Miercoles 24 de junio de 2015
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La mayoría de las naciones del planeta han alcanzado su independencia debido a los principios morales de su población, a una vocación por la libertad, la justicia y el sentido de bien común. Muchos próceres han luchado y hasta dado su vida con el fin de alcanzar los objetivos que abrigaba el pueblo en sus corazones; pero, lamentablemente, una vez alcanzados esos propósitos primigenios, se han producido extravíos o derivaciones para dar paso a intereses de grupo y personales porque se han impuesto las ambiciones, las ansias de poder ilimitado y la egolatría de muchos caudillos que no han podido ser líderes.
Quienes poseen poder político, económico y social, por principio moral, deberían acrecentar sus virtudes y hacerlas valores y principios para cumplirlos en pro del pueblo que es el país, la nación, el Estado que está encomendado a los gobiernos para su debida administración. La historia de muchos pueblos muestra situaciones en que más han podido las conveniencias de partidos políticos, grupos sociales e intereses económicos que los destinos de la nación; esos yerros se han impuesto y no han dejado lugar a que las buenas intenciones y los mejores propósitos se impongan sobre lo malo y han surgido las políticas del "dejar hacer y dejar pasar" que han causado mucho daño y han desquiciado, desvalorizado, prostituido y degenerado lo bueno y lo noble de las personas que, muchas veces, han abierto sus oídos a las incitaciones y alabanzas de áulicos y partidarios que sólo han buscado beneficiarse con la debilidad y aquiescencia de quien haya sido incitado al error.