Sábado 18 de julio de 2015
ver hoy
La caridad no es solamente una virtud teologal. Su propia traducción nos anuncia su alcance: ágape. Es decir la fiesta, la celebración, el compartir el pan de cada día. Esa monedilla que a veces nos hace falta, como en los versos de José Martí o el óvalo de la viuda en el Nuevo Testamento. La caridad es la gran ausente en el siglo del consumismo y del individualismo.
La caridad con su expresión sublime, la hospitalidad. ¿Cuántas personas abren su casa para recibir al forastero, al caminante, al perseguido? Los textos griegos resaltan la capacidad de preparar cena caliente y acoger al que llega de lejos como primerísima fortaleza de una persona, una familia, una comunidad.
Luis Ramiro Beltrán (Oruro, 1930 - La Paz, 2015) brilla por muchos méritos profesionales y artísticos. Sin embargo, es la hospitalidad que heredó de su tierra natal y particularmente de su madre, la que lo hace inolvidable y son cientos las manos que lo despiden acordándose de alguno de esos momentos compartidos.
Bethzabé, Bechita, era una joven viuda de un héroe del Chaco, cuando perdió otros familiares y comenzó el difícil camino de trabajar para alimentar y educar al pequeño "Moro" en los años 30. Nada sobraba en aquel hogar afligido por las múltiples crisis que dejó la guerra. Sin embargo, como buenos orureños, madre e hijo se dieron modos de ofrecer al amigo un tecito, un lecho, un cobijo y así lo recuerdan los más antiguos amigos como la familia Miralles, la familia Cisneros, sus queridos compadres Cusicanqui.