Nuevamente sobre una cruzada contra el fundamentalismo musulmán
08 jul 2015
Adhemar Ávalos Ortiz
En una anterior oportunidad el autor puso en el limbo del análisis las bases del fundamentalismo, su lógica represiva y su criminalidad con los que son capaces de pensar diferente, pero su perversión ha llegado al extremo, hasta el punto de que nadie puede estar seguro ni siquiera en su hogar, menos todavía en lugares públicos. La religión, sensiblemente de cualquier signo, casi siempre ha sido una corriente intolerante y muy mezclada con la política, especialmente en tiempos de la Inquisición, esencialmente española de hace 5 siglos. Pero los últimos acontecimientos ya llegan al colmo de la paciencia por actos criminales contra gente inocente. El viernes, 26 de junio, se ha convertido en un día sangriento tras una ola de ataques terroristas que sacudieron tres países de una manera casi simultánea: Francia, Kuwait y Túnez. El saldo mortal de los tres atentados alcanza a la muerte y heridas de casi 200 personas. El ataque más mortífero se produjo en el país africano llamado Túnez, donde en el pasado ya hubo otros atentados contra personas y patrimonios históricos.
Se ha hecho costumbre para los fanáticos yihadistas destruir reliquias históricas e inmolarse ellos mismos. Ésta no sería la mayor preocupación, sino el hecho de que asesinan a personas que nada tienen que ver con los crímenes de Estados Unidos y sus aliados. Un ataque terrorista en una playa tunecina ha dejado al menos 28 muertos y 36 heridos. Los atacantes abrieron fuego contra los turistas que se encontraban en la playa frente al hotel de cinco estrellas Imperial Marhaba en la ciudad de Susa. El atentado también ha afectado al complejo turístico contiguo Soviva Resort. Los turistas no son culpables de lo que hacen sus gobiernos y su religiosidad es respetable. Pero lo peor es que hasta niñas y niños sean víctimas sistemáticas de estos criminales. Los atacados son en su mayoría ciudadanos alemanes y británicos y entre los fallecidos hay personas de un total de seis nacionalidades. Por otra parte se produjo un ataque de las hordas del Estado Islámico contra una mezquita chiita en la capital de Kuwait, el que ha dejado decenas de víctimas. El terrorista suicida se inmoló en la mezquita chiita durante las oraciones del viernes.
Adicionalmente, una persona ha muerto y otras dos han resultado heridas como consecuencia de un ataque yihadista contra un complejo industrial en Francia. Un coche embistió contra las vallas de la fábrica de gases industriales Air Products en la ciudad de Saint-Quentin-Fallavier (cerca de Grenoble, en el sudeste de Francia) estrellándose contra los tanques de gas almacenados. El choque provocó una fuerte explosión que ha dejado dos heridos. Asimismo, una cabeza humana, cubierta con inscripciones en árabe, fue colgada en la valla de la planta.
Son hechos repulsivos que deben tener una respuesta política y militar de carácter muy duro. Con terroristas no se debe negociar en ningún sentido. Una cosa son las acciones guerrilleras de defensa de un pueblo donde las acciones armadas se focalizan solamente en ciertos puntos y otra el ataque indiscriminado a lugares donde hay personas inocentes. El terrorismo de los yihadistas ha llegado a un punto de inflexión determinante: no puede haber vuelta atrás. Sus crímenes son tan aborrecibles que hay que atacar el problema en su origen: el Corán, el libro en el que basan sus atrocidades. No se debe pensar que estos sujetos simplemente se van a calmar porque se los llame a la reflexión, es una inutilidad. La lucha contra ellos tendrá una deuda de sangre inmensa que involucrará a sus propios hogares. Con drones no se solucionará el problema, sino con una intervención militar internacional que los destruya, sino completamente que los neutralice en sus actividades. La ONU ya debería encargarse del asunto, favoreciendo una intervención armada en todo el Norte de África y gran parte de Asia donde los yihadistas son extremadamente fuertes. Por más doloroso que resulte, se impone una cruzada como las del anterior milenio para restaurar la paz. Y el costo en vidas y recursos económicos va a ser muy grande, pero no hay otra alternativa.
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