Cuando esta nota sale publicada faltan cinco días para la llegada del Papa Francisco y crece la expectativa de miles de bolivianos para poder acercarse al Santo Prelado, allí donde resulte más fácil hacerlo, por ejemplo para los orureños que pueden viajar a La Paz y de otras ciudades posiblemente a Santa Cruz, pues el feriado es sólo en dos ciudades y en dos días 8 y 9, respectivamente.
Quien llega no es nada más que el Papa, como se lo conoce, el Vicario de Dios en la tierra, la máxima aproximación de un Ser humano con la divinidad y la fe que representa para millones el seguimiento a Cristo Jesús. No es sencillo el acontecimiento, es la oportunidad más grata para ese acercamiento que se da muy pocas veces, como se cuenta en la historia del país, es la segunda vez que nos visita un Papa.
En este caso se trata además de la visita del Papa revolucionario, como se lo identifica por sus obras, sus dichos, sus acciones y su ejemplo cotidiano en el desarrollo de sus actividades.
Algo más en esa brillante personalidad es reconocer su origen humilde, es el primer Papa latinoamericano, argentino de nacimiento, hijo de una ama de casa y un empleado ferroviario, estimado en su comunidad, en su barrio, en su país, por su austeridad e inteligencia, por muchas de sus obras sociales su contacto directo con la comunidad, costumbre en sus hechos que los mantiene en su reinado, el Vaticano.
Para quienes esperan conocer muy de cerca al Papa Francisco, es bueno decirles que se trata de un hombre preparado profesionalmente en varias asignaturas, pero sencillamente humilde y absolutamente cumplidor de una misión asumida muy joven.
Jorge Mario Bergoglio, es el nombre del hombre que está revolucionando la Iglesia Católica, precisamente desde la cúspide de su estructura, en la Santa Sede. Empezó en una escuela pública y se graduó como técnico químico. A sus 21 años ingresó al noviciado en la Compañía de Jesús. Estudió luego humanidades y se licenció en filosofía y teología, por lo mismo su formación le permitió ordenarse como sacerdote y escalar lentamente, hasta alcanzar la máxima representación de la Iglesia Católica del mundo, desde la sede vaticana.
Quien fuera arzobispo de Buenos Aires en el año 1998 se acercó de a poco al máximo cargo eclesiástico, hasta que en marzo del 2013, el humo blanco de la capilla Sixtina en el Vaticano daba cuenta de la nominación de un sacerdote latinoamericano como el Papa 266 de la era cristiana. El flamante Sumo Pontífice ese mismo día asumió el cargo denominándose a sí mismo como Francisco, tomando la referencia de humildad y trabajo de ese santo del hábito café.
Sus primeras muestras de sencillez y voto de humildad las dio al no utilizar las joyas de oro, un anillo y la cruz, que cambió por otras más sencillas y austeras, muestra desde entonces un modo de vida que está fuera de toda ostentación y más bien de abierto acercamiento con la comunidad. Está cambiando muchas cosas y estremece los cimientos del Vaticano, pero lo que no cambia es su convicción de servicio con las clases desposeídas. Es la figura de un verdadero líder de la Iglesia que evoluciona y que estará entre nosotros en cinco días más.
Fuente: LA PATRIA
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