Miercoles 15 de julio de 2015
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Nos sumamos con esta nota a la tinta que corre tras la visita del Papa. Por donde pasó, dejó una especie de polvareda que sólo disipará el tiempo. Con una coherencia matriz interna habló de muchas cosas, sin agotar en profundidad ninguna. Las alusiones y silencios fueron parte de su estilo discursivo. De ese amplio repertorio, apartamos tres para comentarlos escuetamente.
Consciente del poder que ostenta, el Papa cuida al milímetro cada paso, cada palabra. Por más que parezca, no improvisa nada. Condenó la excesiva concentración de poder en "liderazgos únicos". Correa está en aprestos de perpetuarse igual que sus colegas de la ALBA. Ecuador es un país también pobre, y terreno abonado para sostener, sobre esa la causa, a los dictadores. En Bolivia el gobierno declaró varias veces como su enemiga a la iglesia católica. A esos dos escenarios era preciso que llegara Francisco.
Así como están las cosas, el tema del mar era insoslayable. Abogó por el diálogo sin referirse específicamente al problema. Un tiempo atrás, los dos países alcanzaron el más alto nivel de simpatía y de diálogo. La "diplomacia de los pueblos" parecía ser más efectiva. ¿Quién rompió y por qué se rompió esa relación? Según versiones de ambos lados, "yo no fui"; pero está rota. Chile está dispuesto a la reapertura diplomática, pero (esta es la cosa) sin condiciones. Y de Bolivia, si no es con la solución del encierro marítimo, nada. El nudo gordiano se trasladó a La Haya. ¿Dará ese tribunal con la clave para curar sorderas crónicas?