En los últimos días la secuencia de informaciones sobre accidentes de tránsito, tanto en carreteras como en las calles de nuestras ciudades, han proliferado de manera preocupante, pues el número de víctimas fatales y la cantidad de heridos y perjudicados con esos hechos es realmente alarmante.
La causa predominante para los accidentes se atribuye a la irresponsabilidad de conductores de motorizados que manejan en estado de ebriedad, produciendo accidentes de magnitud y con daños irreversibles, especialmente cuando se cuentan muertos y heridos de gravedad.
En el caso de carreteras, la que antes se conocía como "carretera de la muerte" entre Oruro y La Paz, se modernizó y con su doble vía hacía suponer que los accidentes disminuirían a punto cero, pues la seguridad de tránsito en dos franjas separadas así lo exige, sin embargo algunos detalles de orden técnico y no complementados, atentan contra esa seguridad esperada.
Por una parte quienes transitan diariamente por esa moderna vía, señalan que aún falta señalización vertical y complementación de algunas obras en proximidad de puentes y pasarelas. Las deficiencias son más notorias cuando el sol se oculta y las sombras evitan observar con claridad algunas irregularidades del camino.
Lo que llama la atención es la irresponsabilidad de transportistas que como sucedió en un último accidente invadió uno de los carriles poniéndose en contra ruta y desafiando el intenso movimiento de motorizados. ¿Cómo es que entró al carril que no debía y cómo es que nadie lo detuvo oportunamente antes de que produzca un choque frontal con una movilidad que conducía pasajeros? Son varias preguntas y las respuestas se pierden en el consabido proceso de investigación.
Las consecuencias de ese accidente suma el número de víctimas y obliga a ciertas reflexiones planteadas por otros transportistas cuando se preguntan por el trabajo de una Policía Caminera que no está cumpliendo adecuadamente su labor de vigilancia y previsión en ruta, como sucede en otros países donde ese organismo especializado tiene personal a toda hora del día y la noche realizando una continua vigilancia con unidades móviles debidamente equipadas.
Hay fallas en los retenes policiales, donde el funcionario de turno sólo saca la mano de su ventanilla para entregar o recibir la boleta de circulación sin percibir el estado en que se encuentre el conductor, menos aún advirtiendo o previniendo a todos los chóferes sobre posibles infracciones por exceso de velocidad o por falta de precaución. Los policías de caminos brillan por su ausencia y muchos accidentes se producen por falta de control y oportuna advertencia.
En las ciudades, los accidentes también están a la orden del día, y la gravedad de los hechos tiene fuerte incidencia en la conducción de motorizados bajo efectos del alcohol. Choques entre motorizados o de estos con objetos fijos, colisiones múltiples y atropellos son constantes en todas partes, por lo que el asunto se convierte en un gravísimo problema de carácter nacional y necesita soluciones del mismo nivel.
Por lo que se sabe, a nivel Gobierno se han destinado centenares de unidades motorizadas a los comandos policiales, entre automóviles, vagonetas y motocicletas, por lo que ese material rodante debería ser mejor utilizado, especialmente en las rutas a cargo de la Policía Caminera y en las ciudades por efectivos de las unidades de Tránsito, quizá así se disminuiría el elevado índice de accidentes, complementando la medida con la aplicación de severas sanciones a los infractores.
Fuente: LA PATRIA
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