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Domingo 19 de julio de 2015

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Cultural El Duende

¿Cómo hacíamos Feminiflor?

19 jul 2015

Palabras de Da. Betshabé Salmón vda. de Beltrán en el homenaje del Círculo de Mujeres Periodistas La Paz a las fundadoras de Feminiflor en mayo de 1999

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Tal vez ninguna de nosotras tenía la esperanza de disfrutar de un momento tan singular como este, que viene a entibiar el atardecer de nuestras vidas. La generosidad del Círculo de Mujeres Periodistas trae hasta nuestro otoño el delicado reconocimiento del más hermoso de todos los gremios. Por medio de su noble presidenta, Bertha Alexander de Alvéstegui, ustedes nos ofrecen hoy la dicha de sentirnos de nuevo lo que, probablemente, nunca dejamos de ser: periodistas. Y es que, en realidad, el periodismo no es como una prenda de vestir que se puede desechar, no como un adorno, que se suele abandonar. El periodismo es un amor al que nunca se renuncia. Así pues, aunque los avatares de la vida nos obligaron a guardar la pluma, la pasión de la tinta de imprenta no se borró jamás de nuestras almas. Y, calladita pero latente, perdura en el estuche del corazón.

Decía que no esperábamos este bondadoso homenaje puesto que en nuestro tiempo, hicimos periodismo primordialmente por la misma razón por la que ustedes lo hacen ahora, porque les gusta, porque lo aman. Igual que ustedes ejercíamos el oficio sin aspirar a otra recompensa que el deleite de escribir para comunicarnos. Igual que ustedes, no buscábamos con ello más beneficio que el de servir a nuestra comunidad y a nuestra cultura. Quizá por eso sintamos en este excepcional instante una especie de grato desconcierto, como si nos resultara más natural atestiguar el suceso, libreta de notas en mano, que acoger en el pecho tan fino galardón. La palabra documentada de don Rodolfo Salamanca Lafuente ha señalado cómo la mujer tuvo participación precursora en el periodismo boliviano. Y, justo y gentil como siempre, ha distinguido una vez más a Feminiflor en su recuento y ha registrado también otros meritorios empeños ulteriores. Reciba él nuestro más cálido agradecimiento. Y permítanme ahora rememorar, brevemente, los días de aquella modesta pero tenaz empresa espiritual.

Feminiflor surgió en el seno del Centro Artístico Intelectual de Señoritas que la iniciativa de Laura de la Rosa, admirable amiga, fundó en Oruro allá por 1921. Sentimos las socias la necesidad de contar con un vehículo de prensa propio para divulgar nuestras inquietudes cívicas y culturales y para luchar por la causa de la mujer. Y, sin ninguna experiencia ni muchos prolegómenos, nos echamos a escribir y a publicar. Era una bulliciosa cooperativa de chiquillas. Cada una hizo lo que pudo. Destacar noticias de importancia para las mujeres. Escoger versos. Aplaudir ciertas medidas. Comentar problemas proponer soluciones. Criticar lo que nos parecía indeseable dar paso también al entretenimiento y al buen humor. Brindar datos útiles para la vida del hogar. Y, por supuesto, mendigar avisos e inventar concursos para atraer al público. Trabajamos mucho pero disfrutamos todavía mucho más en los afanes de nuestra juvenil aventura.

Ha pasado más de medio siglo desde entonces, pero todavía recuerdo vívidamente aquella mañana de sol y alegría en que salió nuestro primer número. Caímos como abejas sobre los chibaletes de la imprenta Téllez, contemplando con alborozo cómo nuestros artículos pasaban del papel a la forma tangible.

Tiznadas y ansiosas pero llenas de gozo, festejábamos a punto de entregar la edición a los canillitas cuando invadieron el taller amigos y enamorados nuestros. Uniformados con sacos oscuros y pantalones claros, nos sorprendieron brindándose a la revista como suplementeros. Y se lanzaron a las calles de aquel dorado Oruro voceando: "¡Feminiflor!, ¡Feminiflor de hoy díaaa!"

