Lunes 20 de julio de 2015
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Jesús crucificado sobre la hoz y el martillo, símbolo inequívoco del comunismo ateo, es un grotesco espantajo que al ser obsequiado al Papa Francisco ha debido impactar sobre sus sentidos con la misma fuerza que el epígrafe de este artículo, ocasionándole un desconcierto tal, que sólo se limitó a decir: "no está bien eso".
De ahí que tratar de explicar dicho acto, involucrando en su elaboración al finado sacerdote jesuita Espinal, más que una impostura, constituye una afrenta a la inteligencia de los bolivianos, pues dicha excusa simplista se traduce, como si un rabino judío se diese a la tarea de esculpir una estrella de David sobre una esvástica.
De la misma manera la explicación brindada por un ministro, de que la imagen del obsequio de marras significa que el comunismo y la iglesia son compatibles, al margen de anacrónica es incongruente y Marx, Lenin o Stalin se estarían retorciendo en sus tumbas, al oír semejante disparate.
Desconocer o ignorar el significado de los símbolos es contravenir las leyes de la Semiótica, que es la ciencia que trata precisamente del estudio de éstos, como la expresión tangible de una idea y el poder que éstos ejercen sobre los pueblos. Los gobiernos populistas que rigen sobre las sociedades que los eligieron, suelen echar mano frecuentemente a los símbolos para aglutinar adeptos en torno a ellos y tratar de sustituir aquellos que la religión ha aplicado desde hace miles de años atrás.