Lunes 22 de junio de 2015
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La Constitución Política, rechazada con 65% en Santa Cruz, tiene una serie de imposiciones. Su tortuosa concepción y aprobación, no le permitieron ser un verdadero Pacto Social, consensuado con todas las naciones que componen el Estado.
Tiempo atrás me pronuncié sobre el discriminatorio artículo 238 inciso 3, que da ventaja al Presidente y al Vicepresidente de la República, de no tener que renunciar; como todas las otras autoridades, para ser reelectos. ¡Hasta los curas tiene que renunciar, pero ellos no!
Hoy me referiré al tema de la tierra. La Constitución establece en su artículo 298: "Son competencias privativas del nivel central del Estado, inciso 17 Política general sobre tierras y territorio, y su titulación". Adicionalmente su artículo 297 inciso a, define como competencia privativa: "aquellas cuya legislación, reglamentación y ejecución no se transfiere ni delega, y están reservadas para el nivel central del Estado".
En buen romance, el centralismo es el único que tiene poder sobre la tierra, en el Estado Plurinacional. Las diferentes naciones que la componen, son simples mirones de palo, sobre un tema que es fundamental para su desarrollo económico y social. Son naciones de pliqui, simples satélites de un centralismo miope que ha hecho de este país la cola del Tercer Mundo.