Domingo 02 de agosto de 2015
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Hubo un momento en que los escritores se aburrieron de los dioses y las hadas y los héroes y las doncellas y todo el elenco de personajes y escenarios y hechos que constituÃan la maquinaria tradicional de la literatura. QuerÃan variedad, sorpresas, algo distinto y nuevo. ¿Dónde encontrar esa renovación? Todas las ideas que se les ocurrÃan volvÃan a lo mismo, no eran lo nuevo ni podÃan serlo porque seguÃan saliendo de la misma fuente. Entonces, tuvieron una idea audaz, que parecÃa contradecir su propio oficio: renunciar a la fuente de la que habÃa venido su material hasta ese momento, que no era otra que la imaginación literariamente educada, y dejar que sus argumentos y personajes y escenarios se los diera un agente externo a ellos. Era una jugada arriesgada, hoy la llamarÃamos vanguardista, o hablarÃamos de un "procedimiento" como el de Raymond Roussel. La materia de la que en adelante se alimentarÃan sus ficciones serÃa la que les diera la realidad, en sus formaciones y desarrollos propios. De ese modo evitaban recurrir al gastado repertorio de la imaginación. Hay que hacer notar que esta maniobra no se les habrÃa ocurrido si no fuera porque en ese preciso momento histórico (y no abandonamos el terreno del mito) la realidad se volvÃa interesante, rica, cambiante, abigarradaÂ?
Cesar Aira en: César Aira (2014)