En el diario obrar de la política, de las actividades económicas o de los logros sociales, rara vez se piensa en que es importante obrar conforme a valores partiendo del principio de que lo actuado y realizado hoy puede asegurar el bienestar del futuro. Así, es preciso entender que la moralidad debe ser conducta permanente de las personas para no dejar el lastre de la corrupción como herencia para el mañana.
Comportarse en la vida con egoísmo y carencia de conciencia de bien común es creer, absurdamente, que la naturaleza y los bienes que hoy disfrutan las actuales generaciones es legado sólo para hoy sin perspectivas de futuro. Cuando se habla del país casi nunca se piensa en que esta nación es herencia de anteriores generaciones y que las de hoy deben preservar todo lo bueno para beneficio de las futuras en que estarán inmersas todas las personas descendientes de las que hoy nos son caras, queridas y precisas para nuestra vida.
Los grandes bienes de la naturaleza, si bien disponibles para beneficio del ser humano, no pueden ser manejados o utilizados discrecionalmente sólo en beneficio del presente, de lo actual, de lo que periclita en días, semanas o pocos años; son bienes que es preciso acrecentar, mejorar, diversificar con miras a preservarlos como valores para el futuro.
Así como la naturaleza merece cuidado, prudencia, tacto y sentido de realidad en el comportamiento humano, asimismo los valores morales precisan ser mejorados, engrandecidos y que sean práctica permanente de la conducta humana; esos valores no pueden desperdiciarse o anularse por efecto de la corrupción que es práctica de la degeneración de los sentidos que es la que prostituye las virtudes. Quienes poseen poder de cualquier naturaleza deben tener en cuenta que poseen instrumentos que deben servir para el bienestar humano del presente pero con miras al futuro.
Así como la naturaleza es pródiga en bienes que contribuyen a la vida del ser humano lo es en virtudes que precisan, si se quiere, imitar ese accionar sabio y constructivo y así como la vegetación tiene un nuevo renacer conforme al paso de las estaciones, el hombre requiere renovar, reactivar, retomar y perfeccionar sus valores con miras a un perfeccionamiento cada vez mayor.
El hoy es nuestro y está encomendado por Dios y la naturaleza creada por Él, a no vulnerarlo o traicionarlo; este hoy que vivimos las actuales generaciones debe ser ampliado y perfeccionado como tesoro para beneficio de las próximas generaciones para que éstas, conforme a las herencias recibidas, actúen también con conciencia previsora. Todo esto obliga a que quienes poseen hoy poder político, económico o social actúen conforme a valores y principios abandonando las prácticas imbuidas por la corrupción que incita al mal en perjuicio y detrimento de todos los derechos de la humanidad.
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