La ciudad se asombró de ver a los jóvenes "pitucos" vendiendo revistas y, más aún, de ver a varones sirviendo de canillitas a una revista de mujeres. Sin embargo, por curiosidad o por simpatía, los compradores agotaron esa primera edición en pocas horas, pagando a veinte centavos el ejemplar. ¿Se imaginan nuestra emoción? El éxito inicial fue un gran estímulo para nosotras. En efecto, mantuvimos la publicación mensualmente durante tres años seguidos, venciendo los escollos habituales a tan románticas actividades y luchando, a veces, contra la incomprensión de algunos.

Pero esto último ni nos sorprendió ni arredró. Desafortunadamente, era natural. Piensen que, en aquellos tiempos, la mujer boliviana todavía estaba tan postergada que, en Oruro, no había siquiera un colegio secundario para señoritas. Las que se atrevían a procurar el bachillerato tenían que ir al Colegio Bolívar, establecimiento de varones que -bajo presión y a regañadientes- tuvo que hacerse mixto por un tiempo. En general, aquella era una época en que la sociedad todavía consideraba que los únicos papeles apropiados para damitas eran los de aprender economía doméstica, tocar lánguidamente el piano, frecuentar la iglesia y entre suspiro y bordado, esperar al "Príncipe Azul".

Aún hoy, cuando el mundo ha evolucionado un poco y los hombres un poquito, es difícil para las mujeres lograr que se reconozca su plenitud como personas. Piensen lo inverosímil que era conseguir ese reconocimiento hace cincuenta y tantos años. Apreciarán así lo inaudito que resultaba que un grupo de muchachas recurriera al periodismo para luchar por los derechos de sus congéneres. Y, sin embargo, al impulso de los años mozos, hicimos cuanto nos fue posible por esa causa. Inclusive golpeamos con nuestros editoriales los herméticos portones universitarios para que se abrieran también a nosotras.

Feminiflor, fue pues, un gesto de audacia que unos cuantos tomaron tal vez como herejía. Pero ni críticas ni burlas pudieron desalentarnos.

Aunque tengo veinte años lejos de la patria, me empecino en mantenerme apegada a su pulso y su destino. Las buenas amigas me ayudan a ello con cartas y periódicos. Y, gracias a esto, he podido ver que ahora tenemos en Bolivia muchas y muy buenas periodistas. Me alegra saber que ya no se las relega al "Social, a las modas y a las recetas de cocina". Hoy a la par de los colegas varones, hay reporteros, cronistas y fotógrafas. Hay también directoras y empresarias. No faltan redactoras de radio ni entrevistadoras de televisión. Y hay docenas de muchachitas nada menos que en una escuela de ciencias de comunicación social. ¡Qué maravilla!

Veo con satisfacción, y -si me lo permiten, hasta con orgullo- todo el avance logrado por ustedes. Porque sus triunfos nos valen también a nosotras para sentirnos realizadas. Es algo así como sabernos prolongadas en ustedes y cómo proyectarnos con ustedes hacia un futuro sin límites. Los felicito, pues de todo corazón por lo mucho que han ganado. ¡Adelante! Porque esto no solo tiene valor para ustedes ni incumbe únicamente a nuestro sexo o a la profesión. Esto reviste alta significación para el país como un todo. Y es que tiene que ser bueno para la nación que la mujer ponga en sus medios informativos la pincelada de ternura que subraya la concordia y aleja la violencia. Es la voz de la mujer la que debe destacarse en abogar, desde el púlpito de la prensa, por los pobres y los atribulados. Es la palabra de la mujer la que debe defender en los medios masivos el derecho de la infancia a la pureza, frenando el erotismo malsano y el materialismo mercantilista. Y ¿cuál mano sino la de la mujer, es la llamada a escribir en el corazón de todos los bolivianos los mensajes definitivos de la razón y la hermandad?

Berthita -heredera del brío y talento de aquel gran periodista que fuera Alfredo Alexander, mi dilecto amigo-; don Rodolfo Salamanca -doctor colega y buen amigo; compañeras del Círculo de Mujeres Periodistas; amigas y amigos presentes: para terminar solo atino a hacerles una promesa que la gratitud me dicta: llevar la visión de este dulce instante que nos brindaron hasta más allá de esta orilla, allí donde la gracia de Dios nos depara la eternidad.

Fuente: Feminiflor, un hito en el periodismo femenino de Bolivia, compilado

por Luis Ramiro Beltrán S.

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