En la historia de la humanidad, cuando los pueblos asumieron la necesidad de ser libres e independientes, lo hicieron bajo principios de moralidad, vocación por la libertad y amor al terruño que querían ver libre. Esas condiciones han primado en la vida de la mayoría de los pueblos que han redactado su Constitución Política y, en base a ella, leyes sustantivas que han regido su vida como nación, país o estado.
Estas son realidades que han sido importantes en la creación de nuestro país el año 1825; lamentablemente, muchas veces se confunde la libertad lograda con libertinaje que es el derecho que se da la fuerza de los instintos, las ambiciones y la ausencia de virtudes para apartarse del régimen legal e imponer la simple voluntad que, en estas ocasiones, es arbitraria y contraria a todo derecho humano.
En la vida de los pueblos se ha sostenido la urgencia de entender y vivir moralmente; es decir, sujetos a virtudes que se hagan valores y principios, supeditados a las leyes y procedimientos honestos y responsables para lograr el desarrollo conducente al progreso de los pueblos. Muchas veces, las ambiciones político-partidistas, donde los caudillos han cumplido mandatos o exigencias de sus entornos, se han desechado los principios fundamentales de vida de los hombres y se hizo escarnio de las normas que exigían comportamientos dignos.
La moral, base sustantiva de la vida humana porque implica respeto al derecho de los demás, cumplimiento estricto de las leyes, honra y amor al prójimo que son los componentes humanos del pueblo, comportamientos dignos honestos y responsables en el manejo de los bienes confiados y otros valores y merecimientos, no siempre se han cumplido por diversas causas, ni razones que normalmente están dictadas por la sana conciencia.
El amor y la fe en Dios y en las capacidades del pueblo, son básicos para alcanzar y cumplir los propósitos de desarrollar iniciativas, cumplir eficiente y eficazmente deberes y responsabilidades, contribuir al bien común con creatividad, alegría, sensibilidad, respeto por los derechos ajenos y uso cabal de la propia conciencia, son necesarios en la vida política, económica y social de gobernantes y gobernados; de otro modo, resulta fácil derivar procedimientos y conductas por los caminos escabrosos del libertinaje, del nomeimportismo y de las conveniencias del "dejar hacer y dejar pasar" que han sido armas o pretextos de quienes no tuvieron ni la capacidad ni la voluntad para amar y servir, para tener fe y confianza que irradien esperanzas y creen condiciones para alcanzar altos objetivos a que aspiramos todos. Es preciso, pues, entender y vivir sobre bases morales pero con amor y fe, condiciones primigenias y precisas para el desarrollo y el progreso que no deben tener mengua en la voluntad que es don otorgado por Dios para la realización del bien común.
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