La disimulada y firme intención por mantener a la mujer como un instrumento para consolidar o perpetuar la hegemonía del hombre hace generar, cuando por naturaleza humana surge la resistencia, la violencia de género, manifestada en la innumerable variedad de circunstancias que entroncan la vida cotidiana y el protagonismo de los roles sexistas y de preeminencia machista cuya impronta es el poder del hombre en el universo.
Todo ser humano debiera necesariamente desarrollar la afectividad como una expresión extrínseca de razón suficiente, acción válida de la mente por el conocimiento o sinónimo de exigencia, apoyando la vinculación del pensar con el ser, con lo cual se arrinconaría definitivamente la violencia de género pues no se daña, lastima, injuria, veja y hasta mata al ser que produce el elevado y indeleble sentimiento de la afectividad? y no se reconduce esa actitud reticente e histórica del hombre a la afectividad militante por temor o cobardía a parecer sentimental o coloquialmente, débil o blando o peor, por no ofender o inquietar a la fratría del poder masculino que se apoya en una base social y hasta política y religiosa que les inflige complicidad para, como un hato de ovejas, continuar con la posición hegemónica.
Lo afectivo es el sentimiento de cariño inmutable por alguien o algo que se amalgama con el conjunto de fenómenos afectivos como las emociones mesuradas o las pasiones sanas e identificadas que todo ser humano debiera atesorar como realización personal, para prepararse en el reconocimiento de las propias emociones y sentimientos, sobretodo la conducción de los mismos, junto con ese reconocimiento en las demás personas, para asumir como norma inviolable e inderogable la aprehensión definitiva a relacionarse en reciprocidad, resolviendo con la palabra todos y cualesquiera conflictos y diferencias de pensamiento, desde el profundo respeto y la empatía.
Es una noble aspiración de la humanidad sensible la igualdad de género y el hombre no debe temer a que la mujer sobrepuje sus capacidades, ámbitos de dirección y suficiencia económica, ya que cuando esto sucede siendo históricamente frecuente pero no reconocido públicamente, es el detonante de la agresividad. ¿Cuál hombre que desarrolla sus aptitudes motivándose a vivir mejor no sentiría el genuino orgullo y realización personal cuando la mujer que dice amar acumula más logros que él?
De esta forma el hombre se transforma en un ser creativo a imagen y semejanza de la mujer amada que lo inspira y potencia, entonces, el lector de esta columna infiere que es imposible o al menos contenible que surja la violencia de género, destacando superlativamente la importancia de la contención y la prudencia en la vida.
Al respeto a la lucha por la libertad de la mujer, sin posible tregua, debe unirse todo hombre que desea alcanzar en su vida niveles de elaboración y práctica de sentimientos impensados y, hacerlo sin disimulo ni temor, ya que esa actitud no serviría a la verdad, único camino para labrar por siempre la igualdad de género.
(*) Es Abogado Corporativo, autor del libro
"La Mujer", con varias ediciones
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