El Papa Francisco y la redención de la Iglesia Católica
17 jul 2015
La Religión Católica ha mostrado desde su génesis un desarrollo contradictorio. En su inicio, difundiendo el mensaje solidario de Cristo, fue revolucionaria y así se conservó hasta que el Imperio romano la adoptó con Constantino. Así se empezó a fundir con el poder político lo que fue lapidario para su contenido ya que de expresión bíblica de los pobres se convirtió en instrumento ideológico y político de los ricos. Lo peor se produjo en la época de la Inquisición cuando miles de críticos de los privilegios de la casta sacerdotal -cuando los papas tenían esposas, hijas e hijos, y hasta amantes- fueron asesinados en la hoguera. Se había llegado a un grave estado de degeneración moral.
Posteriormente, si bien muchos males pasados fueron corregidos, el conservadurismo de la Iglesia Católica, encabezada por los papas, no cambió y continuaron los estrechos lazos con los centros de poder político en detrimento de los más necesitados. La Iglesia protegió el régimen de explotación capitalista. No obstante, la fidelidad de centenares de millones de católicos se preservó porque la palabra divina de Cristo era más fuerte, a pesar de lo cual muchos otros cientos de millones adoptaron versiones protestantes del cristianismo como respuesta ante los abusos de la Curia romana.
Solamente algunos papas como Juan XXIII y Paulo VI, de alguna manera, aunque suave, trataron de cambiar una orientación cuasi reaccionaria que apoyaba los crímenes del capitalismo, pero después llegó al Papado Juan Pablo II, un cura anticomunista que se dedicó profundamente a condenar las realizaciones del régimen social fundado por Lenin en la Unión Soviética y a posibilitar la destrucción de un sistema que tenía grandes logros sociales, a pesar de la falta de libertades, pero este Papa hizo mucho por provocar su caída. Era un Papa dogmático y alejado del mensaje de Cristo. En este contexto, después de la renuncia de Benedicto XVI, otro Papa conservador, ya agotado después de haber perseguido inmisericordemente a los curas de la Teología de la Liberación, llegó al Papado Jorge Bergoglio, el que después se llamó Francisco, un cardenal argentino que le dio a la Iglesia Católica un hálito vivificador de aire fresco, de revitalización cristiana, recuperando el contenido del mensaje del Señor.
En su visita de tres días a Bolivia, Francisco tuvo expresiones que permiten guardar serias esperanzas en el curso positivo de la mayor religión del mundo. Y no fue en esos días memorables una autoridad eclesiástica doctrinaria, sino que se dirigió al pueblo con términos sencillos, pero plenos de contenido crítico. En la Cumbre Social, el Papa dijo que "los excluidos son ´sembradores de cambio´, ante una globalización basada en el dinero". Se refirió a la trilogía: territorio, techo y trabajo digno como fundamental para una sociedad justa, además de cuestionar al sistema capitalista, al consumismo, al individualismo y de una decidida defensa de la Naturaleza. El Sumo Pontífice dijo que ya no es sostenible un Mundo donde la premisa sea la ganancia a cualquier costo: "Queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los pueblos? Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra, como decía San Francisco". En una velada advertencia al Presidente Evo Morales, indicó que un cambio de estructuras que no viene acompañado de una sincera conversión de las actitudes y del corazón termina a la larga o a la corta por burocratizarse, corromperse y sucumbir.
Además, en la Catedral de La Paz, el Papa Francisco saludó a los originarios de antes y a los originarios contemporáneos, o sea mestizos, haciendo ver que en realidad todos somos originarios y, así, desmitificó el desgastado discurso indigenista que crea privilegios aborrecibles para los que erradamente se creen dueños del territorio boliviano por su supuesta mayor antigüedad étnica.
Finalmente, a partir de las expresiones de Francisco se puede advertir que no existe una diferencia sustancial entre marxistas y católicos y que se debe continuar con el camino de acercamiento y unión que propugnaba y propugna la Teología de la Liberación. Cristo nos marcó un camino de paz, amor y solidaridad para toda la Humanidad y Marx planteó la liberación de los oprimidos del Mundo entero.
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