuando no hay nombres en español, incluimos las familias y los nombres científicos. Y respetamos, naturalmente, la procedencia del latín. Yo creo que casi todas las plantas por ejemplo, tienen nombre científico y si no tienen, se establece. Si hay alguna planta que solo se conoce en quechua, quien la descubre, la nombra en latín pudiendo utilizar su propio nombre. Existe el caso concreto de un profesor biólogo boliviano-japonés, investigador de las cactáceas y de muchas variedades, descubrió algunas plantas y les puso su nombre con alguna palabra en latín también. En resumen, no es necesario hacer traducción de la terminología científica a las lenguas originarias, porque al final, los nombres ya están hechos y son universales. Para todos, hablen ruso, inglés, español o danés o lo que sea, los nombres son los mismos. Y existen glosarios que, por lo demás, no son para el común de los mortales, sino para los especialistas. Sin embargo, a los niños y a los jóvenes se puede proporcionarles en un diccionario, la información respectiva.

BLP: ¿Qué opina, por ejemplo, de la traducción de avión por "lata-tunqu", que hace Ignacio Apaza; es decir, en aymara, "pájaro de lata"?

CCV: En la Carrera de Lingüística de la Universidad Mayor de San Andrés existe la tendencia de crear términos autóctonos para la tecnología. Esa tarea la está emprendiendo un equipo de gente en el que está José Mendoza. Probablemente Ignacio Apaza también esté en ese equipo o haya intervenido en ese sentido. Es un esfuerzo que tiene varios años, pero del que todavía no se ve los resultados; sería recomendable hablar con José Mendoza al respecto. Habría que ver hasta dónde avanzaron y cuál es el fruto. Porque hay que tener en cuenta que de qué sirve que creemos el término si ese término no se difunde.

BLP: Después de casi tres décadas de trabajo en los bolivianismos, ¿cuál es el estado de la investigación que Ud. y su equipo del Instituto Boliviano de Lexicografía y otros Estudios Lingüísticos realizan?

CCV: El diccionario de Muñoz Reyes recoge, aproximadamente, mil setecientos bolivianismos. Tiene más términos, pero muchos son vocablos de uso peninsular, por lo que es necesario descartarlos. Han entrado por la ventana y están ahí falsamente. Es decir, son pocos los bolivianismos propiamente dichos. Algo similar ocurre con los cruceñismos, son dos mil, aproximadamente, pero muchos son de uso compartido. El diccionario ejemplificado de bolivianismos que estamos trabajando actualmente, está concluido, pero está en etapa de revisión, tiene aproximadamente entre diecisiete y dieciocho mil palabras, artículos lexicográficos. Esto da lugar a que haya alrededor de sesenta a sesenta y cinco mil acepciones.

Hablando solo de la letra "c", los términos recogidos de esta letra ocupan alrededor de quinientas a seiscientas páginas. La obra completa, habría que concebirla, si son alrededor de dos mil páginas, al menos en cuatro volúmenes de quinientas páginas cada uno. Si se reduce un poco, podría llegarse a tres volúmenes. Eso quiere decir que el número de bolivianismos es verdaderamente grande, altísimo; lo propio pasa con los demás países, algunos tienen una gran cantidad de regionalismos, son más amplios, más ricos; otros menos, pero todos tienen su propia riqueza y variedad. Esto depende del espíritu de los pueblos, de su creatividad e ingenio. Hay muchos pueblos muy proclives a crear nuevos términos y nuevas acepciones. Ud. va a Sucre e inmediatamente tiene un apodo; Ud. viene a Cochabamba y en cinco días ya tiene un apodo. Así se crean nuevas palabras permanentemente, sobre las cosas conocidas; por ejemplo, una sopa del miembro viril del toro aquí se llama "cardán caldito". Y cardán claro, viene del automovilismo. También, por ejemplo, "fideo uchu" que en otras partes se denomina "ají de fideo", en realidad significa "fideo picante".

Hay una tendencia muy grande justamente a enriquecer la lengua utilizando las lenguas nativas. Ud. conoce los trabajos de lexicografía que hicimos, por ejemplo, el que hice con Stephan Pfänder y Mario Soto, Léxico mestizo, donde hay tres mil palabras del quechua que se usan en el castellano boliviano. Alguna cantidad menor tendríamos del aymara. Está hecho; Gregorio Callisaya debía haberlo concluido, pero se ha dedicado más a su tesis y no ha podido terminarlo. Pero este es un plano, hay otros planos más profundos; la gramática mestiza, por ejemplo, es un estudio a fondo que ha realizado Stephan Pfánder y trata acerca de cómo en Cochabamba, el castellano que hablan los cochabambinos tiene en gran medida y en diversos aspectos, una estructura que proviene del quechua. José Mendoza se ha dedicado también a un aspecto de la gramática. Esto ocurre con las personas que hablan quechua y castellano; sea el quechua su primera o segunda lengua. Pero también muchas personas que tienen el castellano como primera lengua y han aprendido el quechua como segunda, utilizan un vocabulario mezclado, mixto permanentemente. Esto ocurre por ejemplo, con la Sra. Rosa Alcira Cuenca Quiroz, que es la madre de mi esposa. Sobre ella, con Stephan hicimos esta investigación y la hemos titulado Mucho más que una heroína. Se trata de una mujer que quedó viuda con once hijos, cuando el mayor de sus hijos tenía veinte años y la más pequeña, tres. Ha batallado toda la vida, trabajando mucho. Ella hablaba quechua y hablaba inglés, era profesora de dactilografía y de inglés. Este libro lo hicimos porque el castellano que hablan los hermanos es muy mezclado, con estructuras del quechua. En la presentación de nuestro libro, le he pedido autorización a Stephan, para hacer una especie de adaptación, de manera que el texto quede a disposición de cualquier hijo de vecino y no sea solo para quechua-hablantes, es decir, he tenido que pulir mucho el texto.

BLP: Entendiendo que hay más de sesenta mil acepciones de bolivianismos, que hay entre quince y diecisiete mil términos, ¿cree Ud. que hay una cantidad considerable de términos científicos bolivianos, que reflejen la inventiva boliviana y que sean aportes al conocimiento universal?, ¿en qué porcentaje hay, por ejemplo, palabras similares a "birome" en Argentina?

CCV: Seguramente hay un porcentaje de bolivianismos que podemos considerar "científicos". No sé cuánto, seguramente es muy poco. Ahora se me ocurre, por ejemplo, la palabra "lata-punku", que significa "puerta de zinc". Se usa por ejemplo, al decir: "¿dónde van a estar? de la casa verde, la siguiente puerta, en la "lata-punku" que encuentres". En cuanto a la creatividad, eso es innegable y enorme. Del coba, por ejemplo, ha pasado al ámbito popular, tal vez el ámbito no sea muy extenso, pero existe en el hampa boliviana que tiene la palabra "cabronauta", término usado para referirse al cabrón en sumo grado. Así, esa palabra ha entrado en la lengua popular boliviana.

BLP: La palabra, por ejemplo, en aymara y en quechua, "suka-kollo" que es típicamente autóctona y tiene, sin duda, un contenido tecnológico, refiriéndose a la disposición altitudinal y a la organización del riego de los sembradíos, sin duda que tiene contenido y valor científico. En su opinión, ¿hay muchas palabras similares, que puedan considerarse bolivianismos, sea que tengan origen autóctono o que habrían sido creadas en nuestro país? Hablar por ejemplo de una computadora "chancho" es un bolivianismo, pero no porque un equipo sea ensamblado por un técnico con partes procedentes de distinto origen, se puede decir que hay conocimiento científico, que haya inventiva científica, ¿o qué opina?

CCV: Si no se trata de una computadora original, si es un ensamblaje de partes importadas, la situación desde el punto de vista científico es como un vehículo que aquí se denomina "transformer" o "chuto". El "transformer" como Ud. sabe, es un vehículo al que se le ha cambiado de izquierda a derecha, por ejemplo, el volante y los demás implementos del vehículo para conducirlo, realizando una transformación técnica. Aquello que por sí mismo se explica, ya no necesita una explicación adicional. El auto "transformer" se muestra a sí mismo y no necesita descripción. En este y otros casos hay creatividad lingüística, se trata de bolivianismos, pero no hay términos científicos. Indagando posiblemente se encuentre algunos términos bolivianismos que representen un aporte al conocimiento universal, sin embargo, no creo que la cosecha sea abundante, seguramente ha de ser muy poco.

Continuará

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