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Domingo 05 de julio de 2015

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Revista Dominical

Claudicar

05 jul 2015

Erick Fajardo

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Sucedió un Domingo de Resurrección que, mientras Bolivia demandaba en La Haya la restitución del mar y Mayte intentaba "seducir" a Chile en sus estadios, en negociaciones secretas en Washington tú le rendías al usurpador mi más preciado jirón patrio: tus costas y tus cumbres.

Un instante bastó hallarte con tus playas francas a su impostura demagoga, una mirada para entender en tu mirada que habías claudicado, entregando al usurpador esa soberanía que yo reivindiqué "incólume" hasta la estupidez.

Supe, como Bolivia antes de Antofagasta, que los estipendios y falacias de la diplomacia chilena habían comprado el desenlace de aquella y de esta contienda. La traición es, al fin y al cabo, una certeza que se confirma con la última derrota, pero que empieza mucho antes de la primera batalla, con una dolorosa premonición.

Sucedió aquel Domingo de Resurrección, que te hallamos ya embarcada rumbo a territorio enemigo, ebria de cantos de sirena, olvidando que eras madre y esposa, digna y soberana. Igual que esa "miss" que se entregó toda a la avidez de las multitudes, a cambio de la "promesa" de ser la "Novia de Chile".

Qué sufrimiento descubrir que se es, por derecho, el custodio de un territorio que ya se ha rendido al verdugo. Qué ironía ser herederos, en un papel sin efecto, de una riqueza entregada al usurpador.

Qué decepción entender que las mismas lisonjas y falsedades de la diplomacia impostora que nos arrebató el litoral, aun sirven para dopar la memoria y rendir el corazón de nuestras madres, esposas e hijas "sin razón pero por la fuerza del engaño".

Porque nuestra peor derrota jamás nos fue infligida en la violencia de la guerra, sino en los decenios anteriores y posteriores al vejamen de la usurpación territorial, en que Bolivia aceptó la penetración "pacífica" de capitales chilenos y su "adjudicación legal" del derecho a agotar el patrimonio nacional.

Su guerra desmembró nuestro hogar, pero los siglos posteriores de profanación "legal y consentida" succionaron nuestras riquezas hasta dejar a nuestra madre-patria seca de todas sus virtudes y al usurpador saciado a placer. Codicia por la madre y desdén por sus hijos, es todo lo que nuestra patria cosechó siempre de su trágica y reincidente relación con Chile.

Charaña, Patillos, Cruz Blanca y Pacific LNG. Cuántas veces habrá cedido Bolivia sus virtudes, con cargo a esas promesas incumplidas que hoy reivindica ante la Corte Internacional con justa indignación de mujer burlada, pero sin posibilidad de restitución de lo perdido.

Siempre dije que la reacción alteña al frustrado negociado del "Gas por mar" fue brutal, pero sincera. Quemar su bandera y su mercadería pudo no ser muy civilizado, pero expresó elocuentemente la indignación, ante la impostura del que una y otra vez nos despoja, y a nuestros hijos, del mayor bien de los hombres libres: la honra y la integridad del hogar.

Por eso, igual que Bolivia acudió, casi sin chances pero con la verdad histórica, a la justicia internacional, tras hallarte entregada de tus cimas a tus playas, no quedó sino mostrar a nuestra descendencia que no sería otro cómplice mudo del artero arrebato de ese último pedazo de patria que se nos encomendó cuidar.

Avidez ruin que aún la cría parida más lejos del cubil mapocho se atreva a tentar la virtud, la memoria y el patriotismo, de nuestras madres y esposas y desilusión descubrir que aún a miles de millas de la patria, la virtud de nuestras mujeres es vulnerable a su labia de burgueses tentando plebeyas, con convites y promesas de sentimientos imperecederos que no sobreviven un par de coitos.

Esa es la geopolítica del carroñaje de una estirpe que ha hecho de su diplomacia el camuflaje para una depredación salvaje de la riqueza del vecino; es su convicción histórica en su derecho de pernada sobre nuestra patria, que de política de estado ha pasado a ser actitud cultural.

Pero es también la subcultura del servilismo de nuestra estirpe, que claudica frente al opresor tras la utopía de su aceptación como igual y el asenso social final, a un primer mundo donde para el "roto" la mujer "bolita" es tan solo el sabor de temporada, otro exótico trozo de carne con que saciar su cambiante apetito.

Tiempo habrá, siempre lo hay, para los arrepentimientos. Pero lo que el usurpador trasandino te arrebata nadie jamás, nadie se lo devuelve a los tuyos. Bolivia y sus hijas, debieran ya haber aprendido que para Chile nunca serán nada más que un capricho; ese ingenuo objeto del deseo al que se seduce con la misma retórica y las mismas mentiras desde hacen dos siglos.

Y sucedió de nuevo, un Domingo de Resurrección, mientras Bolivia peleaba en La Haya, Mayte mostraba cada curva posible en Pudahuel y yo te perdía en Washington.

Para tus amigos: