Viernes 26 de marzo de 2010
ver hoy
De los sentimientos, sensaciones, pensamientos, palabras y actos de la persona, resultan su carácter, su comportamiento y su constitución física. Los programas que construimos hoy, son componentes para próximas encarnaciones, esto es, vidas futuras, donde el alma continuará su viaje de conocimiento por medio de un cuerpo físico, en la tarea de convertir lo pecaminoso en divino nuevamente, y lograr el anhelo de retornar a su Hogar Celestial, Dios.
Por la transformación que se da en el interior, como un paulatino proceso de reflexión y conciencia, giramos la dirección de nuestros actos y pensamientos hacia lo bueno, y con eso, aprendemos a mirar más profundamente. Otras personas sólo nos pueden deslumbrar y engañar, en tanto nosotros todavía nos engañemos con respecto a nosotros mismos podemos preguntarnos: ¿Qué expectativas tenemos, tanto de nosotros mismos, como de otros? Si hemos desarrollado un carácter íntegro, es frecuente que podamos ver en profundidad en nuestros semejantes, viéndoles como realmente son: reconocemos que errores y debilidades se ponen de manifiesto en nuestros semejantes, pero no hacemos valoraciones ni juicios, ya que aprendemos, en primer lugar, a mirar profundamente en nosotros, y aceptamos que cada hombre atraviesa innumerables procesos de refinamiento, y perfección, que muchas veces, parecen todo lo contrario. Lo que nos permite un carácter integro es reconocer dónde está la verdad en cada momento, y también nos permite reconocer la sintonía genuina en las palabras, pensamientos, y motivaciones de nuestros semejantes, de manera que así, conseguimos no enredarnos en los aspectos, posiblemente pecaminosos, de otras personas.