Jueves 02 de julio de 2015
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En Chile, como en todos los países del mundo, existen personas excepcionales, buenas y malas.
Las personas excepcionales son aquellas que, como Pablo Neruda o Gabriela Mistral, rebasaron los límites de su propia humanidad y se convirtieron en universales.
Las personas buenas son aquellas que, sin haber adquirido el carácter universal de las anteriores, grabaron su nombre en la Historia con letras de molde por su extraordinaria humanidad. En esa lista están Salvador Allende y Víctor Jara, que dieron su vida por la libertad, además de muchos otros que creen en la igualdad.
Las personas malas son aquellas que cambiaron el sentido independentista de las luchas libertarias, traducidas en el lema "Por la razón o por la fuerza" del escudo chileno, y le dieron un carácter totalitario, geófago y de latrocinio. Son estas personas las que propiciaron la invasión al Litoral boliviano y le arrebataron a Bolivia su único acceso al mar.
La invasión a Antofagasta fue tanto como el asalto a mano armada a una vivienda en la que los asaltantes se robaron las cosas de valor, violaron a las mujeres y, al final, cuando tenían al dueño de casa sometido y maniatado, le pusieron un rifle en la nuca para que firme un documento en el que renunciaba a su derecho al reclamo. Ese documento fue el Tratado de Paz y Amistad de 1865 que fue la base para el Tratado de 1904 que ahora Chile se empeña en defender. Por las circunstancias en las que fue firmado, ese tratado se impuso "por la fuerza".