Jueves 18 de junio de 2015

ver hoy







































































Editorial y opiniones
Algo más que palabras
Tenemos las más altas cotas de miseria
18 jun 2015
Víctor Corcoba Herrero
A veces pienso que siempre hay que morir un poco para despertar, para salir de nosotros mismos, de nuestros egoísmos, de nuestro bienestar, y poder abrazar así la auténtica solidaridad con nuestros semejantes. Este es el genuino horizonte a conquistar. Verdaderamente desconsuela una existencia sin perspectiva. Frecuentemente, además, nos perdemos con apegos materiales como si este paraíso fuese eterno, cuando lo importante es vivir donándonos. Más de una vez andamos por la vida endiosados, pensamos que somos poderosos, que lo sabemos todo, y cuando nos derrotan se nos viene todo abajo. Bien es verdad que el egoísmo nos puede, que el orgullo nos domina y la estupidez nos encandila. No hay cristales de más aumento que nuestros propios ojos cuando nos miramos hacia dentro. Deberíamos corregir esto pacientemente, y caminar más despojados, más con actitud de servicio.
En ocasiones, ciertamente, se necesita una buena dosis de paciencia para soportar las desigualdades, las calumnias, las enfermedades, los atropellos; pero al fin, creo que vale la pena no sentirse ofendido y mostrar un espíritu conciliador. Sabemos que las regiones de América del Norte y Asia-Pacífico han incrementado el mercado de ricos y, que esta última zona recupera el primer lugar en población de alto patrimonio; sin embargo, tenemos las más altas cotas de miseria material, puesto que cada día cohabitan con nosotros más pobres, pero también hay una miseria moral que nos convierte en cautivos del vicio y prisioneros de todo tipo de corrupciones, y hasta una miseria más espiritual que nos golpea cuando nos alejamos unos de otros y, en lugar de amor, fabricamos odio e intereses. Naturalmente, no se puede ser más mísero, cuando el poder, el lujo y el dinero, se antepone a la exigencia humana de una distribución equitativa, a la sobriedad y al compartir para que todos nos sintamos bajo ese clima armónico que, absolutamente todos nos merecemos, por el simple hecho de ser personas.