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Domingo 05 de julio de 2015

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Cultural El Duende

¿Es un lujo el estudio de la historia?

05 jul 2015

En 1983, el historiador Josep María Barnadas (Cataluña,, 1941- Cochabamba, 2014) publicó "Au/ctos de fe" obra centrada en la estética de la discrepancia. El presente ensayo forma parte de dicho libro

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Primera de dos partes

Hay quien piensa que cada oficio debe ser defendido por quien lo practica. No soy de esta opinión, porque me creo capaz de entender las razones que pueden dejar malparada una determinada actividad mía; hay, sin embargo, quien lo sabe, pero no admite el razonamiento porque teme que, de aceptar la fuerza de los argumentos, debería abandonar su oficio y, quizás, no se siente con fuerzas para aprender otro nuevo. Por mi parte, tampoco adhiero al cartesianismo que cree que cuando el ser humano percibe una verdad, automáticamente la lleva a la práctica en su vida; creo más bien, que el hombre se define por una serie de contradicciones ente el pensar y el obrar (y, más de una vez, con justificación).

Si como historiador tuviera que defender el estudio de la Historia, la pregunta que encabeza estas páginas estaría de más. Acaso por suerte, ¡cuántos millones de personas desarrollan una actividad en cuyo interés creen muy escasamente! Hasta cierto punto son de compadecer; pero ¿no es la existencia humana a cada paso un pacto entre el deseo y lo posible? Y no digamos nada ya de las espesas capas de ambigüedad ¡en que cada uno de nosotros nos movemos sin cesar! Limitaciones personales, trayecto autobiográfico, influencias familiares o educativas; paso del tiempo; la fuerza de la costumbre, por más "infundada" que esta sea, etc., he aquí algunos de los factores que pueden determinar que uno tenga una actividad de cuya legitimación ni él mismo ni un análisis riguroso permitirían estar convencido.

Pero llegados a este punto, las distinciones se hacen imperativas. Y la primera es entre el trabajo como medio de conseguir los recursos para sobrevivir y el trabajo con un componente de creación personal, que implica lo que se llama cierta "vocación" de decisión electiva por parte del interesado (y note el lector que esta distinción en manera alguna se corresponde con la que hay entre trabajo manual e intelectual: la inmensa mayoría de white-collars y ejecutivos pertenecen a la primera categoría propuesta; en cambio, un escultor forma parte de la segunda). Y en el caso del trabajo con un componente creativo hay que decir que quien lo practica tiene el deber por lo menos de plantearse el problema de su utilidad, aun en el caso de que luego no se ajustara a las consecuencias que se desprenden de la respuesta dada con la máxima honestidad posible.

La segunda distinción separa el problema subjetivo del objetivo. La tercera exigiría precisar de qué estudio de la Historia hablamos cuando queremos saber si es un lujo prescindible o cumple funciones humanas sustantivas (pues podría ser muy bien que cierto tipo de estudio resultara absolutamente vital y cierto otro tipo, sobrante por completo):

Pues bien, teniendo en cuenta lo anterior, planteo la pregunta en su sentido objetivo y me refiero a si hay algún tipo de estudio de la Historia que sea algo más que un lujo; y si lo hay, cuáles son sus características necesarias.

Por fina, debo aclarar todavía que doy por supuesto que todo intelectual o creador de la cultura debe tender, dentro de las duras condiciones que impone a veces la vida, a una actividad que sea algo más que un pasatiempo/satisfacción de gusto o vanidades personales (sin que ello signifique ignorar que muchas de las creaciones humanas más geniales han tomado cuerpo en respuesta a unos estímulos estrictamente individuales, de muy problemática socialización, a pesar de lo que nos quieran hacer creer las correspondientes sociológicas del caso).

II

Una primera pista para dar con alguna respuesta puede ser ver qué representa hoy el estudio de la Historia en las diferentes situaciones del mundo. He aquí una breve tipología:

1) En el mundo industrial capitalista la historiografía (que esta es la etiqueta para designar el estudio de la Historia vivida) forma parte de dos grandes estructuras: la enseñanza y la edición. Hopy dispone de enormes recursos tecnológicos (computadoras, bancos de datos, etc.); su función oscila entre la legitimación nacional o del sistema y una cierta crítica tolerada por el Estado o el poder económico; la radicalidad de esta crítica puede variar mucho, variando en igual proporción su marginalidad (en función de la tolerancia del sistema y de la fuerza con que pueda organizar unos canales más o menos alternativos).

2) En el mundo industrial socialista por el contrario, toda la producción historiográfica forma parte del aparato estatal (enseñanza e investigación); de acuerdo con esa su condición, se le exige un papel apologético del sistema (bien directamente, bien criticando las sociedades capitalistas y sus creaciones imperialistas); recién empieza a dejarse sentir una historiografía disidente clandestina.

3) En el mundo subdesarrollado y dependiente la historiografía no suele gozar de especial apoyo u ojeriza: apenas cuenta: pero tampoco se le exige una militancia oficialista; en buena parte descansa sobre la iniciativa privada; algunas de sus tendencias se integran en la resistencia ideológica contra el sometimiento imperialista, mientras que otras dormitan en el status quo o tienen una incidencia filistea.

4) Hay, por fin, una variante de la categoría anterior: dondequiera que hay cuestiones nacionales pendientes (Euzkadi, Países Catalanes, Galicia, Bretaña, Occitania, Gales, etc.) hay una historiografía comprometida en la lucha de liberación nacional y que juega un papel importante en la identificación nacional.

Vemos, pues, que se presentan bastantes modalidades, lo que no permite zanjar la pregunta en una sola dirección. Realmente, hoy son múltiples y contradictorias las funciones que cumple la historiografía; pero ya podemos adelantar que así como la historiografía, hoy, en algunos casos presta servicios sociales que en manera alguna pueden catalogarse de lujo -parte 1), 3) y 4)-, en otros hace algo peor que ser un lujo: mayoría de 2) y parte de 3).

Hasta aquí una primera aproximación descriptiva; demos un paso adelante en el examen intrínseco del problema.

III

El estudio de la Historia ofrece tres posibilidades de ser algo más que un lujo; es decir, de satisfacer necesidades humanas a la vez individuales y sociales.

La primera consiste en descubrir el conocimiento del pasado como un refugio. ¿De qué nos protege? De la tiranía que quiere imponernos la moda de cada momento, acorralándonos en la presunta única forma e hacer las cosas o -más a fondo- de realizar la humanidad, cuando por lo general no nos sucede nada que no tenga antecedentes más o menos lejanos. En realidad, al darnos refugio, el pasado -al que solo podemos acceder mediante el conocimiento- nos libera de la servidumbre instantaneísta. (Esta liberación se aplica tanto a individuos como a colectividades). A su vez, al liberarnos de la dictadura del presente, nos permite adoptar unas dimensiones de protagonismo más acordes con la realidad, es decir más modestas. Todo esto no puede conceptuarse como lujo, a menos que establezcamos arbitrariamente que lo único "necesario" sea llenar los estómagos.

Continuará

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