Jueves 25 de junio de 2015
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Editorial y opiniones
Algo más que palabras
La utopía radica en el horizonte
25 jun 2015
Víctor Corcoba Herreron
Tenemos que volver a nuestras raíces. El mundo debe concentrarse en vivir en sociedad, en atender a las personas más vulnerables, en comprender el abecedario del corazón para contribuir a una vida más auténtica y desprendida. Ciertamente, cada ciudadano es como es, pero ha de buscar vivir en lo armónico; y es, desde esta estética del alma, como podemos avanzar hacia esa unidad conciliada y reconciliadora que tanto necesitamos. Con frecuencia, Naciones Unidas nos llama la atención sobre la represión sistemática y la violación constante de los derechos humanos. Estos desajustes sociales casi siempre parten de poderes que gobiernan con arbitrariedad e impunidad, sin miramiento alguno por el ser humano, al que se le desmotiva hacia una falsa conquista de un bienestar que no es tal, puesto que cada día somos más esclavos de nuestras propias contrariedades. Por desgracia, lo hemos concentrado todo en el individuo, cuando el horizonte es comunitario y la grandeza de un bienestar moral es cuestión global.
Indudablemente, necesitamos tener horizontes por los que vivir, por los que luchar, es nuestra gran esperanza, en un mundo que por su naturaleza es tremendamente imperfecto, pero va a ser nuestro coraje y nuestra ética lo que va a impedir que las cosas no tengan un final perverso. Todo va a depender de la propia especie humana, en el sentido de que podemos ser tanto constructores como destructores de un camino sin retorno. Por ello, tenemos que hacer todo lo posible por aminorar los sufrimientos en un mundo espantosamente permisivo, ocupado y preocupado por grandezas absurdas, en lugar de mostrar la mano tendida hacia aquellos seres humanos que a diario se ahogan en el miedo ante nuestra indiferencia. Sin duda, la ciudadanía tiene que mostrarse más acogedora. Los países deben analizar individualmente el riesgo de tortura que sufren algunas personas migrantes y no deportar a nadie a un lugar donde corra el peligro de sufrir persecuciones o tormentos. Debemos protegernos unos a otros, no victimizarnos. No olvidemos, que un mundo sin clemencia es un mundo a la deriva, por mucho que se nos llene la boca de justicia.