El tema del mar y el equipo que representa al país, siempre nos unen. Cuando juega, no hay nadie que no se sienta boliviano. En el deporte, lo mismo les sucede a los demás países. El orgullo nacional, la autoestima, incluso la dignidad, va en la camiseta de los jugadores; llevan esa carga de responsabilidad encima. Están emplazados no solo a ganar sino también a hacer "buena letra" en la cancha. Como no siempre es posible ganar, también hay que saber perder. Perder con honor y altivez, batallando.
A veces se mezcla otro elemento. Por motivos ajenos al fútbol, un partido puede cobrar una significación moral y cívica, como ocurrió en un mundial entre Argentina e Inglaterra, a propósito de las Islas Malvinas. Tenemos una situación similar con Chile respecto al mar y la demanda en La Haya. Aquella vez en México (1986) el albiceleste ingresó a la cancha con una resolución heroica: ¡ganar! Una derrota habría resaltado la imagen del vencedor en la guerra y encogido aún más la del perdidoso. Es fama que por la mano furtiva del "pibe de oro" (Maradona), hasta la Providencia estuvo del lado argentino. Sin apelación, un gol extraño fue validado por el árbitro.
Un golpe emocional puede influir en el rendimiento de los jugadores, si éstos no están preparados para resistirlo. El testimonio de ello se dio el otro día en el partido entre Bolivia y Chile en el marco de la Copa América. Ambos ya sabían que estaban clasificados para los cuartos, pero jugaron con distinta psicología. La escuadra roja desplegó todo su potencial desde el primer momento, porque estaba en juego algo más que un partido o la conquista de un campeonato. Entraron a ganar, y ganaron.
A Bolivia le resultó nociva la noticia. En el camarín, antes de salir a jugar, ya estaban derrotados. El saber que Bolivia clasificó, "fue un golpe anímico que no ayudó en la cancha"; luego, con total inocencia, el entrenador boliviano añadió: "Nosotros estábamos tranquilos, pensábamos que era más importante preservar". ¿Somos tan débiles, con tan poca autoestima, que sólo el pase a la etapa siguiente enajenó de alegría? "La clasificación para nosotros fue magnífica". El técnico creyó estar en la gloria.
La personalidad de quien dirige tiene mucho que ver con la mentalidad y la actitud de los que conforman un equipo, y no sólo en el fútbol. El entrenador con su conformismo suicida los llevó al "picadero" predispuestos a perder y, claro, perdieron; era imposible que se diera otro resultado. A él no le afectó el aplastante cinco a cero; tampoco el baldón de desengaño que cayó sobre los sufridos hinchas, cuyo fanatismo fue exacerbado al máximo - como otras veces - por los aullantes relatores del fracaso.
Cada cosa que nos pasa, precisamente con Chile. Después de la guerra del 79, Mariano Baptista Caserta logró que se aceptara, como base de negociación, la ocupación del Litoral sólo por diez años, pero La Paz lo rechazó". Según Roberto Prudencio, ensayista y filósofo de nota, "no era Chile que estuviera mareado con su victoria, sino Bolivia con su derrota". Parece que aún seguimos mareados.
(*) Escritor, miembro del PEN Bolivia
